Por Felipe Valdebenito Leiva
Periodista, cientista social y habitante del Wallmapu
Analizar el Chile actual omitiendo lo que ocurre en el mundo u obviando la posición que juega Chile a escala global sería mirar la realidad con un sesgo localista que no servirá para dar una mirada crítica al actual momento político nacional y mundial.
Nos encontramos viviendo la crisis más larga que hayamos visto hasta ahora del modelo neoliberal, como una expresión moderna de los sistemas de explotación y acumulación capitalista. Esta no es una crisis económica, es una crisis de proyecto, las élites mundiales se han agotado y su sistema ya no da el ancho para resolver los problemas que la humanidad tiene hoy. Guerras, nuevos ejes económicos, caída de imperios, nuevas hegemonías armamentistas, todo a nivel planetario tiende a reacomodarse y se acaba el dominio de occidente en materia económica, política y armamentista.
En este proceso de redefiniciones, de reacomodos a nivel mundial, Sudamérica a través de distintos gobiernos progresistas ha logrado avanzar en derechos y mayor bienestar. La conocida como la década dorada de transformaciones en el carácter del Estado en países como Ecuador, Bolivia, Brasil, Venezuela, Uruguay, entre otros, permitió quizás dar una esperanza de salida a esta crisis de proyecto del neoliberalismo. Estos avances han intentado ser frenados por las élites del continente en alianza con Estados Unidos a través de “Golpes de Estado modernos”, a diferencia del siglo pasado no vemos aviones ni militares bombardeando, disparando o tomándose el poder político, pero sí hemos visto, a través de distintas formas, cómo han intentado desde el control del poder político y los Estados dar respuesta a la crisis del modelo con más autoritarismo, menos derechos para la gente y más destrucción del Medio Ambiente. Los neoliberales no tienen más que repetir y repetir sus recetas.
En ese marco, Chile sigue sumergido en lo que a mi modo de ver es la crisis más profunda del Estado-nación como forma de ordenamiento económico, político y cultural. En Chile la crisis es económica, es política y también cultural, parece ser que hay dos realidades: La forma de vida de las élites y la de la mayoría de la ciudadanía.
Esta brecha, que se agudiza año tras año ha desatado distintos tipos de crisis, la más visible sin duda es lo que ocurre en el Estallido Social, esa olla que reventó ese año está compuesta por un montón de factores que hace que estalle, hoy a largos 6 años de ese evento, nada ha cambiado, por el contrario, vemos un reacomodo de fuerzas políticas, que sin proyectos estratégicos buscan desde el Estado darle salida a la crisis. Pero después de los últimos casos de corrupción que han salido a la luz pública, podemos afirmar que independiente cual sea el camino que los pueblos tomen, la transformación del modelo económico, el carácter del Estado y sus ejes culturales son una necesidad que en Chile hoy no tienen un proyecto político que los pueda viabilizar.
El Frente Amplio como armazón político del Gobierno del presidente Gabriel Boric, ha ido perdiendo su carácter de proyecto de transformación. El Estado nación, como reproductor de un tipo de construcción de ciudadanía y nacionalidad ya no les molesta, el modelo de extracción de riquezas tampoco les molesta, la democracia representativa menos, la subsidiariedad del Estado ya ni les incomoda y así podría seguir, al final, para el Frente Amplio y el Gobierno las decisiones estratégicas del Estado y el sistema político siguen en la misma dirección que en los últimos 20 años, no se modifica el rumbo, se profundiza, porque los pequeños avances en “humanidad” son accesorios y no modifican nada estructural. Como proyecto, son la “izquierda” que el modelo quiere que sean.
¿Qué nos queda a quienes seguimos apostando que hay que transformarlo todo? Sostengo que hoy el clivaje Izquierda-derecha, en el marco de acción del sistema político actual, reduce la posibilidad de construir un camino estratégico para la transformación. Superar ese clivaje, construir teórica descolonizada, producir y reproducir, en términos marxistas, nuevas formas de vida, nuevas formas de relacionarnos, es el único camino para cimentar nuevos proyectos políticos. Ahí la tarea prácticamente parte desde cero, pero a diferencia de ciclos anteriores para partir bien, hay que despercudirse de aquellas formas que dejan proyectos de vocación transformadora, que han terminado derrotados o subordinados al pequeño espacio que le dan las élites.