Descentrados Chile

Las consecuencias de la Represión: Una reflexión sobre los cambios en la Ciencia Chilena durante la Dictadura Militar.

Fotografía: https://www.cronicadigital.cl/

Por Felipe Cuevas
Coordinador de Modatima Antofagasta

 La historia de la ciencia chilena refleja las transformaciones políticas y sociales que han moldeado nuestro país a lo largo de su historia. Desde la década de 1940, existía un consenso en todo el espectro político acerca de que el Estado debía desempeñar un papel central en el desarrollo del país. Esta idea alcanzaría su máxima expresión con la llegada de la Unidad Popular (1970-1973), que promovía la vía democrática hacia el socialismo. Como resultado, Chile experimentó un periodo de interés en la innovación y la investigación, especialmente en áreas como la medicina, la educación, la agricultura, la energía y las ciencias sociales.

No obstante, el Golpe de Estado y la subsiguiente dictadura militar liderada por Augusto Pinochet (1973-1990) pusieron un abrupto fin a este modelo de desarrollo y a la idea de que el Estado fuera protagonista de los procesos económicos y sociales. Esto implicó cambios drásticos en los objetivos científicos del país, dejando una huella indeleble en la ciencia nacional.

Así, el régimen intervino en las universidades desde el mismo 11 de septiembre, tachándolas de centros de difusión marxista. Esta intervención se tradujo en la entrada de fuerzas uniformadas a los campus y facultades en todo el país, resultando en la detención de cientos de estudiantes, profesores y trabajadores que militaban en partidos o simpatizaban con el gobierno de la Unidad Popular.

En medio de los tumultuosos años de la dictadura, la ciencia dejó de ser una búsqueda del conocimiento en beneficio de las masas populares, para convertirse en una herramienta con el propósito de servir a los intereses del régimen. La ciencia fue moldeada para respaldar y legitimar sus políticas, y sus avances fueron presentados como símbolos del progreso del país bajo el liderazgo de Pinochet. Esta utilización estratégica no solo se limitó al discurso propagandístico, sino que también se manifestó en la asignación de recursos y la dirección de la investigación.

Un aspecto destacado de esta época fue la asignación selectiva de recursos a áreas consideradas estratégicas para la modernización del país. Sectores como la minería y las tecnologías de la información recibieron un fuerte respaldo, mientras que disciplinas pertenecientes a las ciencias sociales fueron relegadas o incluso suprimidas. Esta concentración no solo afectó la distribución de recursos, sino también el alcance de la investigación científica.

La censura y el control también se hicieron sentir en la esfera académica. La dictadura impuso restricciones en los medios de comunicación y ejerció control sobre las universidades e instituciones de investigación. Esta limitación de la libertad de expresión y la independencia académica no solo afectó la difusión del conocimiento, sino que también obstaculizó la investigación en áreas que podían percibirse como sensibles o críticas hacia el régimen.

La comunidad científica chilena se vio enfrentada a una encrucijada durante estos años de cambio. Algunos científicos optaron por trabajar según las directrices del régimen, ya sea por convicción o necesidad. Sin embargo, esto a menudo implicaba una colaboración con implicaciones éticas y políticas profundas, un dilema que no todos estaban dispuestos a afrontar. Cabe destacar a científicos como Hermann Niemeyer y Joaquín Luco, guiados por su integridad intelectual, resistieron la instrumentalización de la ciencia y persistieron en su búsqueda independiente de conocimiento, a pesar de los obstáculos que encontraron.

La dictadura militar dejó una marca no solo en la ciencia chilena a través de la manipulación política, sino también a través de la “fuga de cerebros”. Numerosos científicos y académicos se vieron forzados a emigrar al extranjero debido a la represión política y a las condiciones poco propicias para la investigación en el país. Esta diáspora de mentes brillantes resultó en la pérdida de conocimiento y talento científico que Chile tanto necesitaba (se sabe de académicos exiliados que abarcaban áreas desde la microbiología hasta la filosofía). La falta de libertad académica y las dificultades que enfrentaron estos individuos talentosos dejaron un vacío en la comunidad científica chilena que aún se siente en la actualidad. Recordado el libro Pour l’ Université chilienne, trabajo preparado por un equipo de profesores chilenos y editado en 1975 en Francia, bajo el auspicio solidario del Sindicato Francés de la Enseñanza Superior o la Carta a los universitarios chilenos, enviada el 10 de octubre de 1978 por académicos, intelectuales y profesionales exiliados. Tomando un extracto de la carta vemos que se dice:

Uno de los rasgos más sombríos de la tragedia de Chile es la enorme cantidad de intelectuales forzados a vivir fuera de su patria. Expulsados del país, desterrados de él por condenas injustas u obligados a abandonarlo por la intimidación cotidiana, la cesantía o la privación de medios materiales de trabajo y de la dignidad mínima para efectuarlo, ven su regreso arbitrariamente denegado o sujeto a exigencias degradantes y al capricho de la autoridad llamada a decidir su representamos un ‘peligro para la seguridad del Estado’ o han incurrido en el extranjero en ‘actos contrarios a los intereses de Chile’.

Todo esto importa la violación más flagrante, reiterada y extensa de los derechos del hombre y, en especial, del derecho de toda persona a vivir y trabajar libremente en su propio país, a salir libremente de él y de regresar a él libremente. Pero hay en todo esto algo más grave. Los miles de académicos, hombres de ciencia, artistas, profesionales y estudiantes impedidos de vivir en Chile son -junto a los que dentro del país no pueden ejercer sus profesiones y están obligados al desempeño de los oficios más diversos- parte importante del capital humano con que el país cuenta para planear, organizar y llevar adelante el proceso integral de su desarrollo. Constituyen, precisamente, la herramienta que todo pueblo se empeña denodadamente en forjar, a través de generaciones, para salir de su estado de atraso. Al dilapidar de manera inaudita ese potencial, el gobierno militar consuma un atentado contra los derechos de todo el pueblo de Chile.

Quienes suscribimos esta carta en representación de todos los académicos, científicos, artistas, profesionales y estudiantes chilenos privados de vivir y trabajar en su patria afirmamos, más allá de nuestros propios derechos individuales, el derecho de Chile a contar con el capital de sus intelectuales para emprender y llevar a cabo su propio desarrollo”.

El impacto negativo de la dictadura en la inversión en educación y ciencia fue innegable. Los recursos financieros destinados a la investigación y la educación superior sufrieron una disminución significativa, afectando directamente el avance científico y tecnológico del país. La falta de apoyo financiero dificultó el desarrollo de proyectos innovadores y la adquisición de equipos de vanguardia, ralentizando así el progreso científico.

Este período también dejó una cicatriz en la percepción de la ciencia y la educación en Chile. La polarización ideológica generada por la represión política afectó la colaboración y el intercambio de conocimientos entre científicos. Las divisiones en la sociedad permearon las instituciones académicas, erosionando el ambiente de colaboración esencial para el avance científico. Además, la educación en todos los niveles fue moldeada por la ideología del régimen, afectando la formación crítica y el pensamiento independiente de las nuevas generaciones y el tejido científico de la nación.

A pesar de los desafíos y las limitaciones impuestas por la dictadura, la resistencia y valentía de ciertos científicos permitieron mantener viva la llama del pensamiento crítico y la búsqueda de conocimiento. A menudo en la clandestinidad o en el exilio, estos individuos continuaron su labor científica, preservando su integridad intelectual en un ambiente hostil. Su dedicación y sacrificio contribuyeron al legado de la ciencia chilena, recordándonos que incluso en los momentos oscuros, humano de exploración y descubrimiento es una característica inherente al género humano.

Referencias