Por Paola González Fuentealba
Melódica reflexiva
Más allá del impacto social y político que ha tenido la pandemia en el mundo y en nuestro país, la música, como siempre, ha sido ese “salvavidas” que todos necesitamos para liberar nuestras emociones desde un cuerpo encerrado que rescata el alma.
¿Cómo nos ha sonado la pandemia? ¿Qué acordes nos hicieron pensar que todo iba a terminar?
La necesidad de una idea optimista ante un futuro incierto es transversal en edad, cultura y nacionalidad. Ante esto aparece la creación de canciones y también renacen algunas que nos han acompañado desde que éramos niños. Este suceso ha sido una oportunidad de creación, bajo el legado de la experiencia y también nos ha obligado a reinventar estrategias para compartir este bello arte.
Aún tenemos “Abrazos Prohibidos”, pero nos tocamos con el corazón y hemos sabido aprender a demostrar el afecto de mil maneras diferentes, y tal cual lo plantea Vetusta Mosta “Cada vez que salimos a los balcones, el miedo huye con sus dragones y callamos al silencio un día más”. Un homenaje a aquellos “ángeles de alas verdes de los quirófanos y de alas blancas en el hospital” que batallaron contra un virus que no es resistente al amor. Un reconocimiento al compromiso constante de salir airosos en una guerra donde el mejor escudo es la vocación.
La pregunta diaria, acerca de cómo seríamos capaces de poder continuar con nuestra vida cuando todo se paraliza, nos lleva a subsistir cada día, a mantenernos “Sobreviviendo” y comprender a cabalidad el sentido que le da Víctor Heredia a su producción musical, que, si bien es cierto, no es una creación actual, hoy tiene más valor que nunca. Todas las muertes son dolorosas, sin embargo, calan los corazones sensibles aquellas que son producto de una inequidad social, no todos tenemos las mismas oportunidades para poder sobrevivir y esto ha quedado muy evidenciado en el transcurso de este tiempo.
Las medidas sanitarias no pueden ser implementadas en su totalidad, puesto que los recursos no son universales, lo que ha tenido como consecuencia que “hace tiempo no riamos como hace tiempo” al ser testigos de esta desigualdad.
En una experiencia como esta que nos ha tocado vivir, cada uno de nosotros ha tenido momentos de luz y de oscuridad, de triunfos y de derrotas que hemos sabido enfrentar privados de libertad. Hemos sido condenados a una cárcel construida con muros de anhelos y con cuadros de promesas para que nunca dejemos de soñar. “De su celda ya no sale el recluso 19. Barrotes imaginarios, la libertad no se atreve”. Es la frase que ha logrado conmover hasta al ser más inhumano.
Manuel Carrasco mediante las líneas de “Prisión Esperanza” describe la posibilidad humana de enfrentar cualquier adversidad motivados por la generosidad, “Somos soledad, somos aliento y corazón / Somos todos buscando el remedio / Somos ellos curando el dolor”.
La música siempre ha sido la mejor manera de comunicar y es imposible que no venga a nuestra mente la consigna de “Resistiré” como forma de respaldar la lucha para dar control a una situación. “Soportaré los golpes y jamás me rendiré”. Mediante estos conceptos se acentúa una postura resiliente y positiva que logra conectar con las emociones de los oyentes. Todos estos marcos metafóricos nos han permitido sentir a través de prácticas personales, las impresiones y evoluciones que hemos vivido ante la pandemia. Y es justamente esto, lo que nos permite asegurar que la música contagia ilusiones y es la mejor vacuna contra el miedo y la sensación de soledad.