Por Ana Niria Albo Díaz
Socióloga y profesora universitaria
Cuidar es amar. Pero ojo, no romanticemos el asunto. Muchas veces se cuida por necesidad, porque no hay otra opción de empleo. Entonces, el rol de las cuidadoras es casi invisibilizado. La sociedad las borra: esas chachas, señoras que ayudan, las asesoras del hogar … Son parte de la casa, de su vida diaria, de su supervivencia, a la par que el ejemplo más claro de las estructuras de las sociedades de clase. Viven una vida que finalmente no les pertenece. La Nana (2009) película de Sebastian Silva, parece dar cuenta de la vida entre señores y domésticas y entre lo que la investigadora social María Ángeles Durán reconoce como el cuidatoriado (2018).
El cuidatoriado ha sido definido como una clase social emergente donde se agrupan a quienes necesitan cuidados y a quienes lo prestan (Durán, 2018). Aunque para esta investigadora se trate de una clase de países desarrollados, cada vez más sociedades en vías de desarrollo, de alta influencia neoliberal, como la chilena, presentan una formación similar. Se trata de cuidadoras remuneradas con un pago escaso que se sitúan en una escala desfavorecida en el mercado laboral y que reproducen la herencia histórica de una actividad patriarcalmente diseñada para las mujeres, a partir de la excluyente división sexual del trabajo. “Tanto esa condición como su dispersión espacial, su relación personal estrecha con las personas a las que prestan cuidados y el hecho de ser mujeres, dificulta que se constituyan en organizaciones sindicales de carácter reivindicativo” (Batthyány, 2020, p. 44).
América Latina ha dado cuenta de los estudios sobre cuidados como conocimiento específico en los últimos veinte años. Los orígenes de este interés radican en el aumento de las tensiones que las funciones que realizamos las mujeres en el mercado de trabajo, la concientización de las desigualdades de género y la externalización de los cuidados más allá de las familias.
La perspectiva que ha primado en países como Chile es la de regímenes de cuidado liberal, donde el actor que provee los cuidados privilegiados es el mercado. Sin embargo, pareciera que solo la economía del cuidado es lo que importara, cuando existen miradas más emocionales en las que se pone atención no solo a la reproducción de personas en el sentido biológico, sino que el cuidado “tiene como objetivo la reproducción de personas con características necesarias sin las cuales no podrían funcionar en la esfera mercantil” (Batthyány, 2020, p. 11).
Raquel, la protagonista de La Nana, lleva más de 20 años conviviendo con la familia Valdés. Les ha servido por más de 20 años. Ha visto crecer a los cuatro hijos Valdés, que siente como suyos (incluso tiene los conflictos con la hija, como si fuera la madre). Ante los impactos del paso del tiempo en Raquel, la señora de la casa se da cuenta que ya necesita ayuda. Sin embargo, Raquel no quiere a nadie en ‘en su pequeño reino’ y le hace la vida imposible a todas las nanas que llegan a probar. Solo Lucy cambiará esta situación. Ese es el plot de esta cinta que aún después de tanto tiempo sigue cautivando a sus espectadores.
Los subterfugios de Raquel, su psicología, su neurosis posesiva, nos ayudan a pensar un poco en ese cuidatorio del que habla Durán. La guerra continúa con cada una de las posibles ayudantes y el deterioro de la salud de esta mujer nos habla de cuestiones que también deberían formar parte de las agendas de los estudios sobre cuidados. Tal vez una de las cuestiones más relevantes sería, ¿Quién cuida de las cuidadoras? Esta es una cinta que, aunque aborda el tema, no enjuicia la economía del cuidado. Su director no deseaba hacer un cine social, aunque esto podría ser discutible.
Esa relación, ¿aleja o acerca a las clases sociales? “Depende mucho de cada familia y de su educación. Hice la película porque a pesar de las buenas intenciones entre empleador y empleada, las relaciones son muy ambiguas: surgen rasgos humanos, cariño, pero de fondo está el dinero. En Chile hay más de 500.000 nanas. No es un capricho de la sociedad, sino parte de nuestra idiosincrasia, del sistema”. Por eso, sostiene Silva, su filme no es social, no quiere dar un mensaje político. (El País, 2021).
Discrepo de Silva. Se trata de un filme psicológico en el que el espectador pasa por varias sensaciones frente a su protagonista y su historia. Raquel nos lleva de la lástima, al miedo y luego a la risa. Como ocurre con la brasileña Domésticas (2001) de Fernando Meirelles, lo que está estructuralmente diseñado para ser invisible, se va mostrando de a poco. El arma fundamental en este caso es la ironía sutilmente utilizada para mostrar a esta familia burguesa con sus manías y sus secretos y como parte de ellos, pero sin serlo, una desajustada mujer que vive en un estado opresivo. Y eso ya lo vuelve un filme de denuncia social, aunque su director no lo declare.
En medio del egoísmo atroz que marca la psicología de Raquel, se ponen frente al espectador aspectos fundamentales del cuidatorio. El proceso de recepción nos pone ante un filme social, aunque no esté explícita una denuncia a la estructura que sustenta las desigualdades del cuidatorio. Por un lado, la relación psicológica que ha establecido Raquel con los hijos de los señores, de altos niveles de posesión y, por otra parte, que una de las nanas que apoye sea una peruana, joven inmigrante; son ambos momentos importantes de caracterización de una realidad ficcional entorno a los cuidados en Chile.
Entonces no podemos hacer otra cosa que pensar en el concepto de cadenas globales de cuidado. Este ha surgido dentro del marco de la denominada economía de cuidado y vincula las migraciones femeninas y el cuidado desde perspectivas centradas en los estudios de género y la Sociología. Ha sido especialmente pertinente para algunos países de la región andina (Ecuador, Bolivia, Colombia, Perú, Paraguay) que tienen fuertes oleadas de mujeres migrantes que terminan laborando como cuidadoras en países de la región con unos supuestos niveles más elevados de desarrollo como Argentina y Chile. Y precisamente ha sido Chile el país donde mayor cantidad de estudios sobre las cadenas globales de cuidados se han concentrado como país receptor, sobre todo de mujeres peruanas y bolivianas (Arriagada, 2020).
Por tanto, cuando la muchachita peruana aparece como la posible ayudante de Raquel, Silva no está mostrando algo muy distinto de la realidad. Todos saben que eso podría ser lo más cercano a la realidad. No solo por lo que dicen las estadísticas y los estudios, como ya hemos señalado, sino porque la veracidad de una historia como la que está contando, también se sustenta en pequeños detalles como el hecho de pagar dos salarios para nanas obliga a los Valdés a que uno de ellos no sea tan elevado, y esta inmigrante peruana, podría cumplir con ese requisito.
La interpretación de su situación como natural y la fuerte inercia de la división tradicional del trabajo entre hombres y mujeres, dificulta la aparición de organizaciones con carácter reivindicativo. Los cuidadores perciben su relación con los sujetos cuidados como fundamentalmente individual, interpersonal, y no como una condición estructural imprescindible para garantizar la subsistencia de un sistema económico y social” (Batthyány,2020, p. 44).
Este fragmento que forma parte del libro de 2020 Miradas latinoamericanas a los cuidados, bien pudiera ser una lectura de esta película que ponemos hoy sobre nuestro lente social. Raquel ha naturalizado, familiarizado, su relación con los Valdés a tal punto, que se cree integrante de esa familia, toma alguna que otra decisión que le delata. Como esa escena en la que limpiando despierta a la hija de los señores a pesar de que estos le han dicho que no lo haga; cuando espera un regalo de cumpleaños que evidentemente superaría la barrera de la estructura de clases establecida y naturalizada socialmente, pero que ella ha olvidado al creerse familia, o simplemente cuando se deshace del gato. Esa delgada línea de no saber si es o no de la familia, se evidencia muy bien en la escena en la que el hijo mayor hace una broma a su padre, burlándose, mientras Raquel está oyéndoles, riéndose cerca de la puerta… no puede compartir su risa, pero tampoco puede dejar de hacerlo con cariño… ¡Ah! El ama lo deja rápidamente claro: “¡Cierra la puerta!”, le dice a su hijo).
Hay en el filme dos elementos importantes a señalar si de estudios sobre cuidados estamos hablando: la cuestión de la relación violenta de Raquel con las otras nanas que nos habla de relaciones de alteridad, diversas cada una: con Mercedes (la nana casi adolescente peruana) ella se siente superior y hay rasgos de xenofobia evidente; con Sonia la cuestión de elementos violentos trasciende cualquier intento de relacionarse y con Lucy se devela el “otro”, el diferente, la posibilidad de dejar de ser autómata y volver a ser humana. Aparece justamente con este personaje lo que podemos señalar como crisis de los cuidados y que se refiere fundamentalmente al poco interés de la familia en Raquel más allá de la rutina diaria.
Lucy le hace ver poco a poco a Raquel que ella también es un sujeto de derecho. La precariedad de la cuidadora, en este caso no se corresponde únicamente a las tantas denuncias feministas en torno a la no remuneración, o los bajos salarios. Silva está, sin proponérselo, yendo un poco más allá. Los elementos espirituales que tienen que ver con la sexualidad de Raquel, los placeres del alma y del cuerpo, la búsqueda de relaciones sociales fuera del marco de la servidumbre, son elementos cuya ausencia habían convertido a esta mujer en casi un autómata.
Por otra parte, Carol Thomas (2011) propone siete dimensiones asociadas al concepto multidimensional del cuidado que bien pueden marcar el pulso de un análisis sobre este filme, aunque solo hablaremos de tres de ellos. Sobre la naturaleza de los cuidados, el dominio social en el cual se localiza la relación de cuidados, el carácter económico de la relación de cuidados y el marco institucional y la localización física en la que se presentan los cuidados ya se ha tratado en este texto con anterioridad.
El primero de ellos, la identidad social de la persona cuidadora, es tal vez el elemento más expuesto en la película. De Raquel logramos obtener casi todos los elementos de su identidad. Ha dejado de ser cualquier otra cosa para ser solo la cuidadora. Ha perdido la posibilidad de desarrollar su propia maternidad y ha vivido la ajena como propia; ha perdido la posibilidad de encontrar compañía fuera de la casa de los señores.
El segundo de los elementos que señala Thomas es la identidad social de la persona receptora, que se refiere a las características sociales de la persona que recibe cuidados y a su grado o situación de dependencia. Aquí sencillamente debemos situarnos en un análisis que excede los estudios sobre cuidados y se cruza con los de clases sociales. Los niveles de dependencia de la familia Valdés con Raquel tienen que ver básicamente con una relación socioclasista más allá de una necesidad real. La dependencia, la necesidad de los cuidados es totalmente construida. Al punto que la solución ante la enfermedad de Raquel nunca es ayudar todos un poco, si no contratar a otra asesora, justo en un hogar donde conviven con dos adultos dos adolescentes y un niño.
El tercer elemento tiene que ver con las relaciones interpersonales entre la cuidadora y la receptora de cuidados, otro elemento visibilizado en el filme y que ha sido tratado con anterioridad. Tal vez una nota importante sería la relación de Raquel con la señora de la casa. Raquel la admira. Ha construido un paradigma en torno a esta mujer. La quiere imitar en todo, sobre todo en lo externo, cómo se viste, lo que hace, como come. Mientras que la señora pareciera manejar un sentimiento de culpa que más que asociados a Raquel, lo está a la reproducción estereotipada del rol femenino hacia lo privado que dicta la realización de las labores hogareñas y de cuidado por la madre/esposa hacia la familia.
A propósito, Batthyány señala:
A su vez, la noción de cuidado en las políticas de protección y bienestar social se ha vuelto clave para el análisis y la investigación con perspectiva de género. Se trata de un concepto sobre el que existen varias definiciones y está aún lejos de ser una noción de consenso. Por su riqueza y densidad teórica, el cuidado es, tanto en la academia como en la política, un concepto potente y estratégico, capaz de articular debates y agendas antes dispersas, de generar consensos básicos y de avanzar en una agenda de equidad de género en la región latinoamericana (Batthyány, 2020, p. 40).
Aunque han pasado más de 10 años, La Nana sigue siendo una película de culto. Se trata de ese cine que no se puede dejar de ver. Esa película que te mueve el piso y te llena de preguntas. A pesar del paso del tiempo, el tema de los cuidados y las cuidadoras en la misma nos obliga a pensar en la relevancia y pertinencia de los cinco principios orientadores para una política de cuidados feminista y sindical en la nueva Constitución. La sostenibilidad de la vida; el cuidado como un derecho humano; el estado cuidador como orientación de nuevos servicios públicos; el cuidado plural, plurinacionalidad o pluriculturalidad de los cuidados; corresponsabilidad social; desmercantilización y des-subsidiarización de los cuidados; el reconocimiento del trabajo de cuidados no remunerado como trabajo que genera riqueza. Cada uno de ellos deberá proporcionar la guía correcta para unas mejores políticas, pero sobre todo para lograr que a la larga cuidadoras y cuidadores sean también cuidados.
Referencias
Arriagada, I. (2020) “La injusta organización social de los cuidados en Chile.” (comps.), Araujo N. & H. Hirata. El cuidado en América Latina. Buenos Aires: Fundación Medifé.
Batthyány, Karina (2020). Miradas latinoamericanas a los cuidados. Buenos Aires: CLACSO Mexico y Siglo XXI editores.
Durán, María Ángeles (2018). La riqueza invisible del cuidado. Valencia: Publicaciones de la Universitat de València.
Milan, Nayareth Quevedo (2022). Los cuidados en la nueva constitución de Chile. 8 septiembre 2021. 21 julio 2022. https://publicservices.international/resources/news/los-cuidados-en-la-nueva-constitucin-de-chile?id=12136&lang=es
El País, El. “La nana’, una mirada a las interioridades oscuras del hogar .” 16 abril 2010. elpais.com. 15 julio 2021. https://elpais.com/cultura/2010/04/16/actualidad/1271368801_850215.html
Thomas, Carol (2021). La economía del cuidado en América Latina. Poniendo a los cuidados en el centro de la agenda. Panamá: PNUD.