Descentrados Chile

Notas sobre el encuentro:  Música, afectos en cada momento.

Fotografía: Maximiliano Jofre

Por Hans Provoste 

Estudiante de pregrado en Psicología | Universidad Alberto Hurtado. Buscador innato, apasionado por lo humano y su descubrimiento en la diversidad.

Algo del misterio que entrañan las artes se deja ver en Cada Momento, obra compuesta e interpretada por el guitarrista chileno Maximiliano Jofré. En ella, emerge toda la belleza de la transitoriedad y del afecto, esbozando en cada uno de sus acordes, una expresión sincera del sentimiento que da origen a esta canción. 

Es preciso señalar que la música siempre abre un espacio para que los idearios que nos representamos o figuramos, tengan cabida. A partir de las experiencias de entrega a la vida, el estatuto de resonancia y el descubrimiento posible que allí se pone en marcha, habilitan las condiciones necesarias para que la sensibilidad en la escucha nos arroje a un territorio que excede a la palabra misma; una suerte de instancia prelingüística en la que la memoria, la piel, el oído y el cuerpo, encuentran una forma de expresión profunda, sin tanta mediación, abierta en carne viva a la experiencia de la emoción y su surgimiento. 

Cada Momento nos traslada a ese espacio de encuentro en el que el amor, con sus luces y sombras, bordea la esperanza de un porvenir más humano, sensible y restitutivo del dolor. Sin duda, las historias que atravesamos, los futuros soñados, la angustia remanente del pasado, con sus respectivos entredichos, convergen en este espacio hecho canción. La premisa del cuidado, como una instancia capaz de resignificar lo vivido, se siente en cada uno de los versos que nos regala Maximiliano. Se puede vislumbrar, además, la traducción de la añoranza en el encuentro junto a ese otro/a amado/a. Cada arpegio y la rica armonía que da vida a esta composición, muestran con claridad los elementos del bolero y la estilística que busca seguir el artista con su interpretación.

De esta manera, es que se puede escuchar desde un principio:

“Vivamos cada instante como si fuera un adiós […]

Ser contigo en el amor, cuidar y agradecer”

(Jofré, 2023, 0:58 – 1:12)

Recojo estos versos, para situar lo siguiente: Estellon (2014), nos dirá que hay algo en la escucha del crujido de la voz – o de la letra de una canción se pudiera pensar –, que inevitablemente nos confronta con una estructura abierta. De algún modo, uno mismo puede proponerse desde ese espacio que es esencialmente acústico, como una suerte de reflejo en el que las imágenes, ideas, afectos y recuerdos se hagan sentir. Me atrevo a sostener que es en esa dimensión de la sensibilidad, donde se juega el fundamento del oficio del músico. Sin duda alguna, el trabajo de Maximiliano opera como esa puerta de entrada para entender que la posibilidad de ser en el amor no es sino, la interpelación necesaria para cobijar con sus complejidades, la disyunción irrefrenable que trae el encuentro junto a otros/as. En ese registro, en la alteridad precisamente, hay distancias, pausas e intervalos que van a autorizar otras formas de contacto con el propio mundo interno. La música que nos regala nos hace un guiño modesto para abrazar la impronta del campo relacional, las experiencias afectivas y los cruces que se dan de acuerdo con la singularidad de cada persona. 

Puedo añadir que, siendo su amigo, percibo la calidad de la presencia en el trabajo de Maximiliano. Años recorriendo las calles, espacios, plazas y ensayos han hecho del oficio en la escucha – y en la interpretación habrá que decir – un refugio para que toda posibilidad de encuentro tenga cabida: con la diferencia, con las pérdidas, con las vicisitudes de la vida, pero aún más, con el amor que se habilita a partir del afecto que se construye en complicidad con los/as demás. Hoy, transitando otras veredas, tomo la mirada de Pommier (2020) para descubrir desde el oficio clínico, la producción de espacios comunes en los cuales la palabra, sea susceptible de renacer. Esta coordenada, con un alto valor metapsicológico, permite sintetizar una parte importante de la impronta con la que Maximiliano da vida a Cada Momento. Me refiero aquí, a lo que siempre se despliega en el terreno de la música: la ritmicidad, la espontaneidad de la sorpresa. 

Aquello quizás, no sea otra cosa más que la apertura para dotar de sentido las muchas marcas que nos habitan, en el cuerpo, en la memoria, en los sueños y anhelos que tenemos. Tal vez sea eso lo que permite dar continuidad a la propia existencia, con todos los matices que allí se implican. Esa máxima, al final, es el reflejo del deseo y la añoranza que evoca Maximiliano para regalarnos ese punto de encuentro, en el que el abrazo y la conciliación se han hecho canción.

Referencias:

Estellon V. (2014). «La musique des mots à l’épreuve de l’écoute en psychanalyse». Topique, 4(129), pp. 7-18.

Jofré, M. (2023). Cada Momento [Canción]. En Cada Momento. Sencillo.

Pommier, F. (2020). Música y psicoanálisis. Aesthethika, 16(1), pp. 25-33.

ENLACE SPOTIFY – SENCILLO:

https://open.spotify.com/intl-es/album/3RMclKr0nqx1SSu7cBf6P8?si=DoaRyVENRJ-0vhwVG5yfdA