Descentrados Chile

Territorio digital: comunidades creativas y redes con poder

Fotografía: Metamorworks

Por Nicolás Gómez Núñez

Profesor Asociado Regular, Escuela de Sociología, Facultad de Economía, Gobierno y Comunicaciones, Universidad Central de Chile.

El escenario donde se desarrollan los siguientes argumentos supone que la Internet, las máquinas y los espacios digitales han sido lugares de coordinación política entre personas que representan a las organizaciones que buscan responder a los problemas de las mayorías. En consecuencia, los actores no humanos proveen los contenidos de las interacciones entre “comunidades creativas” (Kozinets, 2010) que elaboran, o intentan producir, un estado de gobernabilidad de los elementos en una época de catástrofe social que, en la mayoría de los casos, han sido el resultado del modelo extractivista porque los gobiernos han negado la importancia de la ciencia para prevenir y tratar una pandemia (VIH/SIDA, COVID19, H1N1, por ejemplo) o para detener el cambio climático; o cuando los líderes políticos y religiosos siembran la violencia al avalar las prácticas que reproducen la visión patriarcal, xenófoba y homofóbica del mundo.

Las comunidades creativas utilizan la internet para fabricar “sitios de producción y consumo” donde están imbricadas las versiones de la realidad. Es decir, esa realidad es posible porque es coherente la vida cotidiana online y la offline (Hine, 2004: 54; Stone, 1991; da Rosa, Pedrotti, Mallmann y Frizzo, 2020). Incluso Weslowski (2014) asume que las personas que se conocen y coordinan a través de máquinas y sitios digitales logran una “comunicación auténtica” cuando interactúan cara a cara. Sin embargo, el entusiasmo por participar no es igual en todas partes. Al respecto Méndez observó una “baja correlación entre presencia online y presencia offline” en el movimiento animalista, aun cuando sus entrevistados percibían que eran los más activos en la Internet; y reconoció que la incorporación de la Internet sucedió cuando se combinó “el activismo en la calle con el activismo en el espacio virtual”, lo cual permitió que la política se anclara al territorio (Méndez, 2019:374, 384).

Laudano advirtió que la apropiación tecnológica realizada por las comunidades creativas permite innovar en un territorio digital, por ejemplo, al usarlo como un “espacio compilador de las adhesiones” que presentan lo que se hizo en la vida offline a nivel mundial (Laudano, 2019:359,361). Así lo observó en el ciberactivismo feminista cuando revisó la movilización #NiUnaMenos en 2015, el Paro Internacional de Mujeres del #8M en 2017 y la legalización del aborto en el Congreso de la Nación de Argentina en 2018.

Las comunidades creativas no pierden sus relaciones con los espacios geopolíticos de nivel local. Esta cualidad pone un límite al uso de la categoría de “comunidades virtuales” (Hine, 2004: 5, 28) porque, por un lado, las comunidades creativas no se dedican a construir mundos digitales secretos o enigmáticos. Por el contrario, buscan una elaboración interactiva de significados (Castells, 2009:184) y crean ambigüedades en lo societario, siendo difícil distinguir lo que es natural y lo que es artificial. Como diría Haraway (1991), producen un estado colectivo susceptible de ser desmontado y vuelto a montar.

Por otro lado, las comunidades creativas gestionan máquinas, softwares y otros actores no vivos para difundir la asignación de sentido y articular interacciones eficientes (Hine, 2004: 143; Kozinet, 2010). Por lo cual, la hipótesis que nos orienta señala que las consecuencias que tiene la tecnología, especialmente la tecnología de comunicaciones mediadas por ordenadores y teléfonos móviles depende de la percepción y recepción que de ellas se hace en el contexto social.

En esta posición las personas, grupos y organizaciones que producen el territorio digital dejan huellas de sus preocupaciones (Hine, 2004: 69). Por ejemplo, hay registros de: clausuras de flexibilidad interpretativa, estabilizaciones tecnológicas, publicidad que ofrecen los medios de comunicación, contextos de prueba y campos de aplicación donde se reconocieron otros usos de la tecnología y de los artefactos. Incluso la computadora, la Internet, los sitios digitales y otros actantes deja registros de la apertura de contextos más amplios que expresan el escenario sociopolítico donde participan los usuarios de las tecnologías (Pinch y Bijker, 2008).

Es indiscutible que hay un área en el territorio digital habitada por las organizaciones con fines de lucro que producen bienes simbólicos y su actividad renueva sistemáticamente el escenario sociopolítico. Bueno informa que no hay una neutralidad en los flujos de información porque hay “fuentes de poder que perfilan el control sobre la toma de decisiones de los procesos innovadores externalizados de las firmas y contribuyen al posicionamiento de las marcas” (2018:55). Incluso nosotros utilizamos las categorías de monopolios y monopsonios para estudiar algunas consecuencias de su acción colectiva.

Hay una descripción sobre la economía de plataformas, apropiación tecnológica y el ser emprendedor en Martínez, Gala y Samaniego (2019). A nosotros nos interesa, en palabras de Kozinets (2010:27), la condición communitas que se manifiesta en los vínculos íntimos, esenciales, horizontales, comprometidos e interdependientes en el territorio digital.

En ese estado se ubican las interacciones de don, la creación de bienes comunes, las contiendas por el prestigio (Reygadas, 2018), el comercio justo solidario, la amistad comercial que prescinde de la obligación y del control social (Simmel, 2002; Dreher, 2012), la construcción de la biografía de los artefactos a través de las esferas de intercambio (Kopytoff, 1986) y la domesticación de las cosas por apropiación, objetivación, incorporación y conversión (Pink, Horst, Postill, et. al, 2016).

Desde un punto de vista particular, la condición communitas es diferente al individualismo en red que administra una “cartera de sociabilidad” gestionada desde la elección de vínculos de bajo compromiso (Castells, 2001). Por el contrario, la condición communitas se sostiene en interacciones que promueven el reconocimiento de las capacidades, ese ejercicio fortalece la confianza y otorga consistencia a la autovaloración con lo cual favorece un aprendizaje sobre los límites de las capacidades, para luego ser invertido en la construcción de redes. Por lo mismo. A pesar de la heterogeneidad de las redes, ellas se articulan gracias a las objetividades dedicada a los vínculos íntimos, esenciales, horizontales, comprometidos e interdependientes y pueden ser interpretados como indicadores de la existencia de una comunidad societaria.

Las comunidades creativas también se caracterizan porque tienen poder, es decir, producen datos que definen al investigador social como un bricoleur, llevándolo a adoptar una posición ecléctica al investigar la simbolización del orden social (Rogers, 2012); y pueden conectar personas y organizaciones en una red, estas redes producen bienes y servicios y participan en la creación de otras redes. Incluso pueden controlar los puntos de conexión entre diferentes redes. Pero lo fundamental aquí es esto: el poder de las comunidades creativas se expresa cuando programan redes según sus objetivos.

Por ejemplo, la presencia del hambre se resuelve con la producción de alimentos en una olla común, ahí es inmediatamente observable el despliegue de interacciones que han sido orientadas por una programación que supone la búsqueda de artefactos para cocinar raciones de alimentos para los vecinos del barrio, reunión de saberes culinarios y lista de distribución.

Es más, parafraseando a Bloor (1998), las opiniones que cierran los ejercicios de reflexión e interpretación para tomar una decisión sobre qué prácticas se deben realizar para, por ejemplo, llegar a los vecinos con un plato de comida en tiempos de escasez, pueden ser considerados como una de las fuentes de la autoridad. Luego, la reproducción de la solución al problema queda en las manos de los grupos en red que escriben e inscriben esa convención en el territorio digital, y si seguimos la propuesta de Lechner (1997), es factible sostener que los documentos y sitios digitales alojados en la Internet, pueden ser tratados como registros de la coordinación en el territorio digital, debido a que tienen las marcas de la poliárquica del poder (Dahl, 1972), o sea: los pasos de la construcción de las representaciones y los sedimentos de los discursos de los actores.

Referencias:

Bloor, D., 1998, Conocimiento e imaginario social, Barcelona: Gedisa

Castells, M. 2009. Comunicación y Poder, Madrid: Alianza.

—————- (2001) La galaxia Internet. Reflexiones sobre Internet, empresas y sociedad. Barcelona: Plaza y Janés.

da Rosa, L., Pedrotti, B., Mallmann, M., y Frizzo, G., 2020, “O Papel da Coparentalidade e da Rede de Apoio Materna no Uso de Mídias Digitais por Bebês”, Contextos Clínicos, v. 13, n. 3, set./dez. 2020. doi: 10.4013/ctc.2020.133.04

Dahl, R. 1972, La poliarquía. Participación y oposición, Tecnos

Dreher, J. (2012). Superando la trascendencia del mundo intersubjetivo: reflexiones fenomenológicas sobre la amistad. En Belvedere, C. (Ed.) La constituciónde lo social. Aportes para el diálogo entre la sociología y la fenomenología. (pp.76-96). Los Polvorines: Universidad Nacional General Sarmiento.

Haraway, D. (1991) “A Cyborg Manifesto: Science, Technology, and Socialist Feminism in the Late Twentieth Century”, in Simians, Cyborgs and Women: The Reinvention of Nature. New York; Routledge, 1991: 149-181.

Hine, C., 2004, Antropología Virtual, Barcelona: UOC.

Kopytoff, I. 1986. “La biografía cultural de las cosas: La mercantilización como proceso”, en Arjun Appadurai (Ed.) La vida social de las cosas. Perspectiva cultural de las mercancías. México. D.F. Grijalbo. (pp.: 89-124)

Kozinet, Robert, 2010, Netnography: Doing Ethnographic Online, London: Sage.

Laudano, C. 2019. “Acerca del uso estratégico de TIC en movilizaciones feministas”, en Rivoir, A., y Morales, M. (coordinadoras) 2019. Tecnologías digitales: miradas críticas de la apropiación en América Latina. Buenos Aires: CLACSO; Montevideo: RIAT. Pp. 357-369.

Lechner, Norbert, 1997, “Tres formas de coordinación social”, Revista de la CEPAL, 61: 7-18

Martínez, L., 2020. Capítulo 5: “Problematizar la autoría: articulación de conocimientos situados desde trayectorias de disidencia”, en Aurora Álvarez, Alberto Arribas y Gunther Dietz (Ed), 2020, Investigaciones en movimiento: etnografías colaborativas, feministas y decoloniales. Buenos Aires: CLACSO; Madrid: Ministerio de Ciencia e Innovación; Agencia Estatal de Investigación.

Méndez, A., 2019. “Apropiación tecnológica y movimiento animalista en Argentina”, en Rivoir, A., y Morales, M. (coordinadoras) 2019. Tecnologías digitales: miradas críticas de la apropiación en América Latina. Buenos Aires: CLACSO; Montevideo: RIAT: 371-412.

Pinch, T., y Bijker, W., 2008 [1987], “La construcción social de hechos y artefactos: o acerca de cómo la sociología de la ciencia y la sociología de la tecnología pueden beneficiarse mutuamente”, en Thomas, H., y Buch, A., Actos, actores y artefactos. Sociología de la tecnología. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, Pp.: 19-62.

Pink, S., Horst, H., Postill, J., Hjorth, L., Lewis y Tacchi, J., 2016, Digital Ethnography. Principles and Practice. London: SAGE Publications

Reygadas, Luis. (2018). “Dones, falsos dones, bienes comunes y explotación en las redes digitales. Diversidad de la economía virtual”. Desacatos, (56), 70-89. Recuperado en 22 de julio de 2021.

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Simmel, G. (2002). Cuestiones fundamentales de sociología. Gedisa

Stone, Allucquère (1991) “Will the Real Body Please Stand Up?” in Michael Benedikt (ed.) Anthology Cyberspace: First Steps, (Cambridge: MIT Press, 1991): 81-118.

Tirado, F., y Cañada, J., 2011, “Epidemias: un nuevo objeto sociotécnico”. Convergencia. Revista de Ciencias Sociales, 56 mayo-agosto: pp. 133-156.

Weslowski, P. (2014). Using Forums and Message Boards to Recruit Study Participants in Qualitative Research. The Qualitative Report, 19(39), 1-15. Retrieved from https://nsuworks.nova.edu/tqr/vol19/ iss39/3