Descentrados Chile

Notas primarias sobre economía y cine chileno

Fotografía: True Touch Lifestyle.

Por Ana Niria Albo Díaz
Socióloga y profesora universitaria

La Organización de las Naciones Unidas señaló el 2021 como Año Internacional de las Economías Creativas para el Desarrollo Sostenible. El contexto pandémico permitió, ese año, repensar uno de los sectores económicos más sensibles a tanto desastre y a la vez más revolucionario. Aunque fue en 2019 cuando se adoptó la resolución A / RES / 74/198 presentada por Indonesia, parecía que se estaban anticipando a lo que vendría. Dicha resolución fue patrocinada por 81 países, un respaldo rotundo para la economía creativa que es, a menudo, mal entendida y tergiversada.

“Cuando se estaba negociando y aprobando la resolución, nadie podía haber anticipado lo que depararía el año siguiente: una Pandemia devastadora con un efecto paralizador de muchas industries”, dijo Marisa Henderson, quien encabeza el programa de economía creativa en Naciones Unidas. “Pero más que nunca, necesitamos pensamiento creativo, innovación y busca de soluciones para visualizarnos más allá de los desafíos de desigualdad y vulnerabilidad que enfrentamos a diario. Las industrias creativas, que son el alma de la economía creativa, están bien situadas para ayudar en este sentido” (ONU, 2021).

Las aproximaciones son bastantes diversas. Por ejemplo, algunos países están más cercanos a poner su énfasis en la cultura y las artes, en cambio, otros, incluyen desde la innovación hasta la ciencia, pasando por turismo, entre otros sectores en su entendimiento. Esta dispersión conceptual y teórica ha llevado a que sea muy difícil también su carácter mensurable.

El cine es una de las industrias creativas que responde a las políticas culturales y económicas. Implica una cadena de producción bastante amplia a la par que posiciona un servicio importante para las economías nacionales. En 2013 la producción cinematográfica mexicana generó el equivalente a los ingresos netos de divisas de la industria automotriz y en 2017 dio empleo a dos millones de personas en todo el mundo (Trejo, 2018).

La producción de una película, aunque realmente de cualquier audiovisual, irradia hacia muchas otras industrias creativas. Según la consultora para el fomento de la industria creativa, Olsberg Spi, el 38% del gasto de producción de una película genera ingresos en otros sectores, por ejemplo, en la música, cuando se contrata el sonido y la banda sonora para la película; en la moda, con el diseño de vestuario; y en los servicios y contratación de talentos y técnicos.

Sin embargo, como industria, el cine de la región latinoamericana necesita seguir impregnándose de nuevos modelos de gestión, capacitaciones y articulaciones. Se habla de que América Latina y el Caribe están a las puertas de un nuevo boom cinematográfico. Las razones son fundamentalmente: durante la Pandemia, fue de las regiones en exhibir un mayor nivel de adaptabilidad, si de producciones se trata y esto se demuestra en el interés creciente que tienen las plataformas streming, ya no solo en mostrar los productos audiovisuales de la región, sino en el interés por producirlas.

El cine actualmente ha logrado superar varias crisis. La primera de ellas tuvo que ver con el ascenso de la TV y su desarrollo. En varios contextos el cine hubo de abaratar costos y apegarse cada vez más al desarrollo tecnológico. El modelo tradicional de producción cambió y en la actualidad, respondiendo a la tendencia de la economía global capitalista, una gran parte del cine hoy se sustenta en plataformas tecnológicas y en la democratización de los medios. A la par, el modelo de consumo ha variado. Cada vez el cine es capaz de entrar de forma más cómoda en nuestras casas. Del reproductor de video de los 80, pasamos al control remoto de la TV y la internet de los noventa, para finalmente llegar a consumir desde las plataformas streaming.

Por otra parte, hay un proceso de internacionalización gradual y en ascenso del cine y su negocio. La economía globalizada ha obligado a los mercados nacionales cinematográficos a pensar y crear productos que puedan ser comercialmente atractivos para cualquier lugar del mundo. Los circuitos de distribución cada vez suelen ser más amplios (desde la TV hasta las plataformas digitales y ello permite circulación mundial).

La historia de las producciones cinematográficas en Chile demuestra que solo hasta la reciente primera década del siglo XXI es que se puede hablar de un verdadero boom de producción de cine chileno. Solo entre los años 2000- 2015 se han producido un total de 280 películas en salas de estreno comercial (Ojeda, 2016, p. 79). Sin embargo, producción y consumo no han ido aparejados, a pesar de que se evidencia un cambio en la forma de consumir cine, como veremos más adelante.

[…] el cine nacional tiene en promedio el 9,6% de la oferta disponible, observándose en el período 2010-2015 un aumento sostenido de participación en este ámbito. Sin embargo, en el mismo período, el cine nacional sólo alcanza un promedio de un 6,6% de la cuota de mercado, verificándose caídas significativas los años 2000, 2010, 2013 y 2014 (Ojeda, 2016, p. 81).

El Chile que tenemos hoy en materia de economías cinematográficas es heredero de las políticas culturales y económicas de los gobiernos de la Concertación Democrática. Bajo intentos fallidos de revalorizar el papel del Estado en el campo de la regulación de mercados, se continuó mucho de lo que ya se venía dando en los tiempos de dictadura (libertad de precios, rebajas de aranceles, internacionalización económica, fomento de la empresa privada, entre otros). Ante la expansión capitalista y el aumento sostenido del PIB, la reproducción social de la vida también se transforma y es cuando ocurre el crecimiento de la demanda agregada de bienes y servicios asociados con el tiempo libre y el entretenimiento (Ojeda, 2016).

Los negocios de exhibición cambiaron. Y entonces hoy nos encontramos esos grandes conglomerados inmobiliarios que generalmente pertenecen a otros espacios comerciales donde las cafeterías y tiendas son el mecanismo de venta fundamental y el cine es simplemente un gancho. El valor agregado de esta industria creativa en Chile demuestra el carácter globalizado de una economía neoliberal.

Pero todo esto se corresponde también con una voluntad política que antes no existía. Si se puede hablar hoy de una industria chilena de cine fortalecida respecto a su predecesora dictatorial, es en buena medida por la alianza gubernamental que estimuló un poco dicha producción.

En efecto, hasta el año 90 el Estado no apoyaba la producción y la creación cultural. Recién el año 90 se crea el FONDART, que en su primer concurso destino el equivalente a US$ 100 mil al sector cinematográfico. Diecisiete años después, el Estado destina un poco más de ocho millones de dólares al sector audiovisual, a través de diversos instrumentos (Fondo Audiovisual, CORFO, CNTV, Pro-Chile, etc.) (Ojeda, 2010).

Ahora, este aumento en la producción cinematográfica tiene sus lados oscuros y tal vez vale la pena señalar dos de ellos. Por una parte, la superexplotación de la fuerza laboral y por otra, la aceptación de normativas estatales para ganar determinados fondos para la producción, que no es más que una especie de adecuamiento de los ciclos productivos del cine a los ciclos financieros estatales. En muchas ocasiones pareciera que lo importante de tales asignaciones más que la calidad de los proyectos en concurso termina siendo la negociación de las cuotas de recursos.

Sin embargo, también se debe hablar de un ascenso gradual de una mayor variabilidad de actores sociales en el medio cinematográfico. Las propuestas, los intereses y los actores han modelado un hacer en Chile que no es único, sino que cada vez se parece más a ese mundo globalizado con su acumulación ampliada. La mayor parte del cine chileno forma parte de un capitalismo brutal en el que el desarrollo tecnológico, a la par que democratiza el hacer, deprecia sus inversiones; donde las relaciones sociales de producción se basan en casas productoras fantasmas y tercerizadas en las que técnicos y creativos muchas veces son explotados “naturalmente”.

Esperemos mejores aires a partir del Plan de Recuperación Inclusiva Chile Apoya, que sin dudas deberá impactar en las economías creativas a partir de influjos financieros, respaldos a emprendedores y empresarios del sector.

Referencias

Ojeda, Roberto Trejo. “Cine chileno y capitalismo neoliberal. Apuntes para una crítica de la economía política de la producción cinematográfica.” Chasqui 132 (2016): 77-100.

—. “El cine chileno en la primera década del siglo XXI: el ABC de una cinematografía neoliberal.” Revista Lindes. Estudios Sociales del arte y la cultura 1.1 (2010): 1-16.

ONU. Chile creativo. 26 febrero 2021. 27 agosto 2022. <https://chilecreativo.cl/la-economia-creativa-sera-protagonista-en-el-ano-2021/ >.

Trejo, Helga Flores. “No es cuento, el cine empuja la economía.” 6 abril 2018. BID mejorando vidas. 24 agosto 2022. <https://blogs.iadb.org/cultura-arte-creatividad/es/no-es-cuento-el-cine-empuja-la-economia-/>.