Por Mirennis Sánchez Mora
Directora Descentrados
Hace unos años encontré un viejo casete, cuya lista traigo a mi memoria en tardes de invierno. Sin darme cuenta, hasta hoy, que experimento una sensación de calma con esos temas, a ratos saltados en playlists mezcladas del Spotify. Para mí, es una especie de reliquia, de Soundtrack, de “mi trayectoria” de vida. Y da un poco lo mismo el género musical, porque de gustos no hay nada escrito, pues, ya sea como arte, ciencia o lenguaje, la música ha estado siempre ligada a la vida humana, “según se le considere en relación con los sentidos, los sentimientos y la afectividad, la inteligencia, la sensorialidad, el lenguaje o la moral”. (Carretero Hernández, D, 2022, p.3).
No cabe duda de que “(…) Desde el momento del nacimiento tenemos predisposiciones biológicas que nos acercan al ritmo, cuyos efectos se reflejan fisiológicamente de manera natural (por ejemplo, en el ritmo cardíaco y respiratorio); y también a las emociones y los afectos, siendo la melodía de nuestros sollozos nuestro primer acto verbal que comunica necesidades y estados emocionales a quienes nos quieren y nos cuidan.” (Ubach, 2021).
Se ha constatado que a través de la música se han facilitado avances significativos en el trabajo terapéutico con niñas y niños, adultos mayores, adolescentes, jóvenes, profesionales del ámbito de la salud, entre otros grupos “(…) buscando optimizar su calidad de vida y mejorar su salud física, social, comunicativa, emocional e intelectual y su bienestar” (Ubach, 2021, p.16).
Uno de los grandes desafíos de la sociedad chilena actual dice relación con las políticas públicas de cuidado, reflejadas ya en el artículo 50 de la nueva Constitución que se votará el 4 de septiembre próximo:
“El Estado reconoce que los trabajos domésticos y de cuidados son trabajos socialmente necesarios e indispensables para la sostenibilidad de la vida y el desarrollo de la sociedad. Constituyen una actividad económica que contribuye a las cuentas nacionales y deben ser considerados en la formulación y ejecución de las políticas públicas.” (Art 50).
La declaración de este derecho ha sido posible, en gran medida, al trabajo de cuidadoras, que, organizadas desde la sociedad civil, han colocado sobre la mesa la necesidad de una sociedad que cuide.
Pero, y esto, ¿Qué tiene que ver con la música?
Pues bien, desde el ámbito científico hay estudios que señalan que “la musicoterapia puede favorecer una relación positiva entre las personas enfermas y sus cuidadores, mediante la participación social, la conexión interpersonal, la calidad de la relación y el bienestar personal” (Baker et al., 2018; Tamplin et al. 2018; Unadkat et al., 2017, citado por García Valverde, 2021, p.17). En este sentido, la música se constituye no solamente en un producto cultural, sino que abre un mundo de posibilidades hacia el autocuidado de las personas cuidadoras.
Según Revuelta (2022), el avance hacia una sociedad cuidadora implica, entre otros elementos, la necesidad de “Generar alternativas de corresponsabilidad en los cuidados que permitan a las cuidadoras principales tomar descansos como parte del necesario autocuidado” (Revuelta, 2022); entendido como una estrategia para promover la autorresponsabilidad de las personas en el cuidado de la propia salud (Cancio-Bello Ayes, C.et.al: 2020, p.3), “ya que el estado de salud de una persona depende, en gran medida, de los cuidados que se brinde a sí misma”.
Pero tal como lo señala Wright Mills, “La Promesa” de la imaginación sociológica radica en saber conectar la “biografía” con la “historia”, y extrapolando la mirada, “la imaginación” de las políticas públicas de cuidados deberá considerar una perspectiva holística, desde un enfoque de género, territorial, intersectorial y universal.
Y he aquí un desafío mayor, considerar las vivencias y la realidad de las /os cuidadoras/es, no solo con políticas universales, sino con programas específicos que permitan un acompañamiento para su bienestar físico y psicológico, ofreciendo herramientas de autocuidado. Y si el arte (la música en nuestro caso), sirve para hacer un cambio, pues hasta el arte al fuego, “para avivar la llama”.
Referencias
Carretero Hernández, D. (2022). Breve recorrido histórico de la música en la vida del hombre. Revista Científica Cultura, Comunicación Y Desarrollo, 7(2), 10-15. Recuperado a partir de https://rccd.ucf.edu.cu/index.php/aes/article/view/351
Esther García Valverde (2021). La composición terapéutica de canciones basada en el autocuidado de los cuidadores de personas con demencia. Consultado agosto de 2021. Disponible en https://gredos.usal.es/handle/10366/149391
Revuelta, Beatriz (2022). Cuidarnos, cuidar y que nos cuiden: el camino que Chile debería emprender. Revista Digital Descentrados. mayo 2022. Disponible en https://descentrados.cl/feminismos-y-masculinidades/cuidarnos-cuidar-y-que-nos-cuiden-el-camino-que-chile-deberia-emprender/
(Ubach-Mezcua, Mateu 2021). Hogar de arrullos: un proyecto de intervención a través de la musicoterapia con pacientes paliativos pediátricos y sus familiares. Consultado agosto de 2022. Disponible en https://reunir.unir.net/handle/123456789/12002
Cancio-Bello Ayes, C. ., Lorenzo Ruiz, A. ., & Alarcó Estévez, G. . (2020). Autocuidado: una aproximación teórica al concepto. Informes Psicológicos, 20(2), 119–138. https://doi.org/10.18566/infpsic.v20n2a9