Por Karin Berlien Araos
Académica Facultad de Economía, Universidad de Valparaíso. Coordinadora regional para América Latina y el Caribe Ripess Lac (Red Intercontinental de la Economía Social y Solidaria)
El crecimiento de un bosque de quila puede demorar treinta años, a lo menos, en condiciones donde la biodiversidad lo permita, como la orilla de un humedal. En este bosque la quila genera las condiciones para el brote de las semillas del canelo, las que despiertan con los nutrientes que les ofrece esa tierra, la sombra justa y la humedad. Este bosque no sólo permite que brote, sino que también proporciona las condiciones necesarias para que crezcan las semillas antiguas, ayudando al humedal que le dio la vida, enfría la tierra y permite que en las orillas aniden y naden los coipos, para que también lleguen a pasear, se reproduzcan y regalen su canto las walas, las taguas, las taguitas, los yecos, las trencas.
El bosque, como reservorio de vida, requiere tiempo , cuidado y respeto de las personas que habitan en su proximidad, e incluso cuando quienes habitan ahí son especies de mediano o lento crecimiento, como son los bosques de: hualle, arrayán, coihue, araucarias, alerces, todas especies que ya son escasas. Importante mencionar, que los bosques adultos colaboran con la regulación del ciclo hídrico, de nutrientes y almacenamiento de carbono (Donoso, et al, 2019), así como posibilitan las condiciones para las comunidades que habitan aledañas, para la tierra que luego será sembrada y dará alimento.
También la semilla y su relación con la tierra recorre un proceso de adaptación de varias generaciones, para lograr toda su fuerza en un determinado ecosistema. Por eso también es tan importante, la guarda y el cuidado local de esa semilla, por la historia que le posibilita ser en una relación con la tierra donde se ha reproducido, donde es capaz de desarrollarse y también colaborar con las otras especies locales, permitiendo ser parte de un ecosistema que genere diversidad de alimentos para la vida de las personas, como también de los otros seres que allí coexisten y cooperan: hongos, abejas, pájaros, insectos, y otros animales. Este equilibrio de construcción lenta es el que ha permitido que hoy estemos aquí como especie.
Porque las personas somos una especie más, dentro de toda esta naturaleza, una especie que debe actuar con conciencia en relación con la responsabilidad que le compete en torno a la vida, a pesar de que actualmente nuestro sistema económico y social ha generado un desastre ecológico global, según CEPAL , sólo el sistema de la agricultura intensiva es responsable de la pérdida del 70% de la biodiversidad del planeta.
Observando esta conducta depredatoria de nuestra especie en el último siglo, especialmente en los últimos 50 años ¿cuál es la responsabilidad del sistema económico y la educación para la economía, que hemos generado y seguimos replicando, en todo esto?
En este último siglo hemos vivido y asistido a la globalización del mercado, en un sentido amplio como ya lo refiriera N. García Canclini en los noventa , hemos desarrollado discursos globales que operan generando deseabilidades colectivas en torno al “crecimiento económico”, tenemos métricas que se utilizan a nivel internacional para comparar a los países, y diferentes rankings de “desarrollo”, en algunos casos estos indicadores han considerado criterios sociales como: “niveles de participación”, “acceso a la educación”, “desigualdad en la distribución de los ingresos monetarios”, y en otros casos, indicadores que sólo observan la cantidad de dinero circulante en un período, como el conocido Producto Interno Bruto (PIB) per cápita, o la tasa de crecimiento del PIB.
Finalmente, incluso aquellos indicadores más sofisticados, que incluyen dimensiones sociales, también pueden reducirse en indicadores monetarios en tiempo presente o asociados a retornos pecuniarios futuros, donde el objetivo se centra en observar el crecimiento de la economía, es decir de la interacción económica en un período de tiempo.
Este objetivo de política fiscal “generar un mayor crecimiento”, termina siendo un “mantra” para todas las economías, y también para las personas. Tanto si observamos discursos y propuestas políticas de izquierda a derecha, todas guardan promesas o expectativas respecto al aumento de la disponibilidad de dinero para las familias, todas siguen ancladas en esta idea de crecimiento.
Esta idea, expectativa, promesa, media y se vincula con la idea/conducta de competencia, la tenencia de dinero y el acceso al consumo mediante este, nos permite ordenar a las personas, generar un ranking y situarlas en un indicador, algunas personas son más vulnerables, otras menos, y la demanda política traduce la “dignidad” como el acceso a un aumento de los recursos monetarios para quienes tienen menos.
El sistema educativo se cuadra con el sistema deseante finalmente dando forma a un sistema de pedagogía social, a una cultura que se sostiene en el aumento del consumo, en el deseo de aumento del consumo. Nuevamente esta cultura atraviesa a las demandas políticas de izquierda y derecha, en un caso asociadas a la democratización del consumo, en el otro a la garantía de proteger la concentración para el consumo exagerado de algunos y escuálido de otros, para que estos otros también quieran ser “competentes” “competitivos” en este consumo.
El problema de esta lógica económica/educativa es que impone un tiempo de consumo acelerado, inmediato, no observa, ni respeta el tiempo de la vida. Y esto hoy no es una profecía pesimista, sino es un hecho que observamos en la depredación de los bosques, en la falta de agua por el quiebre de los ciclos naturales producto de la explotación agrícola y forestal a gran escala. El problema es que seguimos impulsando la exportación a los mercados internacionales, por sobre la planificación para la alimentación de nuestras familias, comunidades y pueblos.
Observar críticamente esta lógica de la economía de la depredación, no es sólo un tema actual, ya nuestros pueblos antiguos lo observaron y crearon sistemas de producción, pero sobre todo de reproducción y cuidado de la vida. Sistemas económicos/sociales donde toda la comunidad, mujeres y varones de todas las edades, las personas mayores y los/as niñas/os tenían un rol y una responsabilidad, con las/os otros seres vivos, la primera responsabilidad implicaba observar, escuchar y pensar respecto a cómo está organizada la vida. Observar el bosque de quila, valorar el tiempo que ha posibilitado su existencia, respetar la diversidad que allí habita y entender el sentido que tiene cada una de las especies que permiten su existencia, disfrutar y agradecer su sombra y el canto de los pájaros que allí viven.
En esta otra mirada del mundo, no se trata de no consumir, sino de consumir en respeto y armonía de la vida que allí está aconteciendo, entender que somos parte y que necesitamos de esa diversidad para vivir en equilibrio, ayudar al bosque y no destruirlo, ser como un pájaro que permite que la semilla enriquezca la tierra, como una abeja posibilitadora de la vida.
Y este sistema económico/educativo ya nos probó que era posible, las personas, nuestros antepasados fueron capaces de vivir en comunidad, sosteniendo este respeto, gracias a esto es que hoy todavía nos quedan algunos bosques. En tiempos donde no eran necesarias leyes para la conservación o medidas especiales para la protección de la biodiversidad, las personas fueron capaces de generar sistemas de educación/economía en coherencia con la vida.
Y este saber, que aún se encuentra en la observación silenciosa del bosque, todavía está, pero para llegar a él nos implica entender que debemos dejar atrás la lógica del crecimiento del dinero, ya que nada tiene que ver con la vida, sino con una creencia sobre un futuro/deseo que no está.
Replicar un sistema económico que observe al bosque, como el tiempo de la semilla implica de forma obligada:
• Detener la cultura de consumo actual, el consumo de lo innecesario, de aquello que sólo habita para estimular el mercado del deseo. Esto Implica decrecer.
• Implicará también abandonar el mercado laboral (al menos para un grupo significativo de la población), para volver y recuperar el cuidado de la tierra, por lo tanto, de nuevo decrecer.
• Implica dejar de pensar en la producción agrícola para los mercados, sino para la alimentación, por lo tanto, implica decrecer.
• Implica dejar de ver la educación como un activo, sino como el mecanismo de reproducción de saberes, para poder sobrevivir en/de la tierra, por lo tanto, tocará decrecer.
• Renunciar a la economía financiera, a la especulación, centrarnos nuevamente en la vida, entonces veremos el Producto Interno Bruto decrecer.
Y este/os decrecimientos serán una buena noticia, porque implicará que la vida/la naturaleza y las personas, tendremos una oportunidad para que puedan existir generaciones en el futuro.
Esta es una urgencia no sólo local sino también planetaria, como aprobar una constitución que resguarde el derecho de la sostenibilidad viva en toda su diversidad, es un primer paso necesario, pero no suficiente. También se requieren políticas integrales desde el Estado, pero también desde las comunidades de pueblos originarios y su capacidad de manejo autónomo-colectivo en los territorios que protegen, comprender que la interculturalidad no sólo debe ser una declaración, o un gesto respecto al patrimonio, sino tener herramientas socio-participativas y dispositivos educativos, económicos y culturales que efectivamente logren permear la conciencia de los pueblos, que habitan el espacio geo político que llamamos Chile, para dar una oportunidad a esta tierra y caminar hacia un buen vivir.