Descentrados Chile

Tres tensiones del proceso electoral para el campo progresista o izquierdas

Fotografía: Instagram

Por Felipe Valdebenito Leiva

Periodista, cientista social y habitante del Wallmapu

 

Estamos a punto de entrar a la recta final de la elección presidencial de nuestro país, pero tras mirar cómo se está dando el debate es que quiero proponer, desde mi independencia política, más no ideológica, tres tensiones (al menos) que cruzan el escenario para el amplio arco progresista o de izquierdas en Chile.

Prender la tele, la radio o revisar portales de internet en relación con las candidaturas es ver pelea, un contenido de conflicto, polarización, quizás intencionado desde los medios de comunicación hegemónicos, pero que no se ha podido salir. Con mucha preocupación observo que esta elección está lejos de ser un debate de ideas, proyectos, futuro país. Por eso, es que quiero abordar al menos tres tensiones que cruzan este ciclo. 

Las demandas de los pueblos. Sin duda nos enfrentaremos, en términos del debate público, a una de las elecciones presidenciales más polarizadas de los últimos tiempos. Así también, quizás a la más violenta en términos verbales. Esta dinámica esconde la primera gran tensión de este proceso ¿dónde están las demandas de los pueblos? 

Si bien, tras el cierre del ciclo constitucional, los pueblos, a través de sus expresiones orgánicas no pudieron avanzar en sus demandas, esto no quiere decir que se hayan resuelto o mucho menos olvidado. La caracterización socioeconómica de las familias chilenas sigue siendo igual, su alcance material sigue siendo bajísimo y el nivel de endeudamiento no se ha frenado. 

La tensión se instala en aquellas candidaturas de posiciones más progresistas, que, debido a lo polarizado del debate, no han podido disputar el sentido de la discusión pública, lo que ha dejado en el olvido las demandas sociales. Quedan pocos caminos, se olvidan o buscan a las fuerzas sociales para posicionar estas demandas en el debate presidencial. ¿Querrán hacerlo? Sin pueblos, sin gente, sin movimientos no habrá posibilidad de sacar el debate del clivaje izquierda-derecha que nos proponen, sin movimientos sociales empujando, no se podrá decidir sobre cuestiones reales. Quedarse en la polarización o reabrir un nuevo debate con fuerzas sociales, he ahí el dilema, proponer un nuevo clivaje convocante es uno de los desafíos y tensiones que rodea al campo progresista. Poner la polaridad en mejor vida o precarización. 

La segunda tensión que enfrenta este ciclo electoral es saber cuáles serán las orientaciones o mayorías que se configuren en la coalición progresista. Más allá de, si los votos así lo dicen, tener una presidenta de militancia comunista, es saber cuáles serán sus mayorías internas que conducirán su Gobierno. Las trincheras partidarias son pequeñas islas con poder político, pero sin mayorías sociales, el Frente Amplio y el PC, lo que fue Apruebo Dignidad, pueden ser los dos pulmones de un nuevo Gobierno, que intensifique algunas orientaciones progresistas en el ámbito internacional, nacional, materia económica y de subsistencia para la gente. Ya que un Gobierno comunista, conducido por la DC, el PPD, es mantener gobernando la vieja concertación y sus implicancias para la vida de la gente. Por tanto, no da lo mismo quien gane, pero tampoco da lo mismo con quiénes ganas si la convicción es avanzar en transformaciones al Estado, su modelo económico, social y cultural. Por lo tanto, el futuro de un nuevo Gobierno, liderado por el PC, requerirá resolver la tensión de su conducción y liderazgos internos. 

La tercera tensión pasa por la política intencional. Básicamente en el debate que nos propone Oriente, en relación con su nueva conformación socioeconómica con perspectiva socialista. Sí, un modelo, que dentro del meta modo de producción capitalista, nos muestra una nueva oportunidad a través de su modelo económico, donde el Estado chino logró modificar su conformación socioeconómica, instalando un nuevo modo de producción, les guste o no, con una orientación socialista si nos apegamos a sus definiciones teóricas y producción de la teoría respecto a este concepto. 

Este modelo logró reducir la pobreza extrema, si miramos los números a comienzo de 1980, aproximadamente China tenía del orden del 70% de pobreza y en 2021 la bajó a cero. Este nuevo modo de producción, con orientación socialista, tal y como lo dicen sus primeros cincuenta artículos de su constitución, que perfectamente podrían ser sacados de un libro de teoría marxista, ha establecido nuevos modelos de propiedad, donde los medios de producción, fuertemente controlados por el Estado, a través de una planificación centralizada de su economía, establece un control de su modelo de desarrollo. 

China hoy nos muestra una forma de repensar el proyecto y los actores políticos de izquierda deben enfrentarse a la tensión de decidir en el nuevo orden mundial que se está configurando. El campo progresista, liderado en este debate presidencial por la candidata del partido comunista Jeannette Jara, y todo candidato progresista que termine en la papeleta, deberá también contarle al país hacia dónde miraremos o iremos; nos mantenemos en el orden occidental, liderados por Estados Unidos y su imperio en decadencia, un modelo económico en crisis o sumarnos a la mayoría de nuestra región que ha establecido lazos de acoplamiento con oriente, China básicamente. Esta tensión puede tener un montón de preguntas más que están asociadas, pero será tema de otra columna. 

Las tensiones planteadas están básicamente orientadas a las candidaturas con militancia en algún partido de izquierda o que se ubiquen en el arco progresista. Deben volver a poner en agenda las demandas sociales, resolver sus mayorías internas y proponer orientaciones de cambio o lideran con las mismas orientaciones de hace 30 años, y, por último, resolver la relación con China, como principal actor económico o como una posibilidad de mirar un proceso que ha logrado transformar su Estado, conformación socioeconómica y productiva. Queda tiempo, queda debate, veamos qué sale.