Descentrados Chile

El ladrón de perros o Martin Párramo

Fotograma de película "El ladrón de perros" (2024) Dirigida por Vinko Tomičić

Por Agustín Enrique Ortiz Montalvo

Licenciado en Relaciones Internacionales. Especialista de la Dirección de Relaciones Internacionales y Productor de Casa de las Américas.

Vinko Tomičić Salinas (Coquimbo, 1987) se alzó, el pasado viernes 13 de diciembre, con el Coral de Guión, por su película El ladrón de perros, en el marco de la 45 edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. Es un reconocimiento para Chile, Vinko prestigia su ciudad natal. Como parte de su recorrido por Latinoamérica, el realizador ha vivido en Argentina y Bolivia; en esta película recrea la energía de la capital boliviana. La cinta podría ser un guión escrito por Mario Vargas Llosa ambientado en La Paz, con la sensibilidad y el modo de narrar característico del Nobel peruano, o llamarse Martin Párramo; de algún modo, el personaje principal de la película también busca a alguien.

Martin busca a alguien o algo, quizás busca consuelo, o palear su vida de huérfano acompañado de otro ser. Ha crecido en una casa de acogida, con una señora que no es su familia y se encuentra entre la responsabilidad de cuidarlo, como buena cristiana, o expulsar al muchacho hacia la nada. En una ocasión que se entrevista con la trabajadora social, no queda claro el próximo paradero de Martin, que ya no es un niño pequeño, los cuales tienen más posibilidades de ser adoptados por una familia. 

El largometraje retrata a un muchacho pobre de La Paz, que perdió a su madre a edad temprana y se busca el sustento limpiando zapatos. Con esos pocos años donde la autoestima no está del todo formada, en una sociedad que reproduce determinados patrones de éxito, Martin usa un pasamontaña para cubrirse el rostro, pues no quiere que sus compañeros de la escuela sepan lo que hace, en aras de evitar choteos y conflictos. 

Por otro lado, cuando apreciamos el rostro de Martin, en varios momentos del filme, encontramos la elocuencia del desamparo, de esa indefensión que implica no entender por qué todo es tan adverso. Desde que se levanta, al muchacho le pica el cuerpo, tiene rastros de escabiosis en su piel como resultado de las condiciones precarias en las que vive. Su cara parece la de alguien corto de ideas, aunque luego sabremos que las apariencias engañan: es capaz de urdir un plan.

La situación gris se acentúa con el tono del cielo de La Paz, y los pasajes de los barrios marginales de esta ciudad, hacinada, surcada en el aire por el teleférico, a una altura considerable sobre el nivel del mar. El muchacho vive “por la Cervercería”. Hay un pasaje de la película donde él y un amigo se suben sobre una montaña de carros chatarras apilados, y desde allí arriba gritan sus nombres y solamente los perros del barrio contestan.

El guión retrata esa realidad marginal característica de las capitales de América Latina. Al mismo tiempo, asume los contrastes. Si el muchacho puede limpiar zapatos es porque hay un señor que paga por ello. El encuentro de esos dos mundos conlleva a que Martin conozca y estudie a un sastre de la ciudad (interpretado por el actor chileno Alfredo Castro). Se acerca a él para aprender el oficio de las costuras, la decoración y los recortes de tela. Es así como Martin descubre tantas cosas que le interesan, y disfruta, luego de que el señor lo deja pasar a su negocio, la belleza del perro que también habita el espacio. Conocer a este animal con el cual el sastre comparte la vida, constituye un punto de giro en la existencia del muchacho. Entonces se le ocurre robarse el perro, y guardarlo en su hogar de acogida, en contubernio con su compinche de la casa. 

El sastre sufre mucho y, en medio de su debilidad, acepta la ayuda de Martin en el camino de encontrar al perro. El muchacho le pide al señor que diseñe un cartel con la recompensa para aquel que encuentre al pastor (un perro especial, entrenado y bien portado como pocos). Se compromete a pegar estos anuncios por varios puntos de la ciudad. En cambio, Martin se deshace de los papeles y conserva al perro en secreto.

Engaña al hombre que, al mismo tiempo, lo acoge como un amigo. La infamia de Martin crece a la par del cariño “paternal” que le profesa el sastre. En una especie de triángulo amoroso, el muchacho disfruta la compañía del perro en su lugar de acogida: lo alimenta y un día, amén de los riesgos, decide pasearlo por la ciudad. En este sentido, el protagonista vive momentos y proyecta una imagen que le niega su condición social.

Mientras anda con el señor de buen gusto, viste nuevos trajes, visita lugares de alcurnia, es invitado a cenar con el confort que brinda el hogar de este hombre. Allí apreciamos que el muchacho conserva una fotografía de su madre. En otra escena, se muestran las diferencias que marca la sociedad con respecto a estos dos personajes, a pesar de la cercanía que va creciendo entre ellos. El señor va con Martin a jugar billar. Al cabo de un rato, en medio de la diversión, aparece en pantalla el dueño o una especie de gerente del lugar y le explica al sastre que Martin no es asociado y que no puede permanecer allí con esa persona. Adonde quiera que vaya, el muchacho lo acompaña el estigma de la marginalidad.

En la película se produce un hilo de tensión entre dos puntos: por un lado, no aparece el perro y el joven buscador en algún momento tendrá que mostrar resultados de su trabajo; por otro lado, ¿cómo Martin va a ponerle fin a este período de su vida en el cual siente que es alguien? ¿Cómo renuncia a la compañía doblemente enriquecedora del hombre y el animal?

Era de esperar que esta tensión desencadenara en un conflicto. El señor descubre que Martin lo engaña. Con un marcado maltrato el sastre exige su perro de vuelta, y propone un dinero a cambio. Pero que el muchacho no acepte, nos pone ante otra pregunta: ¿qué busca Martin? Si este hombre, como él insinúa, es su padre, ¿la compañía que le brindó a quien creció huérfano, constituye un robo de su tiempo? ¿Acaso quien se convierte en el ladrón de perros, en otro contexto, no hubiese sido el hijo paseando a la mascota?

La película retrata esas ausencias que esencialmente habitan en muchos seres de América Latina. Asegura el realizador chileno que le tomó tiempo conocer estas realidades. Hoy podemos asegurar que este filme es candidato por Bolivia a los premios Goya, porque Vinko asume en la pantalla todo lo que cabe detrás del rostro de Martin, un limpiabotas común y corriente de La Paz, con un vacío por llenar; porque nos deja impactados en la butaca del cine, nos suelta conmovidos por la calidad de sus preguntas.