Por Valentina Durán Bustos
Actriz. Directora teatral compañía Teatrhoy. Trabajadora artística y cultural. Ex presidenta de Sidarte Biobío 2021-2024.
“¿Quién puede callar el latido de un corazón palpitando? ¿O el grito de una mujer dando un hijo? ¿Quién?” Dice Víctor Jara en su canción “La luna siempre es muy linda”, y en la misma declara: “no recuerdo que desde el cielo haya bajado una cosecha gloriosa”, o “no creo en nada sino en el amor de los seres humanos”. Hoy cada una de sus letras sigue haciendo sentido, y su voz no se calla, y lo citamos en presente porque su legado sigue y se propaga aun cuando quisieron silenciarlo de la forma más horrorosa. Víctor, el hombre de teatro que se hizo cantor, conectó con la consciencia comunitaria, desafiando las injusticias y las creencias que se usan para ocultarlas. Por eso su influencia continúa hasta hoy, y esa conciencia, como un río al que se trata de desviar, sigue buscando su cauce.
Víctor Jara, así como innumerables artistas, junto a chilenas y chilenos, estudiantes y trabajadores/as de diferentes rubros, fueron parte de la construcción de una conciencia colectiva que buscaba una sociedad de derechos, en donde la participación, solidaridad y el desarrollo de la cultura existieran como importantes cimientos. Esta conciencia logró instalarse, pero afectó los intereses particulares de quienes, acostumbrados a acaparar y a explotar, no tuvieron herramientas para corroerla y la atacaron con maquinaciones, alevosía y felonía. Ríos de sangre.
Tras 17 años de imponer un modelo neoliberal que extremó las desigualdades y los privilegios institucionales para beneficiar a unos pocos bajo un manto de impunidad y corrupción, llegó la democracia que continuó el modelo. Y con el dictador asesino sentado en el Senado y sin condena, transcurrieron 30 años de asentarlo. Hasta que el 18 de octubre del 2019 en la capital del país, y el 19 en adelante en las regiones, todo Chile se manifestó ante las abusivas leyes implantadas para aprovecharse de la población. “No era depresión, era capitalismo” fue una de las consignas que rápidamente se propagó. Educación gratuita, No más AFP, Salud de calidad, Pensiones dignas, se leía en los carteles y en los muros. El pueblo de Chile volvió a reunirse. Se encontraron en las calles personas de diversos sectores y orígenes, dialogaron, se escucharon, y se expresaron. Múltiples artistas se manifestaron con su trabajo, en sintonía con el sentir colectivo, y al igual que en otros sectores, las y los artistas también se comprometieron con un proceso de impulsar cambios. Artistas Autoconvocados y organizaciones, junto a sindicatos y desde las distintas regiones, realizaron asambleas, hicieron campaña y se dieron a la tarea de participar en el proceso constituyente aportando desde su propia experiencia diagnósticos que identificaron problemáticas como la precariedad laboral de los/as artistas expresada en la intermitencia, en la flexibilidad e incertidumbre laboral, la falta de presupuesto para el sector, falta de espacios, educación y centralización.
Pero no fue tan fácil, no lo ha sido ni lo será, porque quienes han saqueado el país siguen aferrados a intereses privados a costa de un mal vivir para el pueblo. Si en 1970 fue Agustín Edwards, dueño de El Mercurio (que miente), quien emprendió su rastrera peregrinación hacia el imperio estadounidense para ofrecer sus medios a intereses intervencionistas, en la actualidad fue su decendencia y demás plataformas de comunicación y agencias de noticias falsas, las que manipularon el sentir de la población ante las posibilidades que existieron para cambiar lo que en las calles reclamaron. El 38% de la población aprobó la Propuesta de Nueva Constitución creada a través de uno de los hitos más democráticos en la historia de Chile, lo que constituye una fuerza en bloque por un sistema de derechos y solidario. Lamentablemente el 62% simplemente la rechazó, sin propuestas. “Rechazar para reformar” prometían los políticos de derecha a través de los medios masivos que difundían una y otra vez las opiniones de estos y de figuras levantadas mediáticamente sin sustento ni respaldo organizacional. Pero como era de esperar, las reformas jamás llegaron. Simples decorados, botecitos de papel.
La precariedad laboral en la cultura y las artes es real, y la libertad de expresión se sigue viendo amenazada ante grupos intolerantes que pretenden imponer sus ideas con una peligrosa falta de profundidad de reflexión. Censura, ataques a artistas por manifestar su opinión o borrado de murales, demuestran que la intención es bloquear la expresión, y al igual que en el rechazar la propuesta de Nueva Constitución, sin ninguna idea, proyecto o iniciativa.
Según el diagnóstico del trabajo cultural publicado en mayo del 2024 por el MINCAP en colaboración con el programa Unesco- Aschberg, que recopila datos de distintas instituciones como el INE, en el trimestre de diciembre 2023 a febrero 2024, el sector cultural aún no alcanzaba los índices de ocupación del 2018- 2019, con una lenta recuperación tras Pandemia. Por otra parte, también muestra que el porcentaje de trabajadores informales en actividades culturales está alineado con el porcentaje de trabajadores informales del resto del país alcanzando en ambos casos poco más de un 27%. Lo que intensifica la precariedad del sector cultural, que además cuenta con un alto grado de especialización no retribuido, es que todo el proceso creativo no es remunerado, lo que se traduce en intermitencia económica. Según el registro de Agentes Culturales 2021, el 95,6% de los encuestados declararon que las remuneraciones de su trabajo cultural eran insuficientes para vivir (Jara, D., & Cuny, L. (2024).
Aun así, la derecha y sus medios en la batalla cultural han querido instalar que los artistas viven de subvenciones del Estado. Desconocen la falta de presupuesto para un sector que pone de sí mismo para suplir la carencia. Siguen siendo las y los artistas los que resisten haciendo arte en medio de la vorágine capitalista que monetiza el tiempo. Las y los artistas de Chile son los que subvencionan la cultura, trabajando en lo que sea para sustentar sus procesos creativos de forma responsable y en diálogo con las diversas comunidades. Las y los artistas quienes llegan a los diversos territorios a estimular la expresión, a colaborar con los procesos de cada núcleo social, aportando a mantener encendida la llama que congrega, la creación de la propia cultura.
Referencias:
Jara, D., & Cuny, L. (2024). Trabajo Cultural en Chile. Diagnóstico, políticas públicas en Chile y espacios de oportunidad para la Agenda de Trabajo Cultural. Programa UNESCO-Aschberg.