Por Jaime Barrientos
Profesor titular, Facultad de Psicología, Universidad Alberto Hurtado.
Recientemente, como sociedades hemos vivido una Pandemia con efectos insospechados en nuestras vidas. Esta Pandemia ha producido enormes consecuencias sociales, políticas y económicas. Las medidas para mitigar el impacto de esta Pandemia, como aquellas de distanciamiento social, generaron enormes consecuencias en la salud física y mental de muchas personas que, de la noche a la mañana, tuvieron que aislarse para evitar la propagación del COVID-19. Este efecto, sin duda alguna, afectó con mayor intensidad a algunas personas que, previo a la Pandemia, vivían solas. Esto supuso la activación de mecanismos para proteger y cuidar a personas en esa situación por parte de otras. El cuidado de otros pasó a ser algo importante en esta Pandemia. Pero no solo de personas mayores, sino también, de otras personas con diversas necesidades de salud.
Las personas LGBTQ+ han tenido que activar diversas estrategias para afrontar los estragos de esta Pandemia. En particular, precisamente, aquellas personas LGBTQ+ mayores y que además viven solas o que tenían necesidades previas de salud, han requerido del apoyo de otras para poder sobrellevar el encierro y las cuarentenas. La ausencia, en muchos casos, de familiares directos generó, como en otras épocas de la historia reciente, la activación de las redes de amigos y amigas para generar condiciones de cuidado en estos momentos.
En este sentido es interesante problematizar la importancia del cuidado en estas comunidades frente a la ausencia del apoyo directo de las redes familiares, debido al prejuicio sexual y la estigmatización asociada.
El SIDA en sus inicios generó efectos traumáticos en la comunidad de hombres gay en el mundo entero, lo que obligó a generar redes de apoyo para sostener a muchos hombres que fueron estigmatizados por sus familias, aislados y dejados solos. Ellos requerían de otros para hacer cosas tan básicas como comer o ir al baño. Las muestras de solidaridad comunitaria fueron increíbles y pensamos que nunca más volveríamos a vivir situaciones semejantes. Y llegó la Pandemia del COVID-19 y comenzaron a vivirse situaciones como antaño. El cuidado de otros es, por tanto, una muestra importante de que requerimos de otros y otras para vivir en sociedad. La ausencia de redes permanentes o de mecanismos para el encuentro con otros es un fallo importante que tenemos como sociedades contemporáneas, especialmente, en determinados grupos sociales.
Hemos avanzado mucho en planos diversos (tecnología, medicina, etc.), no obstante, hay planos en los que requerimos retomar las antiguas tradiciones de cuidado barrial o comunal, así como otras asociadas a nuestra pertenencia a diversos grupos sociales. Los desafíos que abre esta Pandemia son enormes y debemos pensarlos para estar preparados para el futuro.