Por Shirley Ruiz
Artista, Costa Rica
“Limón
En ti se mira la belleza pintada
de mil colores
Y por tus calles refugias el
suspirar que teje el futuro
y trae esperanzas a tu pueblo”
No hay palabras que alcancen para relatar esta belleza embrujada. Las metáforas y las paradojas se agotan aquí al tratar de contar el drama entreverado de luces de alegría y esperanza.
Estábamos perdidos cuando más creíamos estar seguros: ¡No!, tienen que devolverse por la misma vía por ahí unos 30 o 35 minutos. Por su puesto, es que hay zonas que ya no aparecen ni en el mapa, las borraron, es como volver a un pasado en el que nunca se estuvo.
Qué más ensueño que la realidad. Quizá esa sea la paradigmática esencia de un país con tantos contrastes que no es de extrañar. Se dice que lo mejor de Limón es su gente, y es que cuando uno llega a tierra limonense no se percata de nada, todo transita con mayor normalidad, pero a la hora de adentrarse a su cultura, a su gastronomía, a sus costumbres y lugares es como cruzar a otro mundo. Es un paraíso que lo hace a uno sentirse parte de él con su belleza y su magia.
Nos encontramos con gente muy amable y alegre, el reggae se escucha por todos lados, el aroma de sus comidas se mezcla con el olor del mar y los colores rojo, amarillo y verde resaltan y embellecen sus calles.
La gente nos miraba con asombro, tal vez pensando: – ¿Por qué quieren ir allí? Por allá, muy adentro del Refugio Gandoca Manzanillo, hace un tiempo, pasan cosas que tienen consternado al pueblo. Antes de entrar nos topamos con un gran letrero, el letrero del progreso y la nueva era.
Conocimos a Rennie, un extranjero que tiene 28 años de vivir en Limón y en su lenguaje el “Pura vida” es parte de su cotidianeidad. Él ama el barrio donde vive y les enseña a los chicos a surfear y hacer deporte para que no se involucren con las drogas, las pandillas o el narco que, como es bien sabido, por zona marítima el narco va y viene.
“Quiribrí:
Desde la playa suspiré,
resignada y envidié tu serenidad.
Esa noche en el Caribe admiré tu belleza
y agradecida me marché.
En Limón se encuentran seis zonas protegidas, tres son Parques Nacionales y tres son Refugios. Zonas protegidas para cuidar la flora y fauna, los arrecifes de coral y varios ecosistemas marinos. Son consideradas áreas de mayor belleza escénica del país por sus playas de arena blanca, su gran número de cocoteros, su mar de color azul turquesa y su arrecife de coral.
Años atrás la inexistencia de grandes hoteles no solo permitía que los lugareños desarrollaran y se beneficiaran de las diferentes actividades económicas y turísticas quedándose las ganancias en sus territorios, el entorno natural no era deteriorado como sí lo ha sido en los lugares donde existen grandes desarrollos hoteleros. Pero Limón no se escapó de malas administraciones, de alcaldes corruptos, de funcionarios que por unos billetes vendieron sus valores, vendieron su alma al diablo. La corrupción es una vieja conocida aquí. Es un paisaje donde solo debería existir el nacimiento y la muerte natural. Como ocurre con la fauna y la flora. En los remolinos impetuosos los depredadores matan para robar las tierras. Amenazan por interés. Por mezquindad. La corrupción y la ambición ensordece. El miedo vuelve.
Mientras seguíamos el camino para llegar al refugio, nos fuimos encontrando con madera apilada por montones, algo de cemento hacia otros lados, algunas pequeñas retroexcavadoras y enormes camionetas por doquier. En cada curva, el gran letrero de la entrada, el del progreso, cobraba sentido.
Este letrero me llevó a pensar sobre sus devastadores efectos contra el ambiente y la incansable y peligrosa lucha de las comunidades contra poderosos empresarios amparados por el Estado. ¿Y es que quién puede ser contradictor de eso llamado progreso?
Pero esta era la primera vez que veía, fuera de las frías páginas de los informes, la realidad que no se puede ocultar: detrás de cada Hotel construido en zonas protegidas, hay pueblos sumidos en la absoluta pobreza. Ese es el modelo del progreso. No digo que los hoteles no sean fuente de empleo para los habitantes de esta zona protegida entre las bellas montañas verdes, pero los únicos que se llenan los bolsillos son los que se roban las tierras, sus fuentes naturales y todo lo bello de nuestro país entregándoselo a extranjeros o a políticos y funcionarios corruptos que lo último en lo que piensan es en el bienestar de su pueblo y en el bienestar de sus tierras.
En la noche, en esa hermosa playa tratar de dormir, dormir de a pocos, no dormir, no importa, esto es vida y los ojos se contentan con ver las pocas luces y los oídos en escuchar la banda sonora de la naturaleza mientras que los pensamientos se diluyen en la más profunda tranquilidad, a pesar de carecer de cosas materiales tan básicas, la felicidad se siente al respirar un aire tan puro, que los pulmones agradecen. Allí los gajes del oficio no son nada comparado con esta paz. Qué importa el dinero, la presión social sobre el denominado éxito, las presas de dos horas de la ciudad, las apariencias. Nada de eso existe aquí. Contemplas en silencio, dejas de ser tú para ser parte del todo, al final es lo que seremos, junto a la naturaleza y el universo.
De pronto de nuevo aparece la palabra progreso, nunca había odiado tanto una palabra como esta, y es que algunos políticos de turno solo les interesa la politiquería, les han hecho creer que el progreso es la felicidad, pero no, la felicidad es un mundo sin tantos afanes, sin lujos mal habidos y robados. Estos políticos son la contracara del progreso. Al insistir en retornar al crecimiento con el progreso, estamos obviando el gorila sobre la mesa que es la destrucción planetaria, es la destrucción de nuestras tierras, de nuestros recursos, de nuestras raíces, de nuestra cultura, de nosotros mismos.
Hace treinta años que una mujer, al parecer muy querida por el pueblo, deambulaba también por estas montañas, por estas playas, por estas tierras, supongo yo, cumpliendo con su misión en la tierra. De pronto, un día como cualquier otro, llegó la violencia, esa violencia que como un cáncer se disipó por todos los rincones. Entre intereses de los corruptos, mentiras y amenazas tuvo que huir protegiendo la vida de sus hijos y la propia.
Hay verdades que los poderosos, que los corruptos mentirosos y vividores no quieren que se sepan, esas verdades estropean sus negocios. Hay verdades a las que simplemente resulta imposible darle la cara. En esas circunstancias, aquellos que osan decir la verdad, aquellos que se atreven hacer lo correcto, se convierten en el enemigo a eliminar. “Decir la verdad” aquellos que dicen la verdad, los que hacen lo correcto, los ambientalistas y líderes sociales, son declarados enemigos del pueblo.
“– ¿Qué estará pasando abuela? – pregunta el chico.
Ella levanta la mirada, sus ojos se humedecen y sus labios
arrugados por el tiempo dejan salir las únicas
*palabras que se le ocurren.
-Pues mijo, que nos alcanzaron otra vez esos hijueputas”
La historia no es como la han contado hasta ahora. La historia la están revisando los pueblos, los activistas en las calles y sus luchas, la historia está en las esquinas de la gente que la sufre, que la vive. El discurso que parecía cosa de unos pocos es ahora pertenencia de los pueblos, es ahora la palabra que cobra vida en los pies de los nadie.