Por Shirley Ruiz
Artista, Costa Rica
Desde las montañas nacieron muchos hombres
y mujeres con la piel cocida en el polvo de la tierra.
Hombres y mujeres que sin temor despertaban
las remembranzas de viejos lugares donde la sangre corría indiferente por la vida.
Se escuchaban leyendas que eran contadas cada día antes del amanecer.
Historias de sus largos viajes,
Anécdotas que evadían el asombro y el miedo.
En sus manos llevaban agua y pan,
Cargaban sed y deseo de justicia.
Sus labios deshojaban palabras profanas
que retumbaban en las paredes de los reyes.
La melodía de la muerte era oro en sus espaldas.
Sus ideas eran el júbilo del pueblo y el odio de los gobernantes.
En cada cantar del gallo la historia renacía.
En cada fuego labrado la tierra ardía por verdad.
Eran luz, eran fuerza,
eran libertad germinada en el viento.
Llevaban sobre sus hombros el amor
del mundo y la risa escandalosa de los amigos.
Su gran voluntad y la lucha por los desheredados de la tierra,
eran la fuerza para continuar sus revoluciones.
Nacieron, crecieron, quedaron,
Ellos y ellas volvieron y el dolor y la injusticia
no los pudo matar.
Su espíritu continúa en la muchedumbre,
en el desamparado, en la tierra que da fruto
y sabe a memoria.
Sus hechos siguen latiendo como gritos en las montañas,
su fuerza sigue maldiciendo a los verdugos
y escupiendo las miserias agujereadas
por los mentirosos.
Su voz se levanta en medio de la noche y
entonan cantos de libertad.

