Descentrados Chile

Cuando el saber no alcanza: La educación de mercado y su rol en la desigualdad.

Fotografía: Pinterest

Por Ricardo Álvarez Espina

Egresado de Sociología, Escuela de Sociología, Facultad de Economía, Gobierno y Comunicaciones, Universidad Central de Chile. Docente voluntario en el preuniversitario popular José Carrasco Tapia, de la Universidad de Chile.  

 

En Chile, el desempleo entre personas con educación superior ha alcanzado niveles históricos en registros no pandémicos, situándose en 8,1 % durante el trimestre marzo-mayo de 2025, según el Observatorio del Contexto Económico de la Universidad Diego Portales (OCEC-UDP, 2025). Este fenómeno, conocido como desempleo ilustrado, evidencia una paradoja inquietante: mientras la expansión de la educación superior prometía movilidad social y seguridad laboral, gran parte de la fuerza laboral calificada se encuentra subempleada o desempleada, y muchos profesionales buscan durante meses o años un empleo compatible con su formación, mostrando que el mercado laboral está saturado y altamente competitivo (OCEC-UDP, 2025).

La problemática no se limita a la realidad chilena. Ulrich Beck (1998) advierte que la globalización y la interconexión económica incrementan la exposición de los individuos a riesgos estructurales e individuales, generando inestabilidad incluso en sectores que tradicionalmente se percibían como protegidos. Desde esta perspectiva, la experiencia chilena refleja un fenómeno global: economías maduras y contextos de alta globalización muestran que la educación superior ha perdido parte de su capacidad para garantizar inserción laboral y seguridad económica, lo que obliga a cuestionar los supuestos de movilidad social asociados a la formación académica.

En paralelo, la educación se ha transformado en un bien de consumo bajo la lógica neoliberal, concebida como inversión individual con retorno garantizado (Mudge, 2008). Esta perspectiva promueve la idea de que un título universitario asegura un futuro laboral estable, pero la evidencia empírica demuestra que la expansión de la educación superior ha generado una sobreoferta de profesionales, muchas veces sin correlato con la demanda del mercado laboral (Moulian, 1998). La tensión entre expectativas y resultados evidencia que el capital cultural —títulos, diplomas y competencias académicas— ya no funciona como un pasaporte automático hacia posiciones privilegiadas, desafiando la narrativa de éxito promovida por la política educativa y los discursos económicos (Bourdieu, 1986; Callon, 2008).

A esta realidad se suma la reciente crisis sanitaria global. Butler (2021) señala que las pandemias tienden a agudizar las desigualdades existentes, afectando desproporcionadamente a grupos previamente considerados protegidos, incluyendo a los profesionales con educación superior. Por su parte, Standing (2011) introduce el concepto de precariado, describiendo un grupo laboral altamente calificado, pero con empleos inseguros, temporales o subempleados, categoría que refleja la situación de muchos profesionales chilenos. Stiglitz (2012) complementa este análisis al demostrar cómo las políticas neoliberales y la concentración de capital económico profundizan la inequidad, devaluando la educación como instrumento de movilidad social.

Esta combinación de factores locales y globales muestra que la educación superior, por sí sola, ya no garantiza seguridad ni movilidad social. La expansión educativa chilena, impulsada por la lógica de mercado, se enfrenta a un entorno saturado, competitivo y desigual, donde los conocimientos y la formación académica se enfrentan a límites estructurales y contingentes que condicionan las oportunidades reales de los individuos. Este escenario obliga a preguntarse: ¿Qué sentido tiene la inversión educativa cuando el mercado laboral no puede absorber adecuadamente a quienes se forman? ¿Cómo se reconfigura el valor del capital cultural en contextos de precarización y desigualdad creciente?

La educación superior en Chile ha sido concebida bajo la lógica neoliberal como inversión individual con retorno garantizado (Mudge, 2008). Se supone que el esfuerzo y la preparación de cada estudiante asegurarían éxito profesional y movilidad social, mientras que los riesgos del mercado se invisibilizan. La proliferación de universidades privadas y el uso masivo de créditos educativos consolidaron la educación como un bien de consumo, reforzando la narrativa de que un título universitario garantiza seguridad y posición social (Moulian, 1998).

Sin embargo, la realidad contradice estas expectativas. La saturación del mercado y la sobreoferta de profesionales generan subempleo y desempleo prolongado, mostrando que el capital cultural ya no asegura acceso a empleos acordes (Bourdieu, 1986). Callon (2008) sostiene que los discursos económicos sobre educación no solo describen el mercado, sino que lo configuran; así, la promesa de movilidad a través de la educación superior ha resultado limitada.

Marx (s.f., El Capital, tomo I; obra original 1867) explica que la existencia de un “ejército industrial de reserva” mantiene a parte de la fuerza laboral en condición de sobreoferta, aumentando la competencia y debilitando la negociación laboral, dinámica evidente hoy entre profesionales chilenos (OCEC-UDP, 2025).

La precarización se acentuó con la Pandemia y la globalización. Butler (2021) muestra que las crisis amplifican desigualdades estructurales, mientras Beck (1998) advierte que la interconexión global incrementa los riesgos individuales. Standing (2011) introduce el concepto de precariado, describiendo a trabajadores calificados con empleos inseguros, temporales o subempleados, situación que refleja la experiencia de muchos profesionales. Stiglitz (2012) agrega que las políticas neoliberales profundizan la inequidad, limitando la eficacia de la educación como mecanismo de movilidad social.

Polanyi (1996) recuerda que los mercados no son neutrales: su funcionamiento depende de normas e instituciones que favorecen a unos y excluyen a otros, explicando parte de la desigualdad en la inserción profesional. En conjunto, estos factores muestran que la educación, aunque sigue siendo un capital simbólico valioso, enfrenta límites estructurales que condicionan la movilidad y la seguridad laboral, evidenciando la necesidad de repensar su rol en la sociedad chilena.

El desempleo profesional en Chile demuestra que la educación superior ya no garantiza movilidad social ni empleos acordes al nivel de formación (Bourdieu, 1986; Beck, 1998). La saturación del mercado, el subempleo y la precarización evidencian cómo la educación de mercado reproduce desigualdades estructurales y limita la relevancia efectiva del capital cultural (Moulian, 1998; Mudge, 2008; Callon, 2008).

Esto plantea preguntas críticas: ¿Cómo repensar la relación entre educación y mercado laboral cuando la oferta profesional supera ampliamente la demanda? ¿Qué mecanismos podrían devolver valor real al capital cultural en un contexto de precarización sistémica? Polanyi (1996) enfatiza que la economía es fundamental para la integración social; sin condiciones estructurales que acompañen la formación académica, el saber pierde eficacia práctica y capacidad de generar oportunidades tangibles para los individuos.

 

Referencias: 

Beck, U. (1998). La sociedad del riesgo: Hacia una nueva modernidad. Paidós.

Bourdieu, P. (1986). Los tres estados del capital cultural. En J. Richardson (Ed.), Manual de teoría e investigación para la sociología de la educación (pp. 241–258). Greenwood Press.

Butler, J. (2021). ¿Qué mundo es este? Paidós.

Callon, M. (2008). Los mercados y la performatividad de las ciencias económicas. Apuntes de Investigación del CECYP, (14), 11–68.

Marx, K. (s.f.). El capital: Crítica de la economía política (Tomo I). Siglo XXI Editores. (Obra original publicada en 1867).

Moulian, T. (1998). El consumo me consume. LOM Ediciones.

Mudge, S. L. (2008). ¿Qué es el neoliberalismo? Socio-Economic Review, 6(4), 703–731. 

Observatorio del Contexto Económico UDP. (2025). Informe de coyuntura laboral: trimestre marzo-mayo 2025. Universidad Diego Portales.

Polanyi, K. (1996). El sistema económico como proceso institucionalizado. En M. Mauss (Comp.), Lecturas de antropología social y cultural (pp. 275–300). Editorial Universitaria.

Standing, G. (2011). El precariado: Una nueva clase social. Pasado & Presente.

Stiglitz, J. E. (2012). El precio de la desigualdad: El 1 % de la población tiene lo que el 99 % necesita. Taurus.