Por Verónica de la Paz Calderón
Directora ejecutiva Instituto de la Sordera
Entre tantos cambios que hoy vive el mundo y nuestro país, nos pasamos el día recibiendo tantas noticias que no alcanzamos a procesar todo y, lo que es aún más triste, a reflexionar sobre lo que hoy estamos viviendo los seres humanos. Se nos ha vuelto difícil el día a día y con ello nos olvidamos de lo relevante.
La palabra inclusión ha pasado a ser el centro de todo- si queremos ser escuchados- debemos incorporar en nuestro discurso el tema de la inclusión. El problema es que no todos/as entendemos lo mismo por inclusión y algunos/as solo utilizan el concepto como una palabra que adorna nuestro discurso.
En el ámbito de la educación, el tema llegó muy fuerte con la Ley de Inclusión Escolar Nº 20.845. Esto significó que se abrieron las escuelas regulares para recibir a niños, niñas y adolescentes (NNA), en situación de discapacidad, en muchos casos sin que la comunidad educativa a la que llegaría ese NNA discapacitado se preparara o recibiera alguna capacitación, produciendo en muchos casos, resultados muy adversos a lo esperado en esta población. Esto llevó, además, al cierre paulatino de escuelas especiales.
El caso específico de los y las estudiantes sordas no fue diferente, y con esto, fue quedando de lado lo fundamental en su educación como lo es el conocer su cultura y por ende su lengua, ser partícipe de una comunidad que les permita desarrollar su identidad y los elementos de su cultura, y así desarrollarse integralmente. Con ello, hoy tenemos estudiantes sordos que egresan del sistema educativo sin las herramientas necesarias para ser parte activa en una sociedad mayoritariamente oyente y, lo que es aún más duro, sin una identidad como sujeto sordo.
La persona sorda, al ser visual, forma parte de una cultura distinta a la del oyente y la escuela, como espacio cultural, juega un rol fundamental en su desarrollo. Una escuela donde estén sus pares sordos, adultos sordos, adaptada con señales visuales, respetuosa de sus características como ser visual.
El colegio Dr. Jorge Otte G., cuyo sostenedor es el Instituto de la Sordera, desde hace años ha tomado como causa el desafío de ofrecer una educación de calidad desde la equidad y para ello brinda educación, atención y orientación integral a niños, niñas y jóvenes sordos en los niveles de párvulos, básica, media y laboral, conforme a las exigencias de una sociedad diversa y en concordancia con las características propias de la comunidad de sordos. Su enfoque educativo promueve la interculturalidad entre personas oyentes y sordas, reconociendo, valorando y promoviendo la cultura minoritaria y, por ende, su lengua. Su comunidad educativa está decidida a hacer de este enfoque, la opción para todos aquellos niños, niñas, jóvenes sordos y sus familias que deseen insertarse a la vida social y cultural de nuestro país, en constante cambio y aportar a una sociedad basada en el respeto a la diversidad, conceptos que adoptan también la tercera jornada en educación de jóvenes y adultos, considerando la diversidad como un elemento enriquecedor de los procesos educativos y de inclusión social.
Este colegio es único en Chile. Necesitamos más establecimientos que desde la mirada hacia el sordo como sujeto de derecho, ofrezcan una educación que favorezca al estudiante y le permita desarrollar estrategias, al igual que cualquier otro joven, para ser parte de una sociedad diversa e inclusiva.
Si queremos que la comunidad sorda sea parte de esta sociedad, debemos entonces, considerarlos como seres visuales y entregarles las oportunidades educativas considerando sus características y requerimientos, así como también, es nuestra responsabilidad, los oyentes, entregar las oportunidades educativas que requieren las personas sordas.
Todo niño, niña y adolescente tiene derecho a recibir una educación de calidad y en equidad de oportunidades, independiente si la persona es discapacitada o no, y esto pasa por eliminar las barreras que impiden o dificulten el acceso a la educación realizando las adecuaciones requeridas para que efectivamente pueda desarrollarse integralmente e incorporarse a una vida adulta activa.
Es fundamental seguir visibilizando a esta comunidad, que con las oportunidades adecuadas son capaces de lograr lo que deseen.