Por Gabriela Fraczinet Cristi
Trabajadora Social
Para todo aquel que trabaja hoy en un colegio, Liceo o institución educativa, el 2022 se ha transformado en un año a no olvidar. En él se han visto reflejados cambios estructurales a nivel social que son imposibles de ignorar. Hoy se presentan en la escuela las consecuencias de un cúmulo de hechos históricos que marcan la pauta de sensación constante de crisis y malestar en la población: la crisis social del 2019, la pandemia del 2020 y 2021, para terminar en una crisis en la salud mental este 2022.
Desde la Subsecretaría de Educación se reconoce lo anterior como parte del estrés post traumático en los y las estudiantes y sus familias, que ha desencadenado una explosión de violencia en las instituciones educativas. (Cooperativa, 25-03-2022).
La violencia escolar ha generado un estrés mayor en la población que ansiaba que la niñez y juventud pudiera participar de la escuela y garantizar sus aprendizajes. Niños y niñas felices de volver a estudiar y compartir con sus compañeros/as, hoy tienen miedo de asistir a la escuela por estar expuestos a presenciar o ser víctimas de violencia.
Las personas son más conscientes de las problemáticas de salud mental que las aquejan, mas la capacidad del Estado y lo público no alcanza a dar respuesta en dicha esfera. Los CESFAM se encuentran con una sobredemanda de atenciones de salud mental infantil solicitadas por las instituciones educativas. Y no se agota ahí; existe un colapso general de los sistemas estatales que mantienen a sus funcionarios/as actuando desde la intervención en crisis, dejando de lado la posibilidad de atender la baja o mediana complejidad que permitiría prevenir situaciones de alta gravosidad.
Así, “la escuela” se ve presionada a atender todos los fenómenos sociales: ola de develación de violencia sexual, desnivelación de aprendizajes, escaso desarrollo socioemocional, profundización de brecha social, precariedad laboral, violencia intrafamiliar, maltrato infantil, entre otros. Los protocolos de las instituciones educativas se tornan insuficientes, pierden su efectividad, pues de aplicarse tal como están descritos, sin considerar los cambios estructurales ya descritos, sería imposible atender a una parte importante de las nuevas complejidades de sus estudiantes y familias.
Los métodos que se conocían no se ajustan a las problemáticas que se generan hoy dentro del ámbito escolar. Desde la escuela existe una demanda de mejora en las habilidades parentales de las apoderadas/os, en su rol de corresponsabilización de la formación de los/as niños y niñas, a adultos/as que desconocen el cómo abordar la niñez y adolescencia en el contexto actual. Un ejemplo de esto es la falta de alfabetización digital y el poco conocimiento de la esfera tecnológica de los/as adultos/as responsables. Es evidente el agotamiento de recursos para responder a las necesidades, demandas y denuncias de situaciones que ocurren durante la jornada escolar.
Producto de lo anterior, el rol de los psicosociales en las instituciones educativas ha tomado una relevancia mayor. La contención emocional y ambiental; la intervención en crisis; la educación socioemocional; la educación en sexualidad, afectividad y género; el apoyo en habilidades parentales y el trabajo en red, son las estrategias fundamentales para poder atender las necesidades de los/as estudiantes y sus familias. El trabajo intersectorial como método y estrategia de trabajo es el que mayor resultado ha dado para responder frente al aumento de la complejidad social presente en los colegios.
En el día a día se requiere relevar la construcción de vínculos humanos y presenciales como elementos imprescindibles para la mejora. El levantamiento de la red social que resiste a la constante individualización, aislamiento producto de la cuarentena y la consciencia de la identidad, traducida en el concepto de “compromiso escolar”, como el desafío para evitar la deserción escolar, el reencantamiento con el mundo de posibilidades que tiene la educación.
El nudo crítico es la paradoja de que, para atender al cambio estructural, es imposible abordarlo desde la jerárquica autoritaria, el rol adultocentrista y sin considerar la tecnología como elemento que, si bien no pertenece a la condición humana, hoy se relaciona con todas las dimensiones del ser: su autoimagen, la realidad virtual paralela a la presencial y el acceso al conocimiento. Así, la ausencia de una Ley de educación sexual, afectividad y género; la anarquía de las redes sociales; la post verdad, la sociedad líquida y la incapacidad del cerebro humano de procesar la información en los tiempos del progreso tecnológico, son elementos a considerar en cada una de las soluciones que se pretendan dar en las instituciones educativas.
Se creía durante la cuarentena que, una vez retomada la prespecialidad, era imposible volver al sistema educativo actual. A pesar de ello, se retomó de la misma forma, generando la paradoja de: mayor consciencia, mismos métodos. Por ello no hay que olvidar que desde las crisis es donde se toma la oportunidad de romper con aquello que no funciona y transformar el sistema educacional en lo que se esperaba, uno que considere toda la condición humana y no sólo el desarrollo de su esfera cognitiva.
Referencias
Cooperativa 25 – 03 – 2022. Mineduc impulsará estrategia para afrontar la violencia en los colegios. https://cooperativa.cl/noticias/pais/educacion/colegios/mineduc-impulsara-estrategia-para-afrontar-la-violencia-es-los-colegios/2022-03-25/093920.html