Por Carlos Benítez Cabrera
Investigador postdoctoral DI. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
Hace un tiempo estaba haciendo scroll en una red social. Me apareció este meme: una foto de Jacques Lacan con la cita: “Cada uno alcanza la verdad que es capaz de soportar”. Me pareció extraña. Es decir, no tengo una lectura definitiva y/o conocimiento acabado de la obra lacaniana para señalar indiscutiblemente: “Es apócrifo”. Sin embargo, el fragmento me despertó muchas dudas: la primera de ellas es la preocupación por la verdad; en segunda instancia lo simple, y taxativo, del enunciado. Tercero, la certeza de haber leído la idea en otro lado. Entonces, empecé a indagar en mi cabeza e intentar recordar dónde lo había leído. Claro, hay características en el fragmento que brindan pistas: la preocupación por esa verdad ‘absoluta’, la gradación en el conocimiento de dicha verdad y la visión pesimista del sujeto: un sujeto de la civilización de la decadencia.
Las pistas que tenía a mano, en principio, conducían a Nietzsche. Repasé mis lecturas juveniles y di con la fuente: Más allá del bien y el mal. Efectivamente, en el aforismo 39 de dicha obra señala el pensador alemán: “[L]a fortaleza de un espíritu se mediría justamente por la cantidad de «verdad» que soportase o, dicho con más claridad, por el grado en que necesitase que la verdad quedase diluida, encubierta, edulcorada, amortiguada, falseada”. Con esto no estoy negando la posibilidad de que Lacan haya apuntado lo mismo o lo haya parafraseado; insisto, mi ignara de la obra del francés es considerable. Sin embargo –y circunstancialmente–, la evidencia, en la forma como en el contenido, me conduce a desechar la posible autoría de Lacan del fragmento apuntado. Por lo que entiendo, la trayectoria intelectual del psicoanalista lo alejaría —en principio— del pensamiento nietzscheano; no obstante, siempre cabe la posibilidad de una influencia no sistemática. Asimismo, el fragmento carece de verosimilitud: –dado el contexto donde me lo ‘encontré’ y la ‘presentación’ revela un gran problema: más allá de la fotografía, adolece de referencia, no indica una obra, un año, un ‘algo’ con lo que se pueda contrastar el fragmento. Pareciera como si una imagen valiese lo suficiente como para descartar cualquier planteamiento sobre la fuente.
¿Por qué me interesa un meme con una frase que más que certeza me produce dudas? El adagio popular reza que ‘para muestra un botón’. Mi interés en este meme/frase es precisamente porque actúa como ‘botón’ de un problema bastante atingente de nuestros tiempos. Esta muestra da cuenta de lo que llamo –y provisoriamente— “crisis de la referencia”. Con esto quiero nombrar a ese conflicto que surge ahí donde un fragmento de conocimiento o información no puede ser contrastado con una fuente verosímil y de acceso democrático. Es decir, la inexistencia de un marcador que refiera a la fuente de un objeto. El resultado de un enunciado problemático y/o inscrito en este conflicto es que indefectiblemente producirá un conocimiento defectuoso y sin base que lo respalde. Lo anterior, si el sujeto no es capaz de comprobarlo o descartarlo por sus propios medios. Dicho de otra manera: si yo no tengo la capacidad para comprobar una información y acepto sin reparar su carácter de ‘verdad’ caería en la difusión de una mentira. De tal manera que se estaría construyendo un conocimiento falso que no aporta en nada en el desarrollo de la episteme.
Ahora bien, cualquier persona puede interpelarme diciendo: “de acuerdo ‘crisis de la referencia’, pero ¿cuál es la relevancia de todo esto?” Efectivamente entendería esta posición. Hasta cierto punto, la influencia que pueda tener, o no, Lacan en nuestras vidas es limitada, la producción de un conocimiento hiperespecializado no altera el día a día de la gran mayoría. Por ello precisamente digo que esto es una muestra de un problema. Como lo entiendo, la crisis de la referencia tiene otras manifestaciones que poseen un aterrizamiento más directo en la cotidianidad. Entre esas manifestaciones de esta crisis se encuentra la de las Fake News. El propio nombre revela el problema Fake News, noticias falsas.
En la actualidad las noticias falsas son un problema considerable en toda la cadena de producción de lo político-social. Pensémoslo de la siguiente manera: La ‘propaganda tendenciosa’ no es un objeto nuevo en los debates públicos y de todo tipo. Desde siempre cada contrincante, cada posición, ha tirado para su lado enalteciendo su quehacer y denostando el de su contrincante. Se ha mentido y engañado: designio divino, civilización, etc., son nombres que se le han dado a esa propaganda. La diferencia es que ese proselitismo, su propensión a X o Y, se presentaba de manera subjetiva: los enunciados tenían un sujeto claro detrás; sabíamos quién decía qué y el fin que perseguía con esta distorsión de la verdad; el receptor estaba sobre aviso para lidiar con ello y con el discernimiento de la falsedad o no de las promesas. La propaganda política casi siempre tendía a un compilado de promesas que no necesariamente eran mentiras; es decir, la necesidad de la que surgía era cierta, lo falso era la promesa de remediarla. Las fakes news muestran un rostro diferente a la tradicional propaganda. En primera instancia, las noticias falsas no deforman una verdad como mediación de su telos; generan un hecho nuevo. Es decir, las fake news buscan instalarse como una objetividad que surge de un hecho de manera directa, esto es, sin estar mediado por nadie, la idea de imparcialidad.
Las fakes news se imbrican en el tejido social para desde ahí conseguir su fin. A diferencia de la propaganda política tradicional, en la cual se utilizan medios del mainstream, sea prensa, radial o televisiva, las fake news tienen una circulación más ‘informal’: están pensadas para circular a través de las redes sociales y sistemas de mensajería privadas. Las fakes news juegan con esa ambigüedad. Ambigüedad en el sentido de que, si bien se refiere a la superestructura, al Estado, su circulación se da en el espacio entre lo público y lo privado de los sujetos. A diferencia del ejemplo con el que comienza esta columna, las fakes news tienen como fuente –en la mayoría de los casos– “el amigo de un amigo”, “un conocido de un pariente que trabaja cercano a tal o cual autoridad”. Lo hemos vivido, basta recordar el sinnúmero de especies que corrieron durante el estallido social.
En la circulación ‘privada’ ciertamente que el daño de las fake news era relativamente bajo; el problema es que en los últimos tiempos esta forma de generación de nuevas verdades ha trascendido al espacio más público. La propaganda política ha sido relegada a los espacios eleccionarios, mediados por todo un aparataje que busca regularla, siempre en persecución de la objetividad –piénsese por ejemplo en los espacios televisivos, la financiación proporcional del Servel (Servicio Electoral)–. A contrapelo, el uso de las fake news se ha descontrolado y son ocupadas por candidatos y políticos tradicionales, sin ningún tipo de control. Recordemos dos ejemplos paradigmáticos: El otrora presidente de EUA, Donald Trump, cuya difusión, uso y abuso de esta estrategia comunicativa le valió el veto de la red social Twitter y Facebook hasta por lo menos enero de 2023. En el caso de Chile, fue un candidato a la presidencia, el ultraderechista J.A.K. quien echó mano a la estrategia de poner en circulación noticias falsas en aras de lograr la presidencia. Y en este punto es menester hacer una salvedad: las fake news buscan instalar una ‘verdad’ que está más allá de un candidato; tienden a la consecución de un fin que es ideológico. De ninguna manera son una retórica vacía, tienen un fin claro que va más allá de lo que se está diciendo. Claro, no importa que el dispositivo sea desactivado, la ‘rectificación’, ello porque, como el ejemplo del meme del comienzo, la duda ya quedó sembrada.
Ojo, esta reflexión no es azarosa, de ninguna manera. Quería llamar la atención sobre las fake news por el rol que están jugando en un momento decisivo de la historia nacional. Estamos a meses de votar por aprobar o rechazar una nueva Constitución que guíe el país cuando menos los próximos 20 años. La campaña de desprestigio y desinformación de la derecha empezó desde el momento en que comenzó a sesionar la Convención Constituyente. Hasta el hartazgo hemos escuchado la falsedad sobre la apropiación de los fondos de pensión, nacionalización de propiedades y otras tantas ideas descabelladas. La forma de luchar contra esta campaña es entonces producir un conocimiento que se ate a una fuente creíble, en este caso, el borrador que ha sido liberado desde la convención y socializar comunitariamente la lectura, opiniones y pareceres en torno al texto constitucional.