Por Emilio Soto R.
Psicólogo Universidad de Chile. Magister en Gobierno y Gerencia Pública. Guitarrista Clásico y Estudiante de Pedagogía en Música 4to año UMCE.
“…estoy comenzando a sentir la embriaguez en que te sumerge esta vida agitada y tumultuosa. La multitud de objetos que pasan ante mis ojos me causa vértigo. De todas las cosas que me impresionan, no hay ninguna que cautive mi corazón, aunque todas juntas perturben mis sentidos, haciéndome olvidar quien soy y a quién pertenezco.” Rousseau en (Berman, 1982)
Esta frase de Rousseau sigue siendo tan actual ahora como en la época en la cual se escribió. El surgimiento de la modernidad tiene en su germen una problemática implícita, aquello que prometía simplificar la vida del hombre, termina complejizándola y lo que es más grave, desgarrando el sentido de vida. Es en este contexto en donde emerge el sentido de propiedad que ensalza al “yo” y surge la pregunta ¿Cómo la época moderna erige la figura del compositor en la música y qué relación tiene esto con la modernidad? Y más aún ¿Cómo esto se relaciona con la sociedad del cansancio, en la actualidad? Responder estas preguntas, supone realizar un recorrido en el cual es necesario plantear algunas premisas que permitan poner en contexto esta discusión.
El surgimiento de la conciencia del “yo” en sentido particular e individual de la palabra, en ese yo como unidad, con contenidos psicodinámicos, con experiencia subjetiva, que pone en duda y cuestiona las raíces de las instituciones que en algún momento llegaron a dominar la vida de las personas, desde la religión a la política. Ese yo que entrega un sentido de experiencia y a la vez que es fenomenológicamente individual, por la ideología dominante llega a convertirse en un experimentador de sensaciones, en el cual el sentido de pertenencia se transforma en plato de segunda mano ante la posibilidad de la posesión.
En este contexto el despertar hacia el individualismo tuvo como principal motor el desafiar al poder establecido de la época “la modernidad va a surgir con más rapidez en aquellas regiones donde la religión se abrió a la posibilidad de dialogar con estas nuevas fuerzas; y en sentido contrario, se vio retrasado su desarrollo en países donde la Iglesia mantuvo la ortodoxia de manera infranqueable” (Uribe, 2020). Esta nueva forma de mirar el mundo, que desafiaba el sentido de pertenencia; a un dios, a un país, a un imaginario colectivo, comienza a en su mismo nacimiento a provocar una externalidad negativa, que hasta el día de hoy arrastramos.
En este sentido el compositor, antes no dueño de su obra, sino muchas veces, un difundidor de tradiciones, no tenía visualizaba la importancia del sentido de propiedad debido a que no existía la necesidad de demostrar la autoría, ya que el sentido era el alabar a un dios creador más allá de lo terreno. Por tanto, la ausencia del sentido del goce y del disfrute particular, es algo que no era propio de la música sacra, dominante en la época medieval. Esta explosión de sentidos no existía, debido a que muchas veces la sobrevida ya era una tarea en sí misma, muy difícilmente, ese hombre medieval, mucho más abajo en la pirámide de necesidades, podría tal vez, dedicarse a la pregunta de si es importante el desarrollar una individualidad en una sociedad que ya estaba marcada por el designio al nacer en determinada clase social.
Como se observa anteriormente, parece ser ineludible la sensorialidad y el sentido del yo, es como si el yo primigenio estuviera dado por la extensión de los sentidos, pudiera ser en ese contexto que la embriaguez que sostiene Rousseau una condición “sine qua non” para comenzar a discernir los límites del yo. Siguiendo esta misma idea, es posible observar la necesidad de que la música, llenara aún más los sentidos, enriqueciéndose de matices y acordes prohibidos en la época medieval, es ahí donde surge el rescate de lo sensorial a través de la cultura griega, y como lo refleja la obra de Orfeo, un espectáculo en el cual se experimentan vivencias destinadas a la recreación, las cuales tienen la música como vehículo.
Este renacer de lo sensorial, se enmarca también como una experiencia, un producto, un elemento de disfrute, el cual debe tener un referente conocido. La importancia en la época moderna del rastreo, del dejar registro, la señalización que reemplaza al anonimato, la oscuridad que es reemplazada por la luz, pero no solo la luz del conocimiento, sino la luz de la propiedad y la luz de “neon” que vuelve el día noche, alarga las jornadas y el ciclo circadiano, comienza poco a poco a generar una brecha importante entre lo humano y lo natural, lo que luego derivaría en lo artificial, signo propio de la modernidad actual.
La IA, dos letras que resumen la evolución del mismo concepto, lo humano en contraposición con lo natural, la propiedad en contraposición con lo común. Por tanto, uno de los hechos propios de la modernidad tiene necesariamente que ver con el salir de lo común, de lo ordinario, el autor, resalta por no ser como los otros, tiene algo que lo hace distinto, es dueño de…
En este sentido no es de extrañar que lo moderno tenga mucho que ver con el desarrollo del capital, con los cambistas o banqueros, con la apropiación de lo natural, con la acumulación. Es aquí donde surge y se re-expone la premisa inicial, como un juego macabro la modernidad tiene dentro el germen del cansancio, aquello, que pretendía simplificar la vida, termina por complejizarla o más bien artificializarla, surge la necesidad de todo aquello que genera la comodidad, pero sacrificando la conexión con lo natural.
Es aquí en donde el planteamiento de la sociedad del cansancio, lleva a algo más allá de la embriaguez y la falta de sentido, lleva al desarrollo del cansancio extremo, el estar a la vez en la condena eterna de Sísifo, llevando la piedra hasta la cima para volver a subirla, ya no hay embriaguez, existe cansancio, debido a la autoexigencia, al hecho de no quedar fuera de la sociedad moderna que rebalsa los sentidos, es necesario, auto exprimirse, sacarse el máximo provecho, el agotar todas las horas del día en consecución de logros que garanticen la entrada VIP al mundo de la modernidad, la exclusión ya no está dada desde el otro, desde lo ajeno, sino puesta en nuestras manos, a través de la llamada al auto esfuerzo, la autoexigencia, que en palabras de Byung-Chul Han, provoca que las enfermedades actuales sean en gran parte de nuestro sistema nervioso y de nuestra mente, el cansancio, la depresión y el agotamiento crónico. “Resulta muy difícil rebelarse cuando víctima y verdugo, explotador y explotado, son la misma persona” (Han, 2022).
Finalmente es realmente paradójico haber logrado la entrada al paraíso artificial y no poder disfrutarlo, no porque no exista el acceso sino, porque interiormente es imposible salir del agotamiento existencial y el autor es atrapado por su propio sentido de propiedad en la Matrix de la modernidad.
Referencias:
Berman, Marshall. (1982). Todo lo sólido se desvanece en el aire.
Han, Byung.-Chul. (2022). La sociedad del cansancio. Herder.
Uribe, Cristian. (2020). La modernidad o ¿síntesis de la historia?