Descentrados Chile

Tan cerca, pero a la vez tan lejos

Fotografía: sabes.cl

Por Igor Navarrete Richards
De profesión Cartógrafo y director de la Federación de Enfermedades poco Frecuentes FenpofChile.

A 5 años del llamado “estallido social”, y de las masivas protestas y movilizaciones de todos los sectores de la sociedad, se destaca la realizada el 25 de octubre, como la manifestación más grande en la historia de Chile, con una marcha que reunió a más de un millón de personas en Santiago, lanzando la frase “Chile despertó”, que se hizo eco por todo el país, sembrando la esperanza de tener un cambio y frenar las enormes desigualdades existentes entre una clase “privilegiada” oligárquica minoritaria y el Chile real.

La historia dice que fueron 30 pesos en el alza del metro los que detonaron el estallido, pero esto solo fue la gota que rebalsó el vaso, en una sociedad que veía que el modelo económico y social implantado durante la dictadura, solo favorecía a unos pocos, los mismos que argumentaban que el pobre quiere todo gratis, que para tener éxito es necesario hacer méritos y hay que levantarse más temprano a trabajar, entre tanta frase menospreciativa.

Centrándonos netamente en las causas y las verdaderas demandas, y no en la violencia que se generó y  que fue utilizada como argumento por la misma oligarquía para desacreditar el estallido, tenemos la gran desigualdad económica y social, que a pesar de los indicadores que muestran un gran crecimiento en el PIB, también muestran al país como uno de los más desiguales de la región; el alto costo de la vida, con aumento en el precio de servicios esenciales básicos como el agua, la electricidad, los medicamentos, el transporte, sin ver aumentados los salarios al mismo ritmo, pagando su costo la clase media y los sectores más vulnerables; la desconexión de las élites políticas con la ciudadanía, preocupada de peleas inoficiosas y dejando de escuchar el verdadero sentir de la población y justificándose con un “no lo vimos venir”.

La comercialización del sistema de pensiones, educación y salud ha hecho acrecentar aún más esa desigualdad. Un sistema de pensiones, que no es de seguridad social, que entrega pensiones muy bajas, insuficientes para vivir dignamente en la vejez, a pesar de los aportes obligatorios de los trabajadores y que el Estado ha tenido que subsidiar para, al menos, alcanzar la línea de la pobreza y la educación y salud, donde el argumento de libertad de elegir depende netamente del ingreso económico de las familias para acceder a mejores colegios y a una salud digna.

El pacto político que se produjo a consecuencia del estallido el 15 de noviembre, que para algunos fue una traición al movimiento social, para otros fue una luz que indicaba que algo podía cambiar y el proceso constituyente iba en esa ruta, pero lamentablemente y ya sin la presión de las manifestaciones y marchas, la clase política extremista por un lado, quiso darse un gustito y por el otro lado, activar el discurso del miedo y odio, que finalmente terminaron en dos procesos que han mantenido el status quo.

Sin embargo, sí se generó un cambio en la forma en que la ciudadanía solicita mayor justicia social, igualdad y por sobretodo transparencia a las autoridades. Las movilizaciones como mecanismo de presión influyen fuertemente en las decisiones políticas que permitan reformas que generen cambios significativos para disminuir la desigualdad.

Se han comenzado a buscar nuevas políticas públicas, ahora con una mayor participación y voz de la ciudadanía en temas como las pensiones, donde se busca un sistema que garantice mejores y dignas pensiones; acceso a una salud pública universal, donde no importando la condición económica la vida sea la prioridad; aumento en el salario mínimo, subsidio a sectores más vulnerables, mejor educación, entre muchos, pero hasta el momento solo se han logrado algunos cambios y otros se mantienen como declaraciones de intención por parte de las autoridades.

A pesar del consenso general, de que es necesario y fundamental realizar reformas para lograr una sociedad más justa, queda demostrado con los dos procesos constituyentes fracasados, que la sociedad chilena culturalmente no está preparada ni tampoco le gustan los cambios. Una de las causas probables es el metódico y constante trabajo mental que han realizado quienes implantaron el sistema neoliberal durante la dictadura, que ha convertido a la sociedad chilena en una sociedad “individualista”, muy lejos de esa sociedad solidaria de la que nos jactamos, quedando demostrado en frases como “con mi plata no” o “porque debo financiar a flojos”, además de crear una realidad de que “El Estado” no debe participar de la Seguridad Social o la Salud porque no es eficiente y que los “privados” hacen mucho mejor ese trabajo.

En resumen, el estallido social fue sin duda un hito importante en la historia de Chile, provocando esperanza en miles quienes día a día se enfrentan y luchan contra la desigualdad, pero los traumas postdictadura, miedo y desconfianza, son aún un obstáculo que nosotros mismos como sociedad nos ponemos para provocar esos cambios, mientras la clase política y oligárquica vuelve a su zona de confort. Estuvimos muy cerca, pero a la vez muy lejos de lograrlo.