Por Karin Berlien Araos
Coordinadora general de RIPESS Lac, es directora de la oficina de Igualdad y Diversidad de la Universidad de Valparaíso. Académica de la facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Valparaíso.
Para contextualizar, cuando se habla de género, normalmente se habla de las mujeres y las situaciones de desigualdad en las que se encuentran sólo por ser mujeres en relación a los varones, por eso decimos que considerar la dimensión de género es observar las relaciones entre varones y mujeres, las asimetrías y los roles asignados en razón del sexo. Si aplicamos un lente de análisis desde la economía feminista y las Economías Sociales, Solidarias y Populares informales, podemos ver que se visibiliza aquello que tiene que ver con las dinámicas productivas, las estrategias de coordinación y de organización que se generan en los territorios para resolver necesidades generando estrategias productivas o de articulación en torno a la producción.
Pero hay un sector invisibilizado. Todo aquello que tiene que ver con las labores reproductivas, las personas que están ahí, y que no estamos mirando, están desarrollando funciones fundamentales para la vida, alimentación, cuidados, garantizar condiciones de salubridad para la comunidad, todas labores no sólo relevantes sino vitales.
Esta separación en invisibilización de un tipo de trabajos para las comunidades es parte de la estructura patriarcal, que va de la mano con la construcción de la sociedad moderna, y el sistema de producción capitalista.
Antiguamente todos trabajaban juntos en la casa, en la comunidad, ahora no, nuestras generaciones y la de nuestros padres han migrado a las ciudades, buscando espacios de trabajo asalariados, o educación para ese mercado de trabajo y principalmente los varones. Y las mujeres fueron quedando relegadas a los espacios de los hogares, en el campo o la ciudad, quedando en el espacio invisible de la economía, quedando a cargo de esas tareas reproductivas como el cuidado de las niñas, de los niños, los ancianos, al cuidado de la vida. Hay un ciclo de cuidado, las mujeres siendo pequeñas cuidan a sus hermanos, después a sus hijos, a sus padres y por último a sus nietos. Pero además las mujeres cuidan la tierra, la biodiversidad, etc.
Todas esas esferas es lo que tiene que ver con la dimensión de los cuidados y que lo hemos hecho silenciosamente las mujeres, también ha estado silenciado en lo que conocemos como economía social, solidaria.
Incluso cuando en la economía Solidaria es mayor la participación de las mujeres, tampoco se reconoce el doble o triple carga de tiempo de trabajo que realizan estas mujeres.
Porque efectivamente, a veces, se romantiza también la ESS (Economía Social Solidaria), sin embargo, cuando las mujeres entramos en estos espacios de trabajo justamente es porque estos espacios de trabajo tienen más bajos niveles de formalidad y permiten conciliar mejor las actividades de cuidado y las actividades de trabajo remunerado.
Porque hoy las mujeres integramos la ESS, pero además continuamos con las tareas de cuidado al interior de nuestras familias y comunidades, e incluso la responsabilidad de las familias cae muchas veces sólo en las mujeres madres, que educan y forman solas a sus hijas/os y cuidan a sus mayores o quienes requieren cuidados.
Incluso las mujeres transitan desde el mercado del trabajo dependiente asalariado, hacia las alternativas de autogestión económica ya que deben resolver las necesidades económicas, de manera amplia, cuando se tiene una familia que atender.
Entonces muchas veces la decisión de las mujeres de entrar en la economía social, popular y solidaria, es una decisión que parte de la precarización. La participación de las mujeres en este tipo de estructuras económicas muchas veces nace incluso de las desigualdades que hay y con las brechas que existen en el mercado del trabajo: discriminación por parte de empleadores para contratar mujeres, desigualdad salarial, discriminación horizontal, sexismo, etc.
Para ponerlo en perspectiva, hay que parar la olla, hay que alimentar a los chicos de los cuales se hacen cargo porque el padre se fue. Ahí es donde se hace lo que se puede, el rebusque para generar algún ingreso, y poder continuar cuidando a les hijes, cuidando al abuelo, llevándolo al médico, etc. Y la construcción de espacios de trabajo asociativos se vuelve una estrategia para que su micro comunidad sobreviva.
Si la economía social solidaria levanta las banderas de una economía para el buen vivir, es a costa del cuerpo de las mujeres, y eso puede ser contradictorio.
Se debe tener cuidado si se quiere trabajar para el buen vivir, si ese es el sentido que tendría tenemos que mirar las desigualdades, observando los espacios económicos de la vida de forma amplia. Se tiene que observar el lado productivo y reproductivo de la economía. Y ¿Cuál es la variable que ocupa? ¿Cuál es el otro recurso escaso que tienen las mujeres y todas las personas? Porqué se acaba y no es recuperable, es el tiempo, la distribución del tiempo. Tenemos que hacer esa conversación al interior de las organizaciones. Se puede cargar una bandera muy linda y tener la polera con todas las estrellas, pero si en casa, o la organización estoy explotando a las mujeres entonces también eso debería ser parte de nuestra revisión de militancia.
Otra ilusión es la representación política, la participación sustantiva, a veces hay mujeres en los cargos, pero si esa mujer piensa y opina ya no les gustó o le exigimos que “demuestre” su capacidad de dirigente. Cuando suman a las compañeras a los cargos debemos permitirles participar. Una dimensión de la temática de género muy significativa es la democratización de la participación igualitaria, porque por ahí la compañera entró a la dirigencia, ahora ella va a tener tres o cuatro cargos de trabajo y probablemente será más complejo conciliar cuando no tiene el apoyo de la comunidad.
Hay otras dimensiones más sutiles y que son una de las causas de que se les expulse de los espacios, y son el hostigamiento y el sexismo, que también ocurren en las organizaciones de la ESS.
Las prácticas de micromachismo afectan a hombres y mujeres. Les ponen demandas sobre sus cuerpos y exigencias sociales. Esto ocurre en la relación entre los varones, son relaciones de género. Le exigen socialmente que tenga muchas mujeres, que hable mal de otras mujeres o que comparta pornografía. Son mandatos que generan violencia en los cuerpos de los varones, porque no todos los varones son iguales. Y todos los varones también tienen la posibilidad de reflexionar críticamente cómo no reproducir ninguna práctica de violencia, y esta debería ser una conversación fundamental en la ESS, sino podríamos decir que la Solidaridad no llega a las mujeres.
La ESS debe reconocer que debe avanzar hacia la eliminación de la violencia de género, todas las violencias – física, política y económica- que reconocer la bandera de una economía que respete la vida, los derechos de las personas y la naturaleza, también incluye a las mujeres.
_____________________________________________
[1] Texto que sistematiza presentación realizada el 25 de noviembre de 2022 en el marco del encuentro internacional Circuitos económicos solidarios, género y territorio, Quito, Ecuador.