Descentrados Chile

Inseguridad: el miedo sobredimensionado que esconde la miseria de salarios, salud y deuda.

Fotografía: Pinterest

Por Francisco Rivas

Vive en La Paloma, Rocha, Uruguay. Trabajó en radios y agencias de publicidad de Uruguay y Argentina. Realizó campañas políticas y publicitarias en Montevideo y Buenos Aires. Estudió Publicidad, Periodismo, Ciencias Políticas, Análisis Crítico del Discurso entre otras. Actualmente desde el tranquilo balneario en la costa atlántica se dedica a la Comunicación desde varias de sus aristas. Militante de izquierda no se identifica con ningún partido.

 

Imaginemos una persona que pasa la tercera parte de su tiempo trabajando. Ahora, imaginemos que es una de las 629.000 personas a las que en Uruguay su sueldo no les alcanza para pagar el alquiler. Que tampoco le alcanza para cubrir la canasta básica, mucho menos vestirse, o llevar una vida digna. Una de las personas para las que criar hijos, comprarles ropa y útiles del colegio es un martirio. Que no puede pasear, comer en restaurantes, que no viaja, ni puede pagar el dentista cuando se le cae o estropea una pieza dental, que no van al teatro o al cine. Digamos que es una de las personas que acceden a préstamos para pagar el préstamo que pidieron para pagar otro préstamo que sacaron para pagar el préstamo que hicieron para el surtido del supermercado. Hay un nombre para esa actividad financiera, le llaman “calesita”. Y en Uruguay hay una cantidad inmensa de trabajadores y trabajadoras expertos en calesita. Y también hay muchas instituciones financieras dispuestas a facilitar préstamos de mil maneras con tal de favorecerse con la usura que llega al 79% de interés anual y a un 142% de interés anual en las moras.

Imaginemos ahora que esta persona tiene la necesidad de consultar a un especialista en salud mental y es una de las 30.000 que están en lista de espera en Salud Pública de Uruguay. Aunque parezca insólito hay lista de espera en el país con más suicidios de América.
Bien, siguiendo con nuestro viaje a través de la imaginación, pensemos ahora que en el país más caro de América, con un intento de suicidio cada tres horas, con una salud pública deteriorada, le preguntan a las personas: “¿Cuál es el mayor problema del país? – Imaginemos, solo imaginemos que, en nuestra peor pesadilla, en una falla de la matrix, estas personas contestaron que su mayor problema no es ninguno de los que los aqueja día a día, sino que es la inseguridad.

Ok, ahora no imaginemos más, porque eso pasó en Uruguay. Y en muchos países más. Una de las principales encuestadoras del país presentó el resultado de una encuesta en la que se preguntó: ¿Cuál es la principal preocupación de los uruguayos?

  • 46% contestó Seguridad 
  • 10% Trabajo
  • 8% Educación
  • 6% Economía
  • 5% Pobreza / indigencia
  • 3% Salud

De una población de 3.400.000 habitantes, 629.000 personas ganan entre $U15.000 y $U25.000 líquidos y el precio promedio de los alquileres en marzo de 2025 fue de 20.387$U. Pero estas personas consideran que su mayor problema es que roben una casa en un barrio privilegiado al que quizás nunca vayan en su vida. O asalten un shopping, o un banco. O vaya a saber cuál de los temores que les han sido inoculados después de horas y horas de exposición al miedo por la inseguridad que han sufrido. Inseguridad en grageas, dosificada en gotas, crema y hasta supositorios de inseguridad en televisión, radios, diarios, internet, discursos políticos; con la complicidad, ¿Cuándo no? de las empresas de comunicación, y el silencio de las izquierdas y progresismos.

Solamente una vez una ministra del interior del gobierno del Frente Amplio, Daisy Tourné, se animó a hablar de “sensación” de inseguridad, a tildar a los medios de “operadores” y a pedirles responsabilidad en lo que hacen llegar a las personas.

Por supuesto que la acribillaron mediáticamente y casi le exigen tanto a ella como a su sector que salgan a desdecirse. Al final lograron hacerla renunciar. Pero ese es tema de otro artículo.

En un momento la seguridad dejó de ser un problema para la población y esto reafirma la importancia que los medios de comunicación tienen en la construcción de la “realidad”:  en Pandemia.

En la Pandemia de COVID-19 la mira estaba puesta en otra cosa, las horas de “informativos” se gastaron en miedo al COVID-19. El problema ya no era el menor delincuente, el marrón, el pobre. El enemigo ahora se combate con encierro y hashtags como #NosCuidamosEntreTodos o #QuedateEnCasa.Abrían los informativos dando números de contagios, de hisopados, de muertos. Se mostraban imágenes de otros países, CTI ‘s, hospitales.  Fue una demencia colectiva inflada al máximo por políticos y medios. Al punto que pasó algo similar a lo que logró la hegemonía mediática acerca del genocidio en Gaza: si no estás de acuerdo, por las dudas no decís nada, porque la condena mediática te sepulta. Políticos y comunicadores a los que les parecía por lo menos raro, todo lo que pasaba en la Pandemia, preferían no decir nada y se dejaban llevar por el cardumen río abajo.

Terminada la Pandemia todo volvió a la normalidad. La inseguridad volvió a ser un problema. Y mientras las y los trabajadores no tengan medios que los representen, nada va a cambiar mucho. Mientras los bancos y las multinacionales sean quienes definen la programación de los “informativos”, (nunca las comillas van a ser suficientes) la lucha por salarios dignos va a ocupar siempre un lugar marginal, comparado con los temas que le interesan al gran capital y a la derecha. 
Sobran trabajos académicos como los de David Altheide que señalan que el miedo se usa como recurso de control político y social.

Todas y todos sabemos que un pueblo asustado es más fácil de dominar. Mientras los obreros pensemos que el enemigo es un ente imaginario que ronda las calles agazapado para robarnos en cualquier momento, no prestaremos atención al problema real: las instituciones financieras, políticos, empresas, patrones y medios de comunicación, que son los dueños del relato y construyen día a día, una realidad que les hace la vida más fácil. A ellos, no a nosotros. Porque hasta los adictos a la pasta base que asustan a las viejas como zombies en las noches, son problema del sistema que no se hace cargo.Parece que los medios de producción de realidades, de relatos, de noticias; también, como los medios de producción, están en las manos equivocadas.