Descentrados Chile

Triestamentalidad en la Universidad de Chile, participación y ética del cuidado: una alianza urgente para repensar la universidad

Fotografía: Gonzalo Cienfuegos "La rueda de la fortuna".

Por Mirliana Ramírez-Pereira

Senadora Universitaria en el Senado Universitario de la Universidad de Chile. Presidenta de la Comisión de Política de Bienestar y Salud Mental de la Comunidad Universitaria. Magister en Psicología Comunitaria. Doctora en Enfermería. Académica del Departamento de Enfermería (Universidad de Chile), dedicada a temas de Cuidado, Políticas Públicas y Sustentabilidad.

 

El debate sobre la democratización de las universidades públicas en Chile se ha mantenido desde hace varias décadas, con la idea de que las instituciones de educación superior son comunidades en las cuales están presente las ideas de participación, pertinencia e identidad. Esta noción se ha fortalecido particularmente a través de la noción de triestamentalidad, la que reconoce la participación activa de académicos/as, estudiantes y funcionarios/as no académicos/as en los procesos de toma de decisiones. 

La participación activa de la comunidad universitaria en los diferentes niveles decisionales ha significado para cierto sector de académicos una amenaza a la distribución del poder dentro de las Universidades, particularmente, de la Universidad de Chile. 

Manfred Max-Neef propuso un modelo de desarrollo a escala humana, con el cual identifica un conjunto de necesidades humanas fundamentales que son universales, no jerárquicas, permanentes en el tiempo y transversales a todas las culturas. Dentro de las necesidades descritas por el autor, se encuentra la de participación, que se encuentra conectada con la dignidad, la autonomía y la posibilidad de construcción colectiva de sentido.  

Participar significa tener voz y agencia en las decisiones que afectan la propia vida. También significa ejercer corresponsabilidad en procesos colectivos y ser reconocido/a como sujeto activo. De esta forma, no se trata solo de estar presente, sino de ser parte real del proceso de construcción de la comunidad, de sus normas, de sus horizontes y sueños. Desde esta perspectiva, cuando una persona o grupo queda excluido de los espacios de deliberación, su humanidad misma se ve afectada: se le niega la posibilidad de contribuir al mundo común.

La triestamentalidad y su vinculación a la democracia universitaria puede ser analizada también desde el prisma de la ética del cuidado. Desarrollada por Gilligan, en la década de los ochenta, la ética del cuidado reconoce que la vida humana está constituida por relaciones de interdependencia. Cuidamos, somos cuidados/as y nos auto cuidamos, esta realidad no es opcional, es constitutiva y constituyente de nuestras vidas. Al democratizar la universidad por medio de la inclusión del derecho a voto de funcionarios no académicos y estudiantes, se suple una necesidad vital de participación y al mismo tiempo, cuidamos siendo coherentes con las políticas institucionales.

Desde esta mirada, la triestamentalidad es una fórmula de representación formal, pero por sobre eso, es una expresión concreta del principio ético de cuidado y corresponsabilidad social, presente explícitamente en las políticas universitarias vigentes. Así lo establece la Política de Corresponsabilidad Social en la Conciliación de las Responsabilidades Familiares y las Actividades Universitarias, al señalar que el cuidado es una función social que debe ser asumida institucionalmente. Esta política invita a repensar los tiempos, las estructuras y los dispositivos universitarios desde una perspectiva que considere las responsabilidades de cuidado como parte legítima y compartida del quehacer universitario.

Reconocer el lugar de los/as funcionarios/as no académicos/as y estudiantes en las decisiones es un acto de justicia estructural que valora las diversas formas de sostenimiento del quehacer universitario: intelectual, logístico, afectivo y administrativo. En este sentido, la triestamentalidad es un modelo de participación y de cuidado institucional que rompe con la jerarquización del saber y del poder.

Desde la Universidad de Chile, y específicamente desde el Senado Universitario, han emanado 13 políticas universitarias. Dentro de estas destaca la de Buenas Prácticas Laborales que respalda esta visión al proponer un marco orientado a la corresponsabilidad social en el cuidado, promoción de la participación activa, y el fortalecimiento de una cultura institucional democrática, respetuosa y colaborativa. Esta política reconoce el bienestar biopsicosocial como una dimensión ineludible del trabajo académico y administrativo, incorporando la equidad, el trabajo decente y la inclusión como principios fundamentales.

Por otro lado, la Política de Equidad e Inclusión Estudiantil resalta la necesidad de una universidad pública, comprometida con la inclusión, el respeto por la diversidad, y la transformación de las estructuras tradicionales de exclusión. En ella se reconoce que avanzar hacia una educación superior más equitativa requiere cambiar el acceso, y los modos de participación, relación y construcción del conocimiento.

La Política Universitaria de Gestión y Desarrollo para la Carrera funcionaria, visibiliza el desarrollo de las personas funcionarias no académicas como parte esencial del proyecto universitario. Esta política promueve una gestión basada en el respeto, la participación y la equidad, y reconoce explícitamente la necesidad de que la carrera funcionaria esté en sintonía con el desarrollo institucional y los principios de justicia organizacional. En su diseño participaron estamentos diversos, representando un ejercicio concreto de gobernanza participativa que da contenido a la triestamentalidad en el ámbito del personal de colaboración.

Incorporar la ética del cuidado en la práctica triestamental implica transformar la manera en que concebimos la ciudadanía universitaria. Participar no es simplemente opinar, sino también hacerse cargo del otro/a, considerar sus condiciones, vulnerabilidades y horizontes. La triestamentalidad, en este sentido, podría convertirse en una escuela de democracia situada, relacional y concreta: una práctica de ciudadanía crítica donde el cuidado no es asistencialismo, sino justicia cotidiana.

En tiempos en que la universidad enfrenta múltiples crisis —de sentido, de legitimidad, de convivencia—, esta articulación entre triestamentalidad y cuidado no es una opción marginal: es una vía urgente para recuperar la función pública y transformadora de nuestras instituciones. Democratizar no es diluir el saber, es reconocer que el conocimiento se construye en comunidad y que toda comunidad ética comienza por cuidar a quienes la habitan.

 

Referencias:

Gilligan, C. (1982). In a different voice: Psychological theory and women’s development. Harvard University Press.

Max-Neef, M. A., Elizalde, A., & Hopenhayn, M. (1993). Desarrollo a escala humana: una opción para el futuro. Nordan-Comunidad / Fundación Dag Hammarskjöld. https://www.max-neef.cl

Universidad de Chile. (2022). Política universitaria de buenas prácticas laborales en la Universidad de Chile. Senado Universitario. https://uchile.cl/u183708

Universidad de Chile. (2022). Política universitaria de gestión y desarrollo para la carrera funcionaria en la Universidad de Chile. Senado Universitario. https://uchile.cl/u183705

Universidad de Chile. (2021). Política de corresponsabilidad social en la conciliación de las responsabilidades familiares y las actividades universitarias. Senado Universitario. https://uchile.cl/u161333

Universidad de Chile. (2020). Política de equidad e inclusión estudiantil en la Universidad de Chile. Vicerrectoría de Asuntos Estudiantiles y Comunitarios. https://uchile.cl/u150567