Descentrados Chile

La inteligencia de las plantas: inspiración para el futuro

Fotografía: Angelo

Por Dra. María Francisca Godoy Santin
PhD en Genética Molecular y Microbiología
 
La cotidianeidad nos acostumbra y nos lleva a olvidar asombrarnos de las maravillas que nos rodean. Esto es especialmente cierto para las plantas, que son fuente de sustento, materiales y muchas otras cosas. Pero no sólo se trata de lo que nos entregan, sino también de lo que podemos aprender de ellas y de cómo se apoyan unas en otras para sobrevivir. Son resilientes, se adaptan y han evolucionado para poner a la especie por sobre ellas mismas. Y aquí aparece una pregunta importante: ¿son inteligentes las plantas? ¿Qué entendemos por inteligencia? Existen muchas definiciones para la palabra inteligencia, pero una de ellas es: “Capacidad de resolver problemas” y “Capacidad de entender o comprender” (RAE, Real Academia Española). Profundizaremos en estas definiciones desde el punto de vista de las plantas, considerando sus mecanismos de respuesta a estímulos.

El primer concepto de inteligencia indica “capacidad de resolver problemas”. Cuando los animales se enfrentan a una dificultad, por ejemplo, frío o calor extremo, se mueven de lugar. Las plantas, en cambio, se ven enfrentadas a un desafío aún más difícil: no pueden moverse (al menos, no en el sentido en que se usa comúnmente esta palabra). Han aprendido a crecer sobreviviendo temperaturas extremas, ataque de insectos, pisadas de humanos e incluso brotar en terrenos tan inhóspitos como el concreto (¿Quién no ha visto maleza creciendo en las aceras?). Las plantas obtienen la información del exterior y se adecúan para compensar los cambios: en días de mucho calor enroscan las hojas, en el día se acomodan constantemente para optimizar la incidencia de luz sobre ellas, generan compuestos que las defienden de insectos, entre muchas otras cosas.

Veamos el segundo concepto, inteligencia como capacidad de entender o comprender. “Comprender” puede entenderse como construir significado y adquirir conocimiento. Para seres vivientes como las plantas que no se expresan como los animales, es decir, no verbalizan, vocalizan, ni tienen expresiones faciales, es difícil evaluar desde nuestra vereda humana si entienden su entorno o no. Afortunadamente, un descubrimiento muy particular tuvo lugar en los bosques de Chile el año 2013, que nos puede apoyar en esta tarea: se descubrió que la enredadera conocida como pilpil (Boquila trifoliata) era capaz de adquirir el parecido de la planta a la que se encontraba encaramada. No sólo eso, sino que podía imitar a muchas plantas, tomando la forma de hoja y color de especies totalmente distintas. Esto sugiere la capacidad de entender el entorno, por diverso que este sea. También presentan reacciones que indican mecanismos de protección de su propia especie, demostrando que son capaces de comunicarse entre ellas: cuando los insectos las atacan en las afueras de un bosque, las plantas emiten señales que alertan a las plantas vecinas para que produzcan compuestos que las protegen del ataque.

Entender que la inteligencia puede expresarse de muchas maneras nos ayuda a comprender que nuestra forma de ver las cosas puede ser mucho más amplia: hacemos máquinas y robots a semejanza nuestra, buscamos soluciones a problemas desde nuestra humanidad, pensando que la evolución nos ha llevado a ser la mejor expresión de la vida. Sin embargo, estos seres silenciosos logran sobrevivir día a día creciendo en el lugar al que llegaron por azar. En vez de un sistema centralizado de procesamiento de información, las plantas son modulares. Stefano Mancuso, uno de los grandes defensores de la inteligencia de las plantas, nos incentiva a pensar distinto y usar las plantas como inspiración en la búsqueda de nuevas ideas y soluciones. Un ejemplo de la efectividad de modelos no-humanoides, permite que esta revista llegue a sus ojos, la internet. Sin desmerecer la maravilla que es el cuerpo humano, tener un sistema centralizado de procesamiento de información, el cerebro, es eficiente, pero también representa un punto débil. Si el sistema operativo del robot falla, todo falla. En cambio, seguir el modelo de las plantas, que es modular y descentralizado, es robusto. Internet funciona con nodos descentralizados, generando redes modulares con incontables conexiones. Si un nodo cae, internet igualmente sobrevive. Comparado con las plantas, internet es muy similar al sistema radicular en las plantas: algunas raíces se dañan, son atacadas por animales, o una persona trasplanta el organismo a otro lugar. Raíces se pierden, pero el organismo vive y vuelve a crecer.

Otro punto interesante de nuestra relación con las plantas es que siempre se han pensado al servicio del hombre: las usamos para obtener materiales, conseguir alimento, obtener compuestos medicinales. Hemos llegado incluso a depender fuertemente de ellas: un alto porcentaje de las calorías que consumimos provienen de tres especies vegetales: trigo, maíz y arroz. Pero deberíamos cambiar el enfoque y dejar de ver estos organismos como servidores y más como maestros. Su diseño, muy diferente al nuestro, les permite sobrevivir en ambientes extremos en formas muy distintas a los animales. Pueden vivir en desiertos, altiplanos, lugares contaminados con metales pesados, y dominan el mundo. Internet es un buen ejemplo, pero deben existir muchos más. Quizás, incluso, podamos encontrar novedosas respuestas en ellas, que nos lleven a enfrentar de nuevas maneras desafíos tales como la arquitectura de ciudades o la creación de nuevas tecnologías para la obtención de energía. Invito a mirar el mundo vegetal con detenimiento y pensar en grande.