Por Camila Urrea Arias
Psicóloga
Doctorante en Psicología Universidad Alberto Hurtado (UAH).
Magíster en Psicología clínica Infanto-juvenil
currea@uahurtado.cl
Para hablar de Violaciones a los Derechos humanos, debemos reconocer que la terminología Derechos Humanos se integra al lenguaje de las personas como un término de ontología propia, que salvaguarda el compromiso de los países adscritos a su declaración. A partir de ello, y debido a que la violencia se cuela entre las estructuras de poder de manera compleja y organizada, se originan las violaciones, muchas veces de manera masiva y sistemática, traspasando la frontera del derecho y forzando en los gobiernos la idea de la reparación.
En las últimas décadas, estudios psicoterapéuticos ligados al tratamiento con víctimas de situaciones traumáticas como genocidios y dictaduras en el mundo, confirman que el trauma se transmite entre generaciones (Cintras 2012; EATIP, 2009; Frosh, 2013; Felsen, 2017; en Matamala, 2021). Los efectos de las violaciones a los derechos humanos en las generaciones posteriores de sobrevivientes a la tortura se expresan, por ejemplo, en la imposibilidad de hablar con los padres de las experiencias traumáticas. Esto, debido al temor de causarles mayor dolor y/o vergüenza de la que ya han atravesado, causando síntomas tales como depresión, angustia y conductas desadaptativas, guardando estrecha relación con la transmisión generacional de la violencia sufrida (Bekerman, Pezet, Obeti, Soutric, Mazur, y Lagos, 2009).
En distintos países, los modelos de intervención bajo el concepto de reparación presentan tipos de abordaje y metodologías diferentes. En pocos países como Chile los gobiernos democráticos post dictatoriales han configurado maneras de llevar a cabo la reparación en forma de programas, orientados entre otras cosas, a la atención integral en salud de personas afectadas por la represión en distintos momentos de su historia política y social. El “Programa de Reparación Integral en Salud” – PRAIS (MINSAL, 2006), orientado a las familias afectadas por situaciones de represión política durante la dictadura civil militar. Y el “Programa Integral de Reparación Ocular” – PIRO (MINSAL, 2022) que tuvo por objetivo atender a las personas que sufrieron trauma ocular acontecido en contextos de la represión vivida durante el reciente Estallido social.
PRAIS y PIRO, que surgieron como parte de la política de reparación en el ámbito de salud en distintos momentos sociales de la historia reciente en Chile, se han desarrollado como formas de gestión de la demanda, especialmente en salud física y mental de las personas afectadas, ambos integrándose en su ejecución a la red de atención pública. Al respecto, Varela y Villasana (2019) exponen que los programas de reparación en salud sostienen el modelo biomédico que configura la identidad de un usuario, con quien el especialista establece una relación de inherente poder que muchas veces patologiza la experiencia, forzando a encajar en criterios diagnósticos esencialistas, como los trastornos de salud mental. Así, muchas personas podrían comprender su propio devenir emocional explicado por el especialista de salud mental, sin advertir la distancia que esta comprensión tiene de la genuina construcción que hacen las personas desde sus propias vivencias. Pero es posible que la gestión pública de las masas victimizadas se resista a formas de reparación innovadoras que desafíen el modelo de gestión del bienestar del ser humano, desde la perspectiva de la salubridad y el modelo de mercado de oferta y demanda en que se inserta la industria de la reparación.
Para contrarrestar aquello, Lira (2010), describe que el trabajo terapéutico y psicosocial debe basarse en la recuperación de los recursos propios de las personas para reconquistar su condición de sujetos activos y participativos, de ciudadanas y ciudadanos con derechos. Por tanto, debe enfocarse en los procesos de elaboración y discernimiento que permitan a las personas asumir lo vivido como parte de su propia historia, y, al mismo tiempo, moverse del lugar de víctimas, recuperando su autonomía personal.
No obstante, lo importante es reconocer al Estado como mero regulador de protocolos de reparación, porque lo cierto es que también son personas reparando personas, pues, a pesar de que los distintos protocolos enmarcan relaciones de poder de manera soterrada, y a las que naturalmente adscriben los profesionales y las personas, es posible romper con la predicación de un guión escrito de puño y letra por el mismo Estado perpetrador. Tal vez una reparación que sea transformadora debe resistir la configuración de la identidad de la víctima hasta ahora orquestada por el Estado y la sociedad en su conjunto, e ir en la búsqueda del sentido que sea reivindicador. Una verdadera reparación debe reconocer y propiciar narrativas identitarias de aquellas y aquellos que vivieron violaciones a los derechos humanos, y que hoy todavía se dibujan en un complejo bosquejo, armado de la idea del usuario, paciente o beneficiario. Los programas de reparación deben ir más allá de la noción esencialista enfocada en la mera atención de las personas directamente afectadas, reconocer y hacerse también cargo de la transgeneracionalidad del daño, sin dejar de comprender que la reparación debe producirse entre (y no tan sólo para) esas generaciones, heredando relatos de resiliencia a los niños, niñas y adolescentes que son presente y futuro de nuestra sociedad.
La nueva identidad de la persona en otra forma de reparación vive una suerte de victimorfosis que avanza hacia la comprensión de sí mismo como un individuo que se enlaza con otros en el gran tejido social, a través de un acto dialogizante entre quienes han vivido y quienes vivirán. Un espacio vasto de principios de humanidad y afecto, que tiene la capacidad regenerativa tal cual organismo vivo en la naturaleza y en la sociedad. Porque pensar la reparación como una cuestión que tiene de exclusivo autor al Estado, nos fuerza a asumir que la reparación viene dada desde fuera. Aquella reparación resistente, es una búsqueda de los espacios de autonomía en los que las personas puedan desplegar el bagaje de sus propias reivindicaciones y otorgar un sentido a la experiencia vivida. Y a la vez, quien acoge sus relatos; hijas e hijos, nietas y nietos, bisnietas y bisnietos, los integran a la propia experiencia sin etiquetas, sin diagnosticar, sin medicar ni estigmatizar. Porque quienes construyen la reparación desde el relato de autor, son valiosos obreros de la reconstrucción del tejido social. Sólo a través del lenguaje social, real y dialógico, se heredan las historias, se construye la memoria, se traspasan los afectos, se transforman las experiencias y se regenera la herida que aún sangra. En definitiva, la reparación intergeneracional es una forma también de lucha, que cuando se transmite, subjetiva a las personas; las produce y transforma en el lenguaje.
Queda preguntarnos: ¿Puede ir un programa de reparación más allá? Lo cierto es que todos debemos avanzar hacia una reparación de la idea de reparación, para que los nuevos dialogismos confronten las relaciones de poder a espaldas de la reparación monológica dispuesta por instituciones del Estado y se construya entre quienes más allá del daño, pueden sobrevivir y revelarse ante esta otra imposición.
Referencias:
Beckerman, S., Pezet, Y., Obeti, C., Soutric, L., Mazur, V. y Lagos, M. (2009). Terrorismo de Estado: Segunda generación. Daño transgeneracional: consecuencias de la represión política del cono sur. CINTRAS Chile, EATIP, Argentina, GTNM/RJ Brasil, SERSOC, Uruguay. 2009.
Lira, E. (2010). Trauma, duelo, reparación y memoria. Revista de Estudios Sociales, Nº 36, Universidad de los Andes, Bogotá. pp. 14-28, extraído de https://res.uniandes.edu.co/indexar.php?c=Revista+No+36
Matamala, F. (2021). Trauma transgeneracional: cómo la violencia del Estado en el 18/O puede reabrir las heridas de la dictadura. CIPER Académico. Chile, 2021.
MINSAL (2006). Norma Técnica N°88. Programa de reparación y Atención Integral de Salud. Ministerio de Salud, Chile.
MINSAL (2022). Orientación técnica. Programa Integral de reparación ocular PIRO. Subsecretaría de redes asistenciales. División de Gestión de Redes asistenciales DIGERA. Chile, 2022.
Varela, A. y Villasana, P. (2019). Aproximación crítica al sentido de la reparación en salud en población sobreviviente de violencia política en Chile. Salud trab. (Maracay) 2019, Ene-Jun, 27(1), 93-104.