Descentrados Chile

Un virus nos está matando y se llama: Capitalismo

Fotografía: David Aracena

Por Shirley Ruiz
Artista, FSMET Colombia-Latinoamérica

 Violeta es una madre de familia que vive al norte en una zona rural de agricultores y campesinos. Igual como muchas mujeres de Latinoamérica, muy joven migró desde la costa del país hasta la selva, creció al lado de mujeres que, ante el despojo de tierras, el avance de las mega industrias y la crisis climática se organizaron en los territorios para avanzar en la lucha por la soberanía alimentaria en las comunidades y así poder salir adelante

Ellas comenzaron sembrando albahaca, culantro, mangos, limón, toronjas, jocotes, guayabas y banano. Ahora también tiene plantas medicinales: hierba buena, menta, orégano, cúrcuma, jengibre, insulina, y otras. De plantas ornamentales tienen chile habanero y animales como gallinas y cabras. También han decidido aprender sobre apicultura para proteger a las abejas de su extinción.

A pesar de los miles de impedimentos y dificultades que enfrentan cada día, sus vidas las han construido alrededor de la tierra: “Nos levantamos y nos ponemos a sembrar. Almorzamos, y nos ponemos a sembrar”. Para ellas, el trabajo de las mujeres ha sido fundamental en la preservación de la Madre Tierra y para combatir los efectos del extractivismo y el capitalismo.

Mientras tanto en la capital Carmen, una madre de familia se suicidó en el lugar donde residía, al parecer, era una mujer cabeza de hogar en una situación sin salida y tomó la triste decisión por no tener ni siquiera la posibilidad de darle de comer a sus tres hijos, a lo que se sumó la desgracia de ser expulsada de la vivienda donde habitaban los cuatro, por no tener con qué pagar el alquiler y con una edad de más de 40 años donde no encontraba trabajo.

Trataba de ganarse la vida vendiendo de manera informal lo que pudiera conseguir a un bajo costo para poder obtener algo de ganancias, pero por la crisis económica cada vez vendía menos y ya no conseguía “gangas” de productos con precios bajos.

Según la Organización Internacional del Trabajo, 126 millones de mujeres trabajan de manera informal en América Latina y el Caribe, «En América Latina, se traduce en inestabilidad laboral, bajos ingresos y falta de mecanismos de protección», dice Ana Güezmes.

Un ejemplo fue que durante el confinamiento además de verse los ingresos afectados, otras de las consecuencias fue el incremento del trabajo no remunerado de las mujeres en sus casas, por lo que los pocos ingresos y en muchos casos con una mujer a la cabeza, han pasado a ser los hogares más vulnerables, ya que se necesitan más labores de cuidado, al tener en casa a más personas que dependen de ellas.

Es muy preocupante los números en rojo que nos muestra una Latinoamérica, con una incrementación de las condiciones de desigualdad en un sistema capitalista, neoliberal y feminicida, violento por naturaleza, en el que las mujeres siguen siendo explotadas e invisibilizadas en los espacios públicos y privados, donde se le delega a la mujer como única responsable de los oficios del cuidado y esa carga social impuesta en sus manos ha reproducido y legitimado condiciones de violencia estructural.

Pensar sobre el cuidado es sin duda mostrar cómo las lógicas hegemónicas no solamente han llevado a la humanidad a la depredación de la naturaleza, amparada en la falacia del desarrollo, sino también como se ha restringido el cuidado de la vida, haciéndole creer a un gran porcentaje de la sociedad, que las mujeres son la primera línea del cuidado, sustentando con esta idea las condiciones de opresión que implica el patriarcado, agudizando las desigualdades e imposibilitando en los espacios considerados como privados (la casa, el hogar), el equitativo reparto de la carga de cuidados, de las labores que recaen, de manera desproporcionada, en las mujeres.

Lo grandioso es que en medio de la complicidad del Estado, ligada a la corrupción y los intereses de las élites empresariales que ponen a la economía en una cuerda floja donde día a día continúan avalando prácticas que dejan a las mujeres en condiciones muy vulnerables, es que las mujeres, en medio de esta crisis, no hemos dejado de pensar y accionar la ampliación del cuidado de los otros y  las otras.

Ollas comunitarias, iniciativas de solidaridad e intercambio, trueques, colectivización de las tareas para apoyar a quienes más lo necesitan, son parte del abanico de acciones comunitarias protagonizadas por mujeres para enfrentar la crisis económica.

Ahí entra un debate que es ¿Cuál es el tipo de Estado que queremos?

Nosotras las mujeres estamos luchando para que ese Estado sea un Estado que cuide, que ponga el cuidado en el centro y para eso necesitamos avanzar en muchas discusiones, en el reconocimiento salarial a todas esas tareas de sostenimiento en los barrios populares, en el diseño de un plan nacional de cuidado que es la gran faltante que tenemos en Latinoamérica.

Esta crisis económica que estamos enfrentando deja al desnudo y expone la miseria y las contradicciones habituales de la sociedad en la que vivimos, debemos “aprovechar” esta realidad para poner sobre la mesa de nuevo temas donde podamos construir sociedades en las que el cuidado no sea algo feminizado, privatizado, familiarizado y no remunerado, como es ahora, y pase a ser un eje central de las políticas públicas, fortaleciendo las luchas, las ideas y los esfuerzos que muchos y muchas en unidad lo han puesto como decisión vital política para lograr que la estructura capitalista, patriarcal y violenta quede obsoleta, así como se demuestra hoy en día.