Descentrados Chile

Buscando los “orígenes”; buscándose a sí mismo. Un análisis de la película Lion.

Fotografía: Película Lion (2017)

 Por Irene Salvo Agoglia & Chandra Kala Clemente-Martínez
Grupo de Investigación AFIN, Universidad Autónoma de Barcelona.

Esta columna es parte de la colaboración entre tres proyectos de investigación realizados en Chile y España, enmarcadas dentro de una investigación comparativa más amplia (1). A partir de un análisis narrativo de la película “Lion”, examinamos algunas cuestiones centrales en relación con la construcción del parentesco, “los orígenes” y la identidad.

Las narrativas sociales que circulan sobre la adopción, tanto en los medios de comunicación, como en el campo de la investigación y de la intervención psicosocial, se han centrado en las madres y padres adoptivos y solo más recientemente en la perspectiva de las personas adoptadas. Durante las últimas tres décadas, los procesos de búsquedas de orígenes, contactos y encuentros entre adultos adoptados y sus familiares de origen se han vuelto más frecuentes alrededor del mundo. Esto ha suscitado un creciente interés social, científico profesional hacia la adopción, visible tanto en la proliferación de estudios sobre el tópico, como en su presencia en los medios de comunicación, películas, series de televisión, cuentos y debates sociales.

Los contactos familiares y los reencuentros entre personas adoptadas y sus parientes biológicos son cada vez más recurrentes. En el ámbito cinematográfico, diversas producciones audiovisuales, como Philomena, October Baby, This is us, han abordado la temática. En este sentido, la película Lion (2017), basada en el libro autobiográfico Un camino a casa, escrita por Saroo Brierley y guionizada por Luke Davies, se une a una creciente lista de recursos audiovisuales que representan las vidas de los adoptados y sus procesos de búsqueda de orígenes.

Antes de la adopción: Los orígenes y las inequidades globales y locales.

 Una nube de mariposas danzando en el aire, una estación de trenes, rieles, túneles, puentes, un tanque de agua, el canto colectivo de un grupo de niños en un hogar. Imágenes sugerentes y metáforas encantadoras, dramáticas e incluso “milagrosas”, columpian los sillones de los espectadores para transformarnos en los compañeros de Saroo, siguiendo su viaje emocional, sensorial y físico entre tiempos, espacios geográficos, personas, relaciones y experiencias.

La historia comienza en 1986 en Ganesh Talay, un pequeño pueblo de la India ubicado en Khandwa, Madhya Pradesh, donde Saroo, un niño de cinco años vive con su madre, su hermano mayor Guddu y su hermana menor, Shekila. Luego de acompañar a Guddu a trabajar, su vida da un giro dramático al subirse en un tren a descansar. Inesperadamente, el tren se pone en marcha y en cuestión de horas, el protagonista es transportado a cientos de kilómetros de distancia de su hogar. Tras un intento fallido de comprar un billete de tren de vuelta a casa en una abarrotada estación, por la noche Saroo se une a un grupo de niños/as que viven en situación de calle. A la mañana siguiente conoce a Noor, una joven en la que confía y a quien le explica que quiere volver a casa. Noor lo lleva a su casa y lo alimenta. Un hombre extraño llega a casa de Noor e intenta ganar la confianza de Saroo. El instinto de supervivencia de Saroo se despierta al huir de Noor, probablemente, salvándose de un destino de explotación sexual comercial infantil. El protagonista vive dos meses en la calle, hasta conocer a un joven que lo lleva a la comisaría para ser ingresado a un hogar para niños/as. Las primeras imágenes del hogar nos muestran un contexto de internamiento masivo, solitario y despersonalizado, donde se producen todo tipo de abusos.

Meses después de su institucionalización, Saroo conoce a la señora Sood, una trabajadora social bien intencionada, que le explica que ha buscado a su familia sin éxito. Saroo le pregunta: “¿De verdad has buscado a mi madre?”. Ella le responde “La he buscado por todas partes”, responde la señora Sood. No obstante, el medio de búsqueda consiste en un aviso publicado en un diario de Calcuta, lo cual resulta absolutamente ineficaz considerando que la familia de Saroo no puede leer ni tiene acceso a un periódico. Las investigaciones con las cuales dialoga este texto han podido constatar este hecho. Por ejemplo, en Nepal, un contexto de pobreza parecido al indio de Saroo impide que muchas familias tengan acceso a un nivel básico de educación y, por tanto, muchas de ellas son analfabetas. Por otra parte, aunque en Chile la tasa de alfabetización es muy alta, la inequidad estructural sitúa a muchas familias de origen de escasos recursos en un lugar altamente exigido, con insuficientes apoyos del Estado para ejercer la crianza y apropiado cuidado de sus hijos/as.

 Conociendo a la familia adoptiva.

 La señora Sood introduce la idea de la adopción a Saroo, explicándole que una pareja australiana está interesada en adoptarlo, lo que lo enfrenta a la dolorosa paradoja de constatar todo lo que ha perdido y, al mismo tiempo, a la posibilidad de tener una nueva familia. La pareja que desea adoptarlo recibe cierta información sobre Saroo, algunas fotografías y comienzan a imaginarlo como un posible hijo. Los padres adoptivos suelen realizar una serie de trabajos de parentesco a través del proceso de emparentamiento, para construir una relación significativa, legítima y permanente con el niño/a. Por su parte, como se suele hacer en las adopciones, Saroo “conoce” por primera vez a sus futuros padres a través de un álbum de fotos que ellos elaboran para él. Echa un vistazo por encima, con algo de curiosidad. Esto muestra que, como refieren los antropólogos Diana Marre y Joan Bestard, las fotografías son una herramienta clave para crear apego, buscando aspectos que establezcan similitudes entre el niño y sus futuros padres.

Posteriormente, la Sra. Sood trata de preparar a los “niños elegidos”: nuevos modales en la mesa, ropa nueva y nuevas palabras desconocidas y divertidas. Los futuros padres adoptivos de Saroo viajan a buscarlo. La profesional que lo acompaña les presenta: “Saroo, estos son tu madre y tu padre”. Somos testigos del primer encuentro con su nueva familia: una mirada llena de esperanza mezclada con extrañeza. Se acercan cuidadosamente a él mientras él camina hacia ellos también. Sue se arrodilla, incapaz de ocultar su felicidad. Los padres adoptivos también se presentan como “mamá” y “papá”. Es de señalar cómo las nuevas nominaciones de “madre” y “padre” son introducidas por la trabajadora social sin considerar los tiempos de Saroo y su deseo y elección respecto de cómo nominar a Sue y John. Tras dicha escena, Saroo viaja hacia un mundo radicalmente diferente, bajo la mirada atenta y cuidadosa de Sue, y el paisaje imponente y contrastante de Tasmania, su nuevo vecindario, su nueva habitación. Al mismo tiempo, la contención de sus padres y el intento por encontrar formas de comunicarse y construir una nueva relación.

Construyendo la identidad: “autolocalizaciones” y búsquedas de orígenes.

 Todos los seres humanos nos construimos a través de historias y necesitamos contar con las coordenadas que, permiten intentar responder preguntas tales como: ¿Quién soy? o ¿de dónde vengo?, ¿a quién me parezco?, ¿por qué sucedió esto o aquello? Esto nos permite construir sentidos más cohesionados e integrados sobre aquello que se ha llamado “la identidad”. La identidad es una noción muy compleja, fluida, abierta y multifacética, que involucra dimensiones físicas, genéticas, culturales, étnicas, sociales, subjetivas. En particular, las personas adoptadas también necesitan contar con información disponible, completa y veraz sobre sus orígenes. Conocerlos y poder buscarlos es un Derecho Humano, contenido en los artículos 8 y 9 de la Convención de los Derechos del Niño, ratificada por la gran mayoría de los Estados a nivel mundial. No obstante, en muchos casos, pueden contar con escasa información de momentos tempranos de su historia, ya sea porque esa información no fue debidamente preservada por el Estado, sus leyes y sus instituciones, o bien, porque muchas veces no les ha sido relatada su historia de forma veraz, oportuna y apropiada. Al mismo tiempo, cada persona emprende su viaje de búsqueda de modo distinto en función de sus necesidades. Es importante tener en cuenta que la búsqueda debería ser una posibilidad, una opción, un derecho, no una obligación en tanto que no todas las personas sienten la necesidad de llegar hasta el último paso de la búsqueda, es decir, el contacto y el reencuentro con la familia de nacimiento. De hecho, se estima que aproximadamente la mitad de las personas adoptadas buscan conocer y/o contactar a algún integrante de su familia de origen, habitualmente la madre o hermanos/as de origen.

La narrativa da un salto temporal hasta la edad adulta de Saroo, durante la cual la comunicación dentro del contexto familiar y el inicio del proceso de búsqueda de orígenes se vuelven aspectos significativos. Saroo ingresa a la Universidad donde comienza una nueva experiencia que lo conectará con nuevos amigos y lo llevará insospechadamente de regreso a su India natal. En una ronda de presentaciones, Saroo relata haber sido adoptado y ser de origen indio. Comienza a desarrollar una amistad con sus compañeros de origen indio, compartiendo momentos de intimidad y confianza. Un día, en una reunión con ellos, se encontrará con un elemento inesperado: el olor y el sabor de los “jalebis”, un postre especial compartido con su hermano biológico Guddu, ahora al alcance de la mano, a miles de kilómetros de su lugar de nacimiento. El hallazgo de los jalebis dispara fragmentos de memoria: lugares, rostros, voces y olores, emociones. Saroo comienza así una frenética búsqueda interna, recuperando recuerdos sobre su lugar de nacimiento y su familia en la India y preguntándose si los volverá a encontrar.

Sus nuevos amigos le sugieren que use “Google Earth” para buscar de forma remota su lugar de nacimiento. Saroo comienza un vertiginoso viaje interior, navegando a través de esta plataforma digital, en una interacción compleja e intensa entre ubicaciones internas y externas de sí mismo. Para la antropóloga sueca Bárbara Yngvesson, las personas adoptadas que buscan sus orígenes intentan responder a la complejidad de sus orígenes múltiples, entendiendo su circulación como un proceso de evolución temporal y espacial, que ocupa posiciones simultáneamente diferentes, en un conjunto de “múltiples ubicaciones de sí mismos”, en un espacio “entre ahora y el entonces”, y entre familias, hogares de protección, relaciones afectivas, nivel socioeconómico, países y culturas. El proceso vivido por Saroo resalta lo común de las preguntas a la base de muchas búsquedas de orígenes, que intentan responder preocupaciones humanas recurrentes ¿de dónde vengo? ¿por qué fui adoptado(a)?, ¿cómo era mi familia de origen?, así como conocer algunos aspectos específicos ligados a las razones y circunstancias vinculadas al proceso adoptivo. Este es un ejemplo excelente para mostrar cómo las búsquedas de origen implican, simultáneamente, viajes interiores y exteriores, así como procesos de auto-localización, más allá de si se trata de adopciones nacionales o internacionales. En el caso de Saroo, se trata de un niño ‘perdido’, cuya familia de origen no logró ser localizada y que necesita contactarles para que sepan que él está vivo y bien. Por ello, Saroo intenta “encontrarse” en ese pasado lejano y, paradójicamente, va tomando distancia de sus relaciones actuales. Encerrado en su casa durante largos meses, se aleja de sus padres, de su novia y del mundo exterior, tratando de construir su complejo mapa identitario con coordenadas internacionales y externas que le permitirán reunir e integrar los fragmentos de su historia y sentido de sí mismo.

El padre adoptivo de Saroo hace el primer movimiento para comprender lo que le sucede a su hijo. Una vez que lo visitan, comprenden que su distancia está vinculada a un proceso crucial. En la conversación que entabla con su madre, ésta le dice: “Así que aquí es donde has estado” y Saroo le responde: “No quiero que pienses que soy desagradecido”. Saroo parece tan abrumado por la imagen de un “hijo perfecto”, que teme defraudar o ser ingrato con sus padres, quienes le han dado “todo”.  Su madre no lo cree así. Por el contrario, comprende plenamente su necesidad de localizar a su madre de origen: “realmente espero que ella esté allí; ella necesita ver lo hermoso que eres”. Las palabras de Sue desvanecen sus temores que paradójicamente lo han aislado, porque para sus padres no es amenazante, sino algo válido, valioso y necesario. Esta escena permite ahondar en el lugar que tienen los conflictos de lealtades -o fantasías que Saroo tiene al respecto-, y desarmar la antigua idea de que estas búsquedas son el resultado de adopciones que no van bien o de una falta de “gratitud”.

En nuestras investigaciones hemos conocido muchas que se parecen a la de Saroo Brierley. Las experiencias de trabajo de campo en Chile y en España revelan que los intereses, las motivaciones, las expectativas y los resultados son totalmente variables. Por lo tanto, aunque aquí nos centramos en aquellos que buscaron y/o regresaron, no podemos olvidar a la gran cantidad de personas que no sienten la misma curiosidad o necesidad de iniciar un proceso de búsqueda de orígenes. Por ejemplo, algunos estudios señalan que –en la adopción internacional –los viajes a los países de origen pueden estar más relacionados con el interés de los padres adoptivos, que con el de sus hijos/as. No obstante, también nos encontramos ante un paisaje en transformación puesto que cada vez más las personas adoptadas, por acceso a redes sociales y muchas otras razones, buscan sus orígenes. Quienes se interesan por los orígenes desean aprender más sobre ellos y comprender mejor quiénes son. Las búsquedas o los “viajes de regreso” se suelen producir debido a una constante presencia de preguntas. Las declaraciones de que “siempre faltará algo”, o la utilización de la metáfora del “rompecabezas”, son muy usadas por muchas personas adoptadas que señalan su necesidad de “rellenar” una parte de su vida en la que se sienten incompletos. Por lo tanto, las búsquedas se vuelven un intento para sumar elementos en la construcción de su identidad. Uno de los objetivos más comunes es conocer su historia antes de la adopción. El viaje de Saroo ilustra paradigmáticamente este proceso de contacto, empujado por recuerdos de su pasado que se activan gradualmente. Él siempre supo que se había perdido y su mayor preocupación era qué habría pasado con su familia de origen. La presencia de recuerdos sobre la familia o país de origen es un trampolín que da fuerza a las búsquedas. No obstante, a diferencia de este joven, muchas personas adoptadas no cuentan con un recuerdo del cual tirar, sino que nace en ellos la curiosidad sobre por qué fueron separados de sus familias de origen o entregados en adopción.

Regresando a los orígenes.

 Tras meses y meses de búsqueda desesperada, Saroo logra encontrar en el mapa su aldea: Ganesh Talay. Decide viajar a ese hogar que nunca olvidó, siguiendo el estrecho camino rodeado por las chozas de arcilla azul. Al llegar a la casa donde había vivido con su madre y sus hermanos de origen, ya no hay nadie allí. En su libro autobiográfico, el protagonista expresa el miedo que sintió en ese momento: “Ese era mi peor miedo, tan paralizante que lo suprimí casi por completo, que una vez que finalmente encontrara mi hogar, después de años de búsqueda, mi familia no estuviera ahí” (Brierley, 2013: 2).

Pese a lo anterior, el viaje a los orígenes tiene un vuelco milagroso cuando Saroo es llevado por un hombre de su aldea hasta su madre y hermana de origen, fundiéndose todos en un abrazo de encuentro en el que la pérdida del idioma nativo, no impide la conexión emocional entre todos. Cuando el film está llegando a su fin y aparecen los créditos finales, nos vemos nuevamente sorprendidos y conmovidos por nuevas imágenes personales y familiares del protagonista real de esta historia. Vemos a Saroo Brierley en su pueblo natal, Ganesh Talai, en 2013. Saroo toma las manos de su madre adoptiva visiblemente emocionada y juntos avanzan hasta encontrarse con su primera madre, Kamla. Las madres se abrazan emocionadas y Saroo se une a ellas con otro abrazo. En este nuevo círculo están los tres, con emoción, alivio, felicidad, paz, integración, pero también con dolor. La escena final muestra de forma extraordinaria la comprensión de la adopción como crianza aditiva o plural, en la línea de los planteamientos de la antropóloga francesa Anne Cadoret, en la que la biología y la elección se relacionan entre sí de manera flexible y la familia de origen, y la familia adoptiva no están en relación con la oposición, la sustitución o la exclusión, sino que, de integración y complementariedad. Estos aspectos se ven ilustrados muy bien con las palabras finales del libro autobiográfico de Saroo Brierley, palabras con las cuales cerramos también este breve análisis:

El momento en que mis dos madres se conocieron por primera vez fue un hito increíble […]. ¿Se sentiría mi madre de alguna manera menos unida conmigo cuando conoció a la mujer que me había dado a luz? ¿Le preocuparía que Kamla, mi madre, exigiera mi regreso? ¿Le resultaría a Kamla imposible conectar con mamá […]? Todas las preocupaciones se desvanecieron mientras observaba a mis madres, que me habían dado no sólo una vida, sino dos, abrazándose con lágrimas en los ojos (Brierley, 2013: 267).

No obstante, la investigación sobre los orígenes ha mostrado que, pese a una mayor tendencia a la apertura en la adopción, es difícil para muchas familias incluir a las primeras familias en sus narrativas, o bien, hablar abiertamente sobre lo que sucedió antes de la adopción. Esta lucha se vincula con la importancia dada a los lazos biológicos y la familia nuclear en la noción occidental de familia, donde existe una correspondencia entre el nacimiento y la familia social y donde una familia viene a sustituir o reemplazar a otra.

Finalmente, lo que sucede tras los primeros contactos también es imprevisible. Si bien es cierto que las “rupturas” después de los contactos son pocas, es necesario tener en cuenta la influencia de los años de separación y de los contextos tan diversos en los que se ha nacido y luego crecido, pueden influir en el conocimiento y las relaciones que puedan construirse con estos parientes. Por ejemplo, varias de las personas de origen chileno entrevistadas por Irene Salvo Agoglia o de origen nepalí, entrevistadas por Chandra Kala Clemente en España, muestran que, en diferentes grados, han (re)incorporado a su familia de nacimiento en su universo familiar más amplio. Por otro lado, hay personas que se sienten desconectadas, que reconocen la relación biogenética pero no necesariamente necesitan construir una conexión significativa. Ello revela que los reencuentros pueden revelar similitudes, pero también diferencias. Además, ambas partes podrían tener diferentes expectativas de los resultados de la búsqueda. Mientras algunos parientes de nacimiento podrían querer tener una relación continua, las personas adoptadas podrían no querer cumplir con estas expectativas, o viceversa. También las personas adoptadas podrían sentirse decepcionadas si sus parientes no cumplen con sus expectativas. Es por ello que, todo proceso de búsqueda es único y singular, como bien lo señala el propio protagonista de esta historia:

Mis deseos para mí son menos claros. Incluso cuando vertí todos mis esfuerzos para rastrear mi ciudad natal y mi familia, nunca buscaba con la esperanza de volver de alguna manera a la vida que había perdido. No se trataba de tener que enderezar un error ni de querer volver a donde ‘pertenezco’ (…). Quería saber de dónde vengo, para poder mirar un mapa y señalar el lugar en el que nací, y arrojar luz sobre algunas de las circunstancias de mi pasado. Sobre todo, aunque traté de mantener mi expectativa bajo control como seguro contra la decepción, esperaba encontrar a mi familia india para que supieran lo que me había pasado. Mis lazos con ellos nunca se pueden romper y estoy profundamente agradecido de saber que tenemos la oportunidad de renovar nuestra conexión. Pero no estoy en conflicto acerca de quién soy y dónde llamar hogar. Ahora tengo dos familias, no dos identidades. Soy Saroo Brierley (Brierley, 2013: 271).

(1) Proyecto REPROMOB PID2020-112692RB-C21/AEI/10.13039/501100011033; Proyecto FONDECYT N°3170338 “Adopciones en Chile: La construcción de narrativas sobre los orígenes y la Identidad” (IP: Irene Salvo Agoglia) y Tesis Doctoral “Volver a los orígenes. Relacionalidad y biografía en las adopciones transnacionales españolas-nepalíes”, Departamento de Antropología Social y Cultural de la Universidad Autónoma de Barcelona (Autora: Chandra Kala Clemente).

 Referencias 

Brierley, S. (2013). A Long Way Home. Penguin.

Cadoret, A. (2003). Padres como los demás: homosexualidad y parentesco. GEDISA.

Carsten, J (2000). “’Knowing Where You’ve Come from’: Ruptures and Continuities of Time and Kinship in Narratives of Adoption Reunions. The Journal of the Royal Anthropological Institute, 6(4), 687- 703.

Marre, D. & Bestard, J. (2009). The Family Body: Persons, Bodies and Resemblance. En Edwards, J. & Salazar, C. (eds). European Kinship in the Age of Biotechnology (64-78). Berghahn Books.

Yngvesson, B. (2003). “Going “Home”: Adoption, Loss of Bearings, and the Mythology of Roots. Social Text 24(1), 7-27.