Descentrados Chile

Abrir las Alamedas y las preguntas por venir

Fotografía: Alfonsina Leiva

Por Javiera Manzi A
Socióloga y militante de la Coordinadora Feminista 8M

“Bienvenidas las recién llegadas
Bienvenidas las cansadas
Las que trabajan trasnochadas
Las que cuidan sin cuidarse
Las catetes e insistentes
Las que están chatas
Y desilusionadas
Las que lloraron el 4 de septiembre
Y todas las que se levantaron al día siguiente.”

Este 8 de marzo en Chile marcó un hito ineludible en el retorno masivo a las calles, donde más de 400.000 mujeres y disidencias se encontraron para abrir las Alamedas mientras otras también lo hacían en distintas ciudades y pueblos del país. La fuerza de este acontecimiento está cargada de certezas, pero también de muchas preguntas. Sobre lo primero, podemos hoy afirmar que la potencia de la lucha e impugnación feminista no ha cesado y que, a pesar de todo, sigue siendo uno de los sectores más dinámicos y convocantes de la clase trabajadora, especialmente entre las y les más jóvenes. Hace poco escuché a alguien hablar de forma muy despectiva sobre “las recién llegadas” que se dicen feministas -sin mucha formación previa-, después de escuchar una canción o ir a una marcha con las amigas. Luego de este 8M, es una alegría constatar precisamente que este sigue siendo por sobre todo un movimiento donde abundan las que llegan recién. Un movimiento que crece y se levanta con y desde el deseo de transformación de las recién llegadas.

Las demandas que han estado en el corazón de este ciclo de movilizaciones feministas desde 2016 no se han agotado, ni encontrada respuesta. Al contrario, las condiciones de vida de la inmensa mayoría de mujeres, niñas y disidencias de este país se han visto empeoradas y precarizadas en los últimos años. Pero a la vez que constatamos el impacto diferenciado que tiene la crisis económica, política y social, también hemos sido testigos (y parte) de una experiencia sumamente amplia de politización feminista que es no solo imparable, sino también indelegable. Lo hemos dicho así: la mayor certeza que hoy tenemos es saber que no somos las mismas de antes de comenzar a levantar la voz al mismo tiempo y en todas partes.

Cabe recordar que la última gran movilización que vivimos previo a la pandemia fue la huelga general feminista del 8M de 2020, donde se reunieron más de 2 millones de manifestantes en las calles de Santiago (según el cálculo de geógrafas y urbanistas). La marca “HISTÓRICAS” pintada por la Brigada Laura Rodig sobre el pavimento dejó como huella de aquella jornada una escritura pública que solo pudo ser borrada tras sucesivos esfuerzos por un operativo policial que cubrió de alquitrán las letras. No importó. El relieve de esas letras aún palpita en las calles. Hasta el día de hoy es una de las imágenes que mejor encarna el sentido profundo de aquel día: la conciencia de un hilo de memoria que es herencia y porvenir histórico. Ese día fue también la antesala de la aprobación en el parlamento de la reforma que haría posible la paridad en el proceso constituyente: por primera vez en la historia de la humanidad, la propuesta de un texto constitucional sería escrita por un órgano paritario. Tres años después y luego de haber atravesado la crisis pandémica, una elección presidencial, el proceso constituyente de 2022 y el duelo tras la derrota en el plebiscito de salida, las calles volvieron, a contrapelo de los relatos mediáticos y contrario a todo llamado al silencio o recato, a llenarse de pañoletas verdes, negras y moradas.

A 50 años del golpe de Estado, la convocatoria para la marcha en Santiago fue coordinada por una articulación muy amplia de organizaciones feministas2. Esta amplia articulación da cuenta de la búsqueda por reconstruir redes sustantivas, no exentas de diferencias ni desacuerdos. La derrota del plebiscito, que en medios internacionales fue rápidamente catalogada como un “golpe al feminismo”, caló muy hondo en la desmoralización y fatiga de nuestros espacios. Volver a articularse fue entonces una tarea de conjunto por levantar una jornada de movilización que pudiese reactivar el sentido y vigencia de luchas históricas y presentes para el ciclo que se abre.

El relato de la manifestación tuvo tres ejes declarados: (1) la lucha por verdad, justicia y reparación: a 50 años del golpe de Estado cívico-militar. El movimiento feminista vuelve a hacer de la memoria un ejercicio de resistencia y rebeldía contra las políticas de impunidad y olvido frente a las violaciones de derechos humanos en dictadura y post dictadura. (2) La lucha contra la precarización como impugnación a la administración neoliberal sobre nuestras vidas, que socava y devasta comunidades y territorios. (3) La denuncia a la falta de democracia en el actual proceso constitucional y la reafirmación del compromiso con los avances feministas logrados en la Convención Constitucional. Estas tres líneas o nudos, tal como diría Julieta Kirkwood en los años ochenta, presentan una orientación muy clara sobre la transversalidad y urgencia de la perspectiva feminista frente a los avatares del presente.

El primer eje repone una centralidad histórica para el movimiento de mujeres y feministas durante y después de la dictadura cívico militar, que se conecta a su vez con el llamado a visibilizar la violencia política sexual como una de las formas más veladas e impunes del terrorismo de Estado. El segundo, retoma la centralidad de la lucha contra la precarización de la vida a partir del programa elaborado en los Encuentro Plurinacionales de Mujeres y Disidencias que Luchan que hemos visto presente en los llamados a huelga feminista desde el 2019. Este año, se marcó especial énfasis en tres claves de esta lucha que conectan la militarización del Wallmapu y las fronteras, la devastación causada por el modelo forestal y la lucha sindical feminista.

Pero quisiera detenerme en el último punto, precisamente porque abre muchas más preguntas que certezas sobre el porvenir. A dos días del 8 de marzo, en lo que ha llegado a conocerse popularmente como el Súper Lunes donde todo vuelve a la “normalidad” tras las vacaciones escolares, se concretaron dos hitos claves del nuevo proceso constitucional: se constituyó la Comisión Experta encargada de proponer un anteproyecto que servirá de base para la discusión de la nueva propuesta constitucional y también se constituyó el Comité Técnico de Admisibilidad. En ambos casos se trata de órganos conformados por personas designadas por el Congreso, que sin mediar votación popular alguna, están llamados a ser quienes den inicio y también fin a la discusión constitucional. Con amplias restricciones para la participación popular, sin independientes y con la tutela de una voz “experta” designada por los partidos, el nuevo proceso constituyente, más que continuidad, es en muchos sentidos la negación del proceso anterior.

Dicho eso, “El Acuerdo por Chile” que dio forma a este nuevo proceso también contempló la conformación paritaria de la comisión de expertos, del comité de admisibilidad y posteriormente también del Consejo Constitucional. Tempranamente ha sido señalado por las mujeres designadas como expertas, que una de sus principales labores será resguardar los avances en materia de género que traía la anterior propuesta. A la vez, ya es posible observar cómo en la campaña de consejeras, la defensa de algunas de las normas feministas más reconocidas como la democracia paritaria, el reconocimiento de los trabajos domésticos y de cuidados, y la justicia con perspectiva de género comienza a ser integrada en propuestas y propaganda electoral.

Vemos entonces y de forma muy contundente, una articulación amplia de organizaciones feministas impugnando el carácter general del proceso, a la vez que un grupo de representantes que no solo aluden, sino también buscan preservar y defender elementos propios de este programa en esta nueva propuesta. Cabe preguntarse entonces ¿Cómo coincide la arremetida antidemocrática con el resguardo de los avances feministas? ¿Qué implicancias tendría una constitución que vuelva a asociarse a la agenda feminista en este contexto? ¿Qué lugar debiese tomar el movimiento feminista frente a este proceso? ¿Qué disputa es posible? ¿Qué escenarios son favorables?

No pretendo resolver estas preguntas, pero desde ya es posible adelantar que la posibilidad de construir estas y otras respuestas de manera conjunta, será una de las tareas políticas que tendrá el movimiento feminista en toda su diversidad este año. Tomando las palabras de Carmen Castillo, de esta, nuestra, derrota surgen nuevos derroteros.

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[1] Palabras de apertura en el acto de cierre de la marcha del 8 de marzo en Santiago.

[2] Entre ellas la Coordinadora Feminista 8M, la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, MEMCH, Ni Una Menos Chile, ReSueltas Feministas Populares, la Asamblea Permanente por la Legalización del Aborto, el Colectivo Cueca Sola, Sindicalismo con Nosotras, la Asociación de Funcionarias y Funcionarios del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género (ANFUMMEG), el Movimiento por el Agua y los Territorios, Nosotras Audiovisuales, Revista Pedalea, Hora Constituyente, Red Docente Feminista (Redofem), Feministas Ochenteras, Secundarias Chile, FEMCHI, Puente Alto Feminista, Red de Mujeres Mapuche, Red de Actrices de Chile, Corporación La Caleta, Colectiva Resistencia Materna Chile , Memorarte – Arpilleras Urbanas, La Morada, Confederación democrática de profesionales de la salud (CONFEDEPRUS), Ciudadanas Cuidando y Agrupación de Abogadas Feministas (ABOFEM).