Descentrados Chile

Derechos Humanos y de la naturaleza de una conversación sobre la Solidaridad en la Economía.

Fotografía: Karin Berlien

Por Karin Berlien Araos
Doctora en Ciencias Económicas, U Grenoble, Francia. Profesora Titular Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas. Encargada Unidad de Igualdad y Diversidad. Universidad de Valparaíso, Chile.

Cuando hablamos de la “solidaridad” en la economía, muchas personas creen que se trata de una “solidaridad anestesiada”  asociada a la “caridad”, cuando, dado su contexto, está muy lejos de esta visión,  porque el lugar histórico desde dónde emerge la  diada “solidaridad & economía” o “economía de la solidaridad”  es justamente a partir de la observación de estrategias colectivas y de resistencia que buscaban encarnar los principios presentes en la declaración universal de los Derechos Humanos.

La “economía solidaria” entonces la tejerán aquellas prácticas económicas que desde sus haceres expresan “solidaridad” con la carta de derechos humanos:  Derecho a la vida, derecho a la alimentación, derecho al trabajo, derechos a la libre asociación, derecho a la educación, derecho a ejercer los derechos sin discriminación de sexo, raza o lugar de origen. Derecho a desarrollar esta vida que nos hemos decidido en un contexto de respeto y paz. Son las banderas que se expresan en las prácticas de economía solidaria en Latinoamérica en estos últimos sesenta años (Ver: Figura 1).

Como prácticas activas de materialización de estos derechos, lo cuentan las mujeres en sus testimonios orales y textiles. Corrían mediados de los años setenta, eran tiempos de dictaduras y la persecución política en este sur del mundo, y las mujeres que habían quedado solas cuidando a sus familias y buscando “donde están” sus maridos, hijas/hijos, o familiares detenidos o desaparecidos, levantaron de forma colectiva estrategias para defender y sostener la vida: talleres populares, huertas colectivas, ollas comunes, comedores solidarios. Al mismo tiempo que salían a las calles, golpeaban las puertas de los cuarteles o hacían acciones con/desde el exilio para ayudar a sus familias en esta lucha amplia por la vida.

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Ellas se auto definieron como “económicas y solidarias”, porque debían defender ambos propósitos simultáneamente, garantizar la comida para sus familias y al mismo tiempo articularse para defender la vida, los cuerpos, las biografías de sus seres queridos en un contexto de compromiso político compartido, en medio de la tensión entre los derechos colectivos y por la igualdad, versus la cultura del capital por sobre las personas y la naturaleza.

Esa co-construcción histórica de articularnos para resolver las necesidades económicas, teniendo siempre como bandera el respeto y cumplimiento efectivo de los Derechos Humanos y de la naturaleza, sigue siendo el eje desde donde se articulan las diferentes prácticas y políticas propuestas en torno a la “economía social y solidaria”, o como también llaman algunas/os es la expresión de la solidaridad en la economía social. Hoy vamos reconociendo que esta era una voz antigua en nuestros pueblos y que se articulaba en torno a los objetivos del Buen Vivir.

Y hoy nos toca actualizar estas conversaciones, generar los diálogos que permitan que las voces antiguas, como nuestras memorias recientes, se encuentren en torno al fogón para observar cómo se han recreado estas economías transformadoras y solidarias.

Hoy la lucha es por recuperar el “Buen Vivir que es una traducción de las palabras antiguas Sumak Kawsay (en quechua de Ecuador) – Suma Qamaña (en aymara de Bolivia), Küme Mognen (en mapudungun ). El significado de estos idiomas ancestrales expresan algo que habla de la Vida Plena o la plenitud de la Vida, como el modo de vivir de las personas en comunidades en armonía con la naturaleza y en equilibrio en las relaciones individuales y colectivas, por eso también se habla del Buen Convivir.

Entendiendo y reconociendo que las primeras prácticas del Buen Vivir deben poder realizarse al interior de los hogares, luego en nuestras comunidades de vecindad, en nuestras labores y con vivencias del día a día, y que los Estados deben reconocer estos derechos, entendiendo  que las actividades de cuidado y reproducción también son parte de derechos y  trabajos colectivos.

Figura 1: Derechos que cuida la ESS

Fuente: Red Intercontinental de la Economía Social y Solidaria para América Latina y el Caribe.

Mucha gente pequeña en lugares pequeños, estamos hoy haciendo prácticas socio económicas que buscan sostener el buen vivir, desde la solidaridad con la agenda de Derechos, esa será la brújula que esperamos no perder.