Por Ana Niria Albo Díaz
Socióloga y profesora universitaria
Lo que viene después siempre es una incertidumbre. Los posts llenan de significaciones nuestra historia humana. A casi un año de inicio de la postpandemia mundial y también, por tanto, en Chile, debemos pensar qué ha sucedido con el cine en este período. Si revisitamos aquel primer número de esta revista en el que pretendimos dar una mirada a la relación de Chile con la Pandemia COVID 19, en aquel momento decíamos que:
[…] si de cine se trata, en marzo de 2020 la pérdida mundial de los ingresos de taquilla fue de 5.000 millones de dólares que se convirtió en una pérdida de 17.000 millones para mayo con los cierres de la totalidad de cines de China, Italia y otros países. Los datos de taquilla en agosto de 2020 en los Estados Unidos revelaron una disminución del 76% en los ingresos en comparación con 2019 (Unesco, 2021).
Justo, a casi un año y tras un asentamiento de la realidad (post) pandémica, hay mucho que reflexionar. El contacto face to face, o el regreso a la presencialidad obliga a revisar prácticas y modos que hemos heredado de la etapa de aislamiento. El cine no se encuentra alejado de ello. Sin dudas, el reto mayor sigue siendo el mismo de la etapa de aislamiento: la brecha creciente entre el cine en sus salas y el mar de posibilidades que se abrieron y continúa existiendo con las plataformas streaming.
Según algunos datos registrados por la empresa Marketing News señala que, “El entretenimiento por streaming se posicionó como la actividad preferida en tiempos de pandemia, donde ver series o películas en casa es la actividad más realizada por un 66% [de personas]. Tanto es así que uno de cada dos consultados se han dado de alta en alguna plataforma de contenido bajo demanda en estos últimos meses. Netflix (54%) y Amazon Prime Video (45%) son las plataformas que más usuarios han ganado en estos meses, seguidas de Disney+ y HBO (28% en ambos casos) (Ayala Blanco, 2021)
.Aunque, vale la pena explicitar que el crecimiento de las plataformas streaming, parece detenerse, las cancelaciones de proyectos avanzan (Lerer, 2023).
Además, debemos tener en cuenta que el cine que el 2022 nos dejó es el producto de guiones, producciones y pensamientos cinematográficos gestados en medio del apocalipsis pandémico. Por un lado, estuvieron aquellos que crearon en función del desastre vivido. La distopia estuvo, entonces, en acción: zombies, terror minimalista y ciencia ficción. Por otra parte, creció un cine más introspectivo, de fuertes balances familiares, laborales, filosóficos.
En medio de esas encrucijadas la circulación y el posicionamiento sigue siendo un tema central. Ya no se trata únicamente de pensar el cine como un hecho artístico sino y cada vez más como un bien cultural y material. Y aunque las plataformas tecnológicas parecen robarse todo el show, lo cierto es que el paisaje cinematográfico sigue teniendo su mejor aliado en los circuitos de festivales. El 2022 estuvo plagados de festivales que dieron cuenta de la importancia de estos espacios para ese cine nada comercial y cuya alternativa es el circuito elegido.
Este año vimos cintas que discuten los auges totalitarios alrededor del globo, que se hacen cargo de la crisis ambiental que azota al planeta, o simplemente indagan sobre las cualidades creativas del cine, como medio aún calificado para traducir a imagen las emociones de las personas hoy. (2022-balance-en-20-peliculas, 2023)
El cine chileno vive sus propios dramas. Dramas matizados por un contexto sociopolítico de recesión (fracaso) del proceso constituyente, y la lenta aplicación de la Política Nacional del Campo Audiovisual 2017-2022. Se trata de una política que realmente ha debido bregar con un periodo de supuesta inactividad durante la etapa de aislamiento y el tiempo se le ha quedado chico para cumplir con sus objetivos fundamentales: fomentar y mejorar la competitividad del sector audiovisual; desarrollar la formación de públicos para el audiovisual; desarrollo y sustentabilidad de la industria audiovisual y la internacionalización del sector audiovisual (Chile, 2020).
Lo cierto es, sin embargo, que el 2022 nos dejó el sabor agradable de 115 nuevas películas que componen el Catálogo Internacional de Cine Chileno 2022:32 largometrajes de ficción, 26 largometrajes documentales y 57 cortos. Varios de ellos se han movido de forma exitosa por el circuito de festivales. Y aunque solo hablaremos de unos pocos, es bueno saber que la lista está plagada de historias que siguen buscando en la historia y el sistema político (por tanto, la memoria sigue siendo el gran tema), aunque se van consolidando filmes en los que la identidad de género, la vida y la muerte, la relación con lo trascendente, la maternidad y los vínculos filiales, y las complejidades del mundo contemporáneo son el centro de la representación.
Este ha sido un año también de profundos cuestionamientos en el cine. El más reciente tiene que ver con la idea misma de los balances, los recuentos, las listas. Si el cine vive transformaciones, naturalmente la crítica de cine también. Siempre es necesario que nos cuestionemos sus procedimientos y la pertinencia de sus prácticas ¿Cómo anunciar “lo mejor” sin caer en reduccionismos, ardides políticos o canonizaciones apresuradas? Una respuesta posible es pensar el balance como una discusión abierta, una propuesta lo más amplia posible, que dé cuenta de las obras que despertaron un interés diverso, por sobre una valoración rígida. (2022-balance-en-20-peliculas, 2023)
Como ya hemos mencionado, aunque se trate de un listado aún mayor, presentaremos consideraciones hoy acerca de tres películas que han navegado con muy buena suerte en los circuitos de exhibición y que además hablan de un cine chileno diverso, no solo en su producto final, si no en sus maneras de hacer. Se trata de 1976, El Castigo y Brujería.
Brujería de Christopher Murray, es una coproducción chilena, mexicana, alemana, que, aunque está etiquetada bajo el concepto de cine fantástico, realmente se trata de un guión que explora con infinita creatividad, hechos acaecidos en la Recta Provincia. Aunque de la película se debe señalar el justo manejo de los idiomas como una de sus riquezas mayores, creo que el simple hecho de representar el conflicto de relación memoria identidad en poblaciones originarias chilenas ya debiera motivar ser vista. Se muestra el conflicto histórico entre colonos alemanes y el pueblo indígena huilliche en la Isla de Chiloé (Chile) durante las últimas décadas del siglo XIX. El otro elemento a destacar es la puesta en el centro de la trama a una adolescente de 13 años, lo que confirma un interés sostenido del cine chileno en las infancias y adolescencias como generadoras de historias para todos los públicos.
Por otra parte, El castigo se mueve en la cuerda de un drama psicológico y/o suspense que lacera a cualquier madre que la vea. Aunque puedo pecar de “tremendista”, lo cierto es que la relación madre-hijo-padre está puesta sobre la pantalla a través de un ejercicio que no deja nichos. Se trata de un plano secuencia sin música que desde el minuto cero te pone los pelos de punta ante el hecho de la desaparición del hijo de Ana y Mateo. Dirigida por Matías Bize y en los roles protagónicos de Antonia Zegers y Néstor Cantillana, es de esos filmes resultantes de la Pandemia en los que están volcadas sobre la pantalla, reflexiones importantes de nuestra cotidianidad como las relaciones filiales, la crianza de los hijos y la distribución de roles en ese sentido.
Mientras, 1976 pudiera parecer otra película sobre la dictadura chilena, reducirla a ese cliché dejaría de lado el suspense, el relato intimista de una clase social pocas veces retratada de esta forma. La consagrada actriz Manuela Martelli se estrena como directora de una película donde, aunque, sin dudas, el contexto pinochetista tiene la palabra, lo verdaderamente relevante está ocurriendo en el interior de Carmen (Aline Küppenheim), una mujer burguesa que viaja a la playa para remodelar la casa de verano familiar, mientras su marido, un prestigioso médico, y sus hijos y nietos la visitan esporádicamente durante las vacaciones de invierno. Todo cambia cuando esta mujer recibe la petición de su sacerdote de cuidar a un joven herido. Esta no es una cinta donde prime la violencia explícita. Sin embargo, es una cinta donde el miedo aparece como un velo invisible que lo cubre todo.
Edgar Morin se refirió en una ocasión a la capacidad del cine de maravillar no solo con lo inaudito e inédito si no y sobre todo con lo común (Morin, 2001). El cine chileno parece corresponder su más reciente ejercicio con este precepto. Se trata de recrear historias ya contadas y otras tan íntimas que parecen la reflexión hija de un sueño inoportuno. Lo cierto es que la postpandemia nos trae a la pantalla un cine chileno que queremos ver, no importa si es en las salas de cine o desde los hogares.
Referencias
2022-balance-en-20-peliculas. (2023, enero 4). Retrieved marzo 28, 2023, from elagentecine.cl: http://elagentecine.cl/columnas/2022-balance-en-20-peliculas/
Ayala Blanco, J. (2021). Cine y Covid. Nuevos acercamientos estéticos y narrativos. Retrieved from https://www.facebook.com/enacunam/videos/486234272601835
Chile, G. d. (2020). politicas-culturales. Retrieved from cultura.gob.cl: https://www.cultura.gob.cl/politicas-culturales/audiovisual/
Lerer, D. (2023, febrero). Spielberg, Iñarritu y los proyectos “imposibles” definen al cine de la pospandemia . Infobae, 12.
Morin, É. (2001). El cine o el hombre imaginario. Barcelona: Paidós.