Por Ignacio Fuentes Osorio
Sociólogo. Investigador del núcleo Tecnología y Vida Cotidiana, Escuela Sociología de la Facultad de Economía, Gobierno y Comunicaciones de la Universidad Central de Chile.
En los últimos años, sobre todo durante y después de la Pandemia del COVID-19, se ha visto al microemprendimiento como una alternativa laboral y como un proyecto de vida por las personas de escasos ingresos y por sectores medios empobrecidos. Por lo mismo, es una actividad y un proceso que repercute en horarios, en la percepción social respecto al emprendimiento y en la construcción de la identidad de las personas, más aún cuando seduce porque promete libertad y autonomía.
No obstante, estas promesas operan como eufemismos que ocultan una realidad social profundamente tensionada. La tan proclamada “libertad horaria” se traduce, en los hechos, en una disponibilidad permanente que diluye cualquier posibilidad de desconexión real del trabajo. Así, según los datos de la encuesta de microemprendimientos, las microempresarias dedican más horas de trabajo que los trabajadores comunes. Ellas realizan un total de 11:17 horas al día, entre trabajo remunerado (6:37 horas) y no remunerado (4:40 horas), mientras que los hombres promedian 10:10 horas, distribuidas entre trabajos remunerados (7:53 horas) y no remunerados (2:17 horas) (Instituto Nacional de Estadisticas, 2022).
Por su parte, la “autonomía laboral” se revela como una narrativa funcional al desmantelamiento de derechos laborales. Más que empoderamiento, encubre la precarización, la ausencia de seguridad social y la inestabilidad estructural que afecta a quienes habitan estos regímenes laborales flexibles.
En ese contexto, el relato sobre lo que debería ser o sobre lo que potencialmente puede ser una vida laboral, nos conduce a la configuración de la ideología que se encuentra en juego. En esa línea van Dijk (2005) señala que los sistemas ideológicos son creencias que configuran las prácticas sociales y les otorgan significado. Entre ellas, la ideología profesional ocupa un eje central en las prácticas, este sistema de creencias define cómo debemos actuar como profesionales ante situaciones cotidianas, estableciendo lineamientos, valores y normas que guían el quehacer profesional.
Si entendemos la ideología como un conjunto de creencias compartidas que legitiman prácticas sociales, el emprendimiento, la microempresa y el autoempleo dejan de ser meras actividades productivas aisladas. En su ejercicio cotidiano, estas prácticas incorporan componentes de profesionalización que configuran modos específicos de hacer y de entender el trabajo. Así, quienes emprenden no solo desarrollan habilidades técnicas, sino que también adoptan una ideología profesional que otorga sentido y coherencia a su quehacer. Esta ideología se articula en torno a valores como la autonomía, la disciplina y la resiliencia, que operan como ejes normativos del proyecto emprendedor.
Sin embargo, estos valores no se despliegan en un vacío, sino que se ven constantemente interpelados por las condiciones sociales que rodean al emprendimiento. La precariedad laboral, la ausencia de redes de protección y la inestabilidad económica tensionan la narrativa de profesionalización, revelando sus límites y contradicciones. En este contexto, la ideología emprendedora puede funcionar tanto como motor de acción como mecanismo de adaptación a escenarios adversos. El desafío, entonces, es reconocer cómo estas tensiones configuran subjetividades laborales que oscilan entre la agencia y la vulnerabilidad. Tal lectura permite problematizar el discurso emprendedor más allá de sus promesas de autonomía.
En esta línea podemos decir que comprender a los microemprendimientos como base de una economía que está en constante crecimiento es un error, muchas veces los emprendimientos no necesitan crecer de manera exponencial, sino mejorar su productividad, ventas y profesionalizar su oficio, en lugar de crecer sin lograr responder a las propias necesidades como son la demanda de artículos, producción, gestión del trabajo, etc.
Así las cosas, un error conceptual frecuente es pensar el microemprendimiento como si tuviera el mismo potencial de crecimiento que una gran empresa. Los datos de la encuesta de microemprendimientos muestran que un 48,5 % de los emprendedores elige este camino por necesidad, mientras que solo un 36,9 % lo hace por identificar una oportunidad.
Estos datos presentan una variación significativa al ser segmentados por género: el 58,5 % de las mujeres emprendedoras declara haber iniciado su negocio por necesidad, en contraste un 30 % que lo hizo por oportunidad (Instituto Nacional de Estadisticas, 2022).
Este imaginario se ve reforzado por libros de autoayuda y mentalidad empresarial, tales como “Padre rico, padre pobre” o “Los secretos de la mente millonaria”, entre otros. Estos textos promueven la idea de que cualquier persona puede empezar desde cero y llegar a construir un gran negocio. Sin embargo, el problema radica en que este sistema ideológico ignora las realidades estructurales en las que se desarrolla el microemprendimiento: falta de financiamiento, desigualdad en el acceso al mercado, ubicación geográfica desfavorable, acceso limitado a tecnologías digitales, escasa protección social, entre otras condiciones.
Imponer una lógica de crecimiento constante con la expectativa de que los microemprendimientos se transformen en grandes empresas implica desconocer su origen. Esta exigencia desproporcionada puede poner en riesgo su sostenibilidad, especialmente en las etapas tempranas, cuando los recursos, las redes y las capacidades aún están en formación. Además, esta presión por alcanzar estándares empresariales elevados— son propios de un sistema ideológico que privilegia la expansión y la competitividad—puede generar profundas frustraciones dentro de las unidades productivas. La distancia entre las metas impuestas y las posibilidades reales de las personas que emprenden no solo erosiona la motivación, sino que también invisibiliza otras formas legítimas de trabajo y subsistencia que no responden a la lógica empresarial dominante.
Lo que podemos ver es que en el caso de los microemprendedores existe una precariedad laboral que se disfraza de flexibilidad laboral y la autoexplotación se viste de autonomía laboral. De este modo, una ideología emprendedora (de tipo profesional) resignifica los problemas estructurales de nuestra sociedad, entre ellos: falta de empleo o acceso a una seguridad social de calidad. Estos asuntos que en esencia son colectivos, mediante la ideología del emprendimiento son traspasados hacia la esfera individual y una de sus consecuencias es que las soluciones se vuelcan a lo individual en lugar de que sean asumidas por el Estado y las grandes empresas o compañías.
Ante esta situación el desafío que tenemos por delante es fortalecer el rol del microemprendimiento. Para realizar ese apoyo debemos conocer sus variables, sus comportamientos, su profundo contexto social, posicionar a la microempresa como una fuente de trabajo digno para el país. Asimismo, los hacedores de las políticas públicas deben reconocer que estamos en una situación de fragilidad laboral (tanto del trabajo dependiente como independiente) y desde esa base se debe pensar la arquitectura del modelo económico local, provincial o regional.
Aún más. En tiempos de elecciones a las Cámaras del Poder Legislativo y al Poder Ejecutivo, se debate sobre el papel de las micro, pequeña y medianas empresas, especialmente sobre su responsabilidad como soportes de la economía. Sin embargo, la pregunta se reitera, ¿Cómo se potencian estas unidades económicas?, y más profundo aún, ¿Cómo se mejoran las condiciones laborales de los microempresarios?
Más que repetir un discurso del “ser tu propio jefe”, se necesita que los microemprendimientos dejen de ser sinónimo de precariedad laboral, y junto a una vinculación pública-privada se fortalezca a este sector económico. De esa manera podremos hablar de una autonomía real y no solo como un disfraz.
Referencias:
Dijk, v. (2005). Ideología y análisis del discurso. Barcelona: Scielo.
Instituto Nacional de Estadísticas. (2022). Encuesta de Microemprendimiento. Santiago de Chile. Recuperado de: https://www.ine.gob.cl/docs/default-source/microemprendimiento/publicaciones-y-anuarios/documentos/infograf%C3%ADa-g%C3%A9nero-y-microemprendimiento-vii-eme-2022.pdf?sfvrsn=1df1bc27_4