Descentrados Chile

Breves apuntes sobre el repertorio material de la memoria (2017-2019)

Fotografía: Keystone/Getty Images

Por Leticia Contreras Candia
Profesora de Estado en Castellano y académica de la Universidad de Santiago de Chile

         La literatura se presenta como una grotesca pitonisa y leemos: “Por la calle un tumulto de gente corría tapándose la boca, metiéndose en cualquier parte, desesperados por huir del aire picante de las lacrimógenas. Cierren las ventanas, cierren las puertas, gritó la loca, tosiendo hasta las tripas con ese ardor asfixiante. Una guagua rompió en llanto, un abuelo hacía gárgaras de taquicardia tratando de tragar el poco aire” (Lemebel 123-124). Como ya habrán advertido, esta escena corresponde a un fragmento de la novela Tengo miedo torero, pero, lamentablemente, tiene una similitud angustiante con la agresión excedente que los aparatos represivos de Estado han emprendido contra los manifestantes el último mes.

         La literatura constituye un filtro de los acontecimientos político-históricos, y éstos han sufrido una serie de fluctuaciones a lo largo de los siglos. Las expresiones literarias también encarnaran esos cambios. La emergencia por recordar y consignar los avatares sociales ha resignificado la memoria, los territorios, los cuerpos, los diversos lenguajes, las hablas; con el propósito de desplegar una máquina de producción enunciativa nutrida de entramados culturales en conflicto, los cuales transitan en una serie de imágenes ficcionales/referenciales que albergan voces que fisuran el espesor nacional, en un movimiento de convergencia y divergencia.

         En ese sentido, en una revisión parcial y arbitraria, he seleccionado un corpus literario que articula un repertorio estético que busca simbolizar el “presente” bajo los imperativos del sistema neoliberal capitalista, pero situando a los sujetos de la desigualdad en un itinerario de narración crítica que recupera temáticas descartadas por los relatos oficiales, estableciendo nuevos espacios de comprensión, en plena contemporaneidad, de situaciones poco visibilizadas.

         Bajo la presencia de un lector o lectora cómplice el libro de cuentos Quiltras (2017) de Arelis Uribe, el proyecto narrativo-poético de Eugenia Prado Bassi Advertencias de uso para una máquina de coser (segundo borrador) (2017), la novela Desierto (2018) de Daniel Plaza y el poemario Yerbas de sangre (2019) de Pilar V. Martínez, hacen posible pensar escenas, innovaciones de registro y problemáticas que desmantelen las falsas promesas del neoliberalismo, pero legitimando un proyecto de justicia social. Aparecen otros(as) sujetos generacionales que localizan su experiencia desde otras procedencias culturales.

         Podemos afirmar que en estos proyectos escriturales comparecen subjetividades dislocadas de los principios homogeneizadores y a través de la (re)construcción de una voz femenino/feminista que en un tono testimonial denuncia el actual estado de miseria experimentado por: mujeres, migrantes, indígenas, lesbianas, transgéneros, transexuales, niñes, homosexuales, entre otros; exponiendo así la memoria del dolor y el amor, finalmente la política afectiva de las comunidades. Estas subjetividades nómades dan cuenta de los efectos nocivos del neoliberalismo, pero, también generan fluctuaciones de sentido en las representaciones de clase y género del espacio nacional. Por ejemplo, en el caso de Quiltras, la protagonista del cuento “Ciudad desconocida”, perfila los estragos del falso “oasis”, citando al expresidente Piñera, donde el supuesto bienestar económico era el maquillaje mortuorio de un cuerpo social en descomposición, una mascarada de prestigio que descansa en el agobio de su pueblo. Leemos: “con el taller concluí que si América del Sur fuera un barrio, Chile sería el vecino arribista que se compra un auto grande y un perro muy chico y usa mucho la chequera y la tarjeta de crédito” (Uribe 18).

         En Advertencias de uso para una máquina de coser de Eugenia Prado Bassi, las reivindicaciones feministas aquí se hacen eco y la relación entre deseo y subjetividad no es excluyente uno del otro, ni tampoco unívoca, pues a través de una determinación lingüística, Mercedes (la protagonista), representa su identidad, se integra como una más al conglomerado de mujeres operarias, simultáneamente perpetra una diferenciación respecto a otros sectores sociales. Teniendo clara conciencia del lugar marginal que desempeña en la sociedad, interroga a las mujeres y a sí misma sobre la categoría “mujeres” obreras a la cual han sido circunscritas, su respuesta es vital para el ejercicio de subjetivación emprendido en el texto. Reflexiona Mercedes: “las mujeres nacíamos amarradas. Amarradas y calladas. Envueltas en géneros o enredadas en telas incomprensibles” (9), agrega más adelante el narrador(a): “Mercedes piensa que es bueno dejar registros de los tiempos que se viven. Piensa en las mujeres que vendrán, la de los próximos talleres, más modernos, más fríos y blancos o más higiénicos, pero iguales a este, donde abundan las historias de mujeres viviendo en las mismas condiciones de explotación” (31). En este texto se instala la voz de un sujeto femenino/feminista con un discurso propio e intelectualizado, además de una maternidad obliterada.  Por esta razón, puede que no se acceda de forma definitiva a la feminidad o masculinidad, permitiendo distribuir, encarnar, combinar y resignificar de manera compleja e inclusive contradictoria el deseo y la subjetividad de Mercedes y las operarias.

         En Yerbas de Sangre, particularmente la estampa del poema número 3, revela con fuerza el debate crítico sobre la desnaturalización de conceptos, tales como: la masculinidad, feminidad y particularmente la sistematización de la subalternidad genérica. Leemos allí: “Las reinas ocultan sus uñas pintadas/cuidan su caminar. Las reinas son raras/ “erís hombre” /les gritan a las reinas. /Las reinas gritan de dolor/dolor por manos con sangre. Les rajaron la cabeza/un tajo de cuatro centímetros/ la soncoya mide cuatro centímetros” (11).  Las reinas desmantelan la reglamentación binaria de la sexualidad, irrumpen en la disco, en la pobla y en la hegemonía heterosexual; ejecutando transformaciones y desplazamientos que desbordan los límites trazados por el sistema patriarcal.

         En estos poemas la voz poética se posiciona en un lugar de idealidad vinculado a una naturaleza creadora, sin embargo, de forma simultánea articula desplazamientos que tocan zonas diseminadoras del lenguaje, conduciendo toda referencialidad hacia un descentramiento potencialmente ilimitado. Este movimiento permanente forma oscilaciones de identidades que se abren a la resignificación y recontextualización, echando por tierra la existencia de identidades esencialistas o naturalizadas. Por ejemplo, se invoca la presencia de la tradición herbal como una episteme legítima y necesariamente urgente en los tiempos que corren: “Se diluye la lengua, la machi/ por inanición del suelo. / Melisa está en el suelo/ melisa para el estrés/ paico para el empacho /romerito para sanar” (19).

         En la novela de Daniel Plaza se conjugan elementos, para organizar el mundo representado, compuesto por referentes inmediatos inspirados en contextos de marginación social, con el fin de interrogar a un sistema de valores culturales cimentado en oposiciones, tales como: virgen/ramera, blanco/no-blanco, colonizador/colonizado, apariencia/ser, femenino/masculino, arriba/abajo, etc., provocando desplazamientos, multiplicando asociaciones y complejizando oscuras jerarquías flagelantes. Dicho de otra manera, Daniel Plaza produce intersticios en la lógica binaria y desarticula un imaginario simbólico esencialista, instala en su discurso narrativo las voces heterogéneas históricamente invisibilizadas por la cultura oficial; los límites trazados se difuminan transmitiendo la inconsistencia de este rígido sistema de representaciones dicotómicas dando paso a subjetividades descartadas por nuestra cultura, entre las que destaca la figura del migrante, o mejor dicho, la condición de migrante funciona como un locus enunciativo que constituye una tribuna pública que encarna un sujeto disgregado, difuso y heterogéneo.

         Al fijar algunas características sobre la narrativa producida durante los últimos 20 años, la crítica Raquel Olea, en su libro Variaciones (2019), señala que: “la fuerza violenta del neoliberalismo implantado por la dictadura transformaría los sueños de igualdad en ofertas de hedonismos consumista, costeado en endeudamientos e inequidad que separa, dispersa, disgrega las formas de sociabilidad comunitaria, produciendo altos índices de desigualdad social económica y cultural. Los sueños políticos fueron paulatinamente desplazados por aspiraciones económicas”. Desde esta perspectiva, Olea habla de una escritura que productiviza una representación del efecto dictadura, luego de las acciones de la revolución social iniciada el 18 de octubre pasado, podríamos referirnos a un corpus de textos literarios que se mueven en la órbita de representaciones del efecto neoliberal. Escritura que elabora una experiencia del lenguaje en clave intersubjetiva abriendo los relatos en su naturaleza dialógica y convocando a sujetos pluralizados en la ficción, generando entre ellos y los lectores un vínculo de solidaridad histórica.

Referencias

Arendt, Hannah. ¿Qué es la política? España: Ediciones Paidós, 1997.
Lemebel, Pedro. Tengo miedo torero. España: Seix Barral, 2014.
Plaza, Daniel. Desierto. Santiago: Narrativa Punto Aparte, 2018.
Prado Bassi, Eugenia. Advertencias de uso para una máquina de coser (segundo borrador). Santiago: Editorial Moda y Pueblo.
Olea, Raquel. Variaciones. Ensayos sobre literatura y otras escrituras. Santiago: Cuarto propio, 2019.
Uribe, Arelis. Quiltras. Santiago: Los libros de la mujer rota, 2016.
Martínez, Pilar. Yerbas de sangre. Santiago: Libros La Calabaza del Diablo, 2019.