Por Gabriela Cortés Villarroel
Periodista de Ciencia y Medio Ambiente
Dos cosas: Primero, hoy la evidencia científica es cada vez más accesible. Segundo, propongo exigir -o recomendar- a quienes son escogidos por voto popular -o designados- a considerar el trabajo científico nacional para construir Políticas Públicas.
Es atingente reconocer el rol de las y los investigadores nacionales, que dedican años en entregar resultados que sean tomados en cuenta por quienes pueden cambiar “las reglas del juego”. Solo falta voluntad política, y humildad, por quienes toman decisiones.
Por si no lo sabían, en Chile existen los Centros Fondap-ANID (Fondos de Áreas Prioritarias de la Agencia Nacional de Innovación y Desarrollo del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación) los cuales fueron creados en el año 1997, impulsado en ese entonces por el Ministerio de Educación, para articular conocimientos multidisciplinarios que sirvan al país de manera aplicada.
En estos espacios convergen personas de todas las disciplinas que se puedan imaginar, para abarcar de manera integral las problemáticas que hoy tiene nuestro territorio. Y uno de los espacios que más se deberían considerar, para el uso de estas ciencias, son las Políticas Públicas. Lo que sí me gustaría recalcar es que las Ciencias Sociales son igual de importantes que las ciencias “más duras”.
Pero volviendo a las Políticas Públicas, estas abarcan un sinfín de problemáticas que pueden ser solucionadas a través del trabajo colaborativo entre academia, instituciones gubernamentales y participación ciudadana. No podemos perder la oportunidad de hacer las cosas mejor, gracias al conocimiento infinito que se pueden encontrar en los Centros científicos.
Por ejemplo, en marzo de 2023, posterior a los incendios de diciembre del 2022 de la Región de Valparaíso, la Ministra de Ciencias, en ese entonces Silvia Díaz, formó la primera Mesa de Ciencia y Conocimiento para la Recuperación para poner “la ciencia y el conocimiento a disposición de la recuperación y reconstrucción de Chile”. A pesar de no tener nuevas noticias sobre su continuidad, deja como precedente el gesto.
Y ese es uno de los tantos problemas: la continuidad de la consideración de las ciencias para mejorar el trabajo de quienes le deben, al pueblo, ética y transparencia en su actuar.
¿Por qué me atrevo a decir esto? Hay centros científicos como: El Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (CIGIDEN), el Centro de Desarrollo Urbano Sustentable UC (CEDEUS), Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA); entre otros espacios que desarrollan conocimiento, que han dedicado más de una década en actualizar el entendimiento que tenemos de los desafíos que nos afrontamos en el contexto actual, tanto en temas sociales como climáticos.
Días antes de ser invitada a escribir esta columna de opinión, mi madre, profesora de una escuela rural en el Valle del Elqui e intelectual empedernida, me compartió el artículo de análisis ¿Puede ayudar la ciencia a la democracia?, publicado el 22 de junio en el diario El País, del cual destaco las siguientes citas para reflexionar en torno a esta situación que se vive a nivel mundial:
- “Nunca ahora se había dispuesto de tanta información y de tanto conocimiento acumulado”.
- “Nos falta una conexión mayor entre el progreso técnico y las decisiones políticas que informan su acción”.
Y, por último, recordar que los datos son un canal para mejorar la gobernanza y fomentar la confianza. El buen uso del conocimiento que se genera en Chile nos permitirá ser más libres de decidir de manera informada respecto hacia dónde queremos ir como sociedad.

Fotografía: Francisca Vidal.