Por Valentina Guzmán
Estudiante 4to año Doctorado de Psicología, Universidad Alberto Hurtado.
Como sociedad nos enfrentamos a un mundo tensionado. No solo por las múltiples crisis y transformaciones culturales, medioambientales, de género, sociales y políticas que vivimos, sino porque todo esto ocurre en un campo social diverso.
En este contexto problemático, la educación, el respeto y la comprensión de los derechos humanos se vuelve un desafío fundamental y urgente. De hecho, hace aproximadamente una década atrás la Declaración de las Naciones Unidas sobre Educación y Capacitación en Derechos Humanos (UNDHRET), planteó la necesidad de una educación holística en derechos humanos: que se eduque sobre, a través y para los derechos humanos. Más aún, académicos del área plantean que una educación holística en derechos humanos no debiera entenderse simplemente como adquirir información vacía sobre tratados y convenciones, sino comprender los derechos humanos desde los conflictos locales y controversias sociohistóricas en que se hacen relevantes (Struthers, 2015; Coysh, 2014).
Por consiguiente, la pregunta que sigue es ¿cómo enseñar los derechos humanos de una manera relevante a la vida social y no desde declaraciones muertas o principios abstractos?
Sostengo que una propuesta de enseñanza educativa con enfoque deliberativo en derechos humanos podría hacerse cargo de este complejo desafío. El enfoque llamado enseñanza o educación deliberativa (Larrain et al., 2021; Andersson, 2015) puede ser entendido como un conjunto de pedagogías en las que, a partir de controversias, se discute crítica y colaborativamente perspectivas distintas y contrarias para llegar -en conjunto- a las mejores soluciones posibles. El supuesto teórico de aprendizaje de este enfoque está basado en la idea de Dewey (1910) quien plantea que las personas aprenden no por medio de la transmisión de ideas sino por medio del enfrentamiento de los problemas a través del pensamiento y la conversación deliberativa.
Además, dado que desde un punto de vista epistemológico los derechos humanos no son verdades abstractas o absolutas (Gibson, 2020) sino están entrelazados a un tejido social e histórico, hace sentido pensar que, justamente, necesitan entendimiento y legitimación desde las situaciones donde se ponen en juego y colindan. Es decir, tomarse en serio este supuesto para comprender los derechos humanos implicaría entender que para que las generaciones presentes y futuras los acepten y legitimen, no basta con que generaciones pasadas nos transmitan el por qué se acordaron.
Esto no es fácil porque se requiere, por un lado, de un termómetro social vivo para imaginar cuáles son las controversias que resuenan al pensamiento y afectan actualmente a estudiantes y situarlas en espacios pedagógicos relevantes. Y, por otro, implica perder el miedo a escuchar a otros/as: si queremos eliminar prejuicios y violencias hacia grupos marginados, necesitamos también articular perspectivas contrarias a los derechos humanos para darles mejores espacios de salida y transformación. Muchas de las perspectivas contrarias a los derechos humanos ya existen en nuestro escenario social e histórico y no dejarán de existir por no escucharlas, todo lo contrario, si las censuramos pueden resurgir con más odio y menos reflexión. Asimismo, perder el miedo a escuchar la diferencia, también implica abrir la posibilidad de cuestionar los límites de los derechos fundamentales cuando colindan, e incluso cuestionar aquellas formas de justicia o prácticas que nacen desde los mismos grupos históricamente marginados (y que pueden ser también violentas).
Lamentablemente, si los derechos humanos no los enfrentamos con el pensamiento, no se reconstruyen, y si no se reconstruyen, no se legitiman. Debemos dar la oportunidad a las personas de aprender a reconstruir acuerdos y acordar modos de vida en común sostenibles para el presente y futuro.
Los derechos humanos no se respetarán por ser escuchados, ni por ser verdades universales o porque fueron pactadas por generaciones pasadas en tratados internacionales importantes. Se respetarán cuando las generaciones presentes y futuras reconstruyan los acuerdos y deliberen respecto a sus fronteras en sus puntos de controversia, acordando, y discutiendo con límites razonables las mejores soluciones posibles para nuestra vida colectiva y los constantes desafíos que enfrenta cada presente. Una educación deliberativa en Derechos Humanos debiera ser un mínimo común deseable en instituciones educativas públicas y privadas, independiente de su color ideológico y principios políticos.
Referencias
Andersson, K. (2015). Deliberative teaching: Effects on students’ democratic virtues. Scandinavian Journal of Educational Research, 59(5), 604-622.
Coysh, J. (2014). The dominant discourse of human rights education: A critique. Journal of Human Rights Practice, 6(1), 89–114. https://doi.org/10.1093/jhuman/hut033
Dewey, J. (1910). How We Think. Boston: D. C. Heath & Co. Publishers.
Larrain, A., Fortes, G., & Rojas, M. T. (2021). Deliberative Teaching as an Emergent Field: The Challenge of Articulating Diverse Research Agendas to Promote Educational Experiences for Citizenship. Frontiers in Psychology, 12, 2254.
Gibson, M. (2020). From deliberation to counter-narration: Toward a critical pedagogy for democratic citizenship. Theory & Research in Social Education, 48(3), 431-454. https://doi.org/10.1080/00933104.2020.1747034
Struthers, A. E. (2015). Human rights education: Educating about, through and for human rights. The International Journal of Human Rights, 19(1), 53-73. https://doi.org/10.1080/13642987.2014.986652