Por Camila Soto Ramírez
Diseñadora industrial, especializada en el desarrollo de modelos y productos para el parto humanizado, Ex presidenta de RELACAHUPAN Chile, Fundadora de HUM Diseño y miembro de la Coordinadora Nacional por los derechos del Nacimiento.
Recién pasadas las elecciones de Gobernador, alcaldes, CORE y concejales, sigue quedando la sensación de que muchas cosas siguen igual o muy parecido a “antes del estallido”. Las fuerzas políticas alternan el poder y la posibilidad de impulsar “sus temas de interés” pero mucho de lo comprometido sigue pendiente.
Poco se habló acerca del Informe sombra para la Comisión de DD.HH: Estado de los Derechos Sexuales y Reproductivos y de la Violencia contra las Mujeres en Chile, emitido en Enero del 2024, donde organizaciones de la sociedad civil provenientes de una diversidad de territorios y regiones de Chile, reportaron las principales afectaciones a los derechos de las mujeres y derechos sexuales y reproductivos y formularon recomendaciones para avanzar en su respeto y garantía en base a las recomendaciones aceptadas por el Estado de Chile del Comité de Derechos Humanos del PIDCP del 2014[1]. Ante las declaraciones y promesas de un gobierno feminista, estas organizaciones nos ilusionamos con la posibilidad de ser vistas y quizás hemos tenido voz, pero el avance aun está lejos de lo que necesitamos.
A lo largo de 91 notas el informe recorre los desafíos pendientes en este ámbito para nuestro país, desafíos que, por cierto, van más allá de un asunto meramente político, ya que requieren de profundos cambios en los paradigmas y las creencias de nuestra sociedad.
Dado que mi conocimiento y experiencia se enfoca, principalmente, en los derechos asociados al parto y nacimiento libre de violencia, me centraré en parte del contenido de este tema.
A riesgo de repetir, pero con ánimo de recalcar lo expresado en el informe me gustaría destacar la forma en que se describen las brechas para acercarlas a la concientización de una sociedad que lleva años normalizando y afianzando una visión sesgada y discriminatoria hacia los cuerpos femeninos.
Por ejemplo, en el párrafo 57 este informe indica que “Los estereotipos de género influyen en la atención de la salud ……. Además, propician la patologización innecesaria de procesos naturales como el parto y contribuyen al abuso de la medicalización. La sobre medicalización no es inocua, tiene consecuencias” …
¿Qué quiere decir esto? Un pequeño ejemplo deja en claro que esta afirmación, nos toca a casi todas.
Desde nuestra menarquia (primera menstruación) fuimos concientizadas acerca de la “vergüenza” que suponía ser descubiertas sangrando, nuestra intimidad y discreción eran parte de lo que debíamos aprender. Jamás supimos de las ventajas de ovular[2], por ejemplo, porque el centro de este proceso era el riesgo de embarazarse y la sangre perdiendo la posibilidad de conocer y sacar provecho de nuestro ciclo. Si bien siempre escuchamos que “era normal” también escuchábamos de nuestras madres y pares el concepto de “estar enferma”, sospechosamente relacionada con la expresión de “ir a mejorarse” para referirse al parto y nacimiento. El lenguaje no es inocente en este sentido y ha creado a lo largo del tiempo una visión patológica de nuestra salud sexual y reproductiva, concepto bajo el cual se enmarcan estos dos procesos.
Parece un problema “menor” cuando escuchamos que el interés ciudadano esta muchísimo más en la Seguridad y el desborde de la delincuencia, sin embargo, a la larga, no lo es. Ya que el acceso a servicios de salud adecuados y el ejercicio del derecho a no ser discriminadas, nos acerca a tener relaciones sociales más sanas y respetuosas. El abuso y la violencia en muchos casos se basan en la creencia de superioridad y poder sobre otras personas y si seguimos reforzando la teoría de que las mujeres somos patológicas, solo por el hecho de tener útero, menstruación y capacidad de gestar, será difícil avanzar en prevenir la violencia.
Otro punto del informe, relacionado a su vez con el anterior, muy normalizado es el exceso de intervenciones (muchas veces innecesarias y contrarias a las recomendaciones de la OMS) como parte de la rutina de la atención obstétrica en nuestro país. Describe en el párrafo 58 que … “las mujeres que no contaron con alimentación durante el trabajo de parto fueron un 81,5% y 84% respectivamente; la episiotomía (corte en la vulva para apurar la salida del feto) fue de 56,4% y de 58,3%; rotura artificial de membranas de 59,1% y 48,4%; alivio farmacológico del dolor 66,2% y 71,7%; y partos en posición de litotomía de 79,7% y 80,7%” (…).
Probablemente nada de esto sorprende a quien no está directamente en el tema, pero bastará con comentar que todas las prácticas descritas transgreden las recomendaciones de la OMS, y que su ejercicio hoy se aleja de la evidencia clínica actualizada. En lenguaje simple ESTÁN DESACONSEJADAS hace más de 30 años, pero en nuestro país es la normalidad.
Hace algunos años escuché, en una conferencia de un reconocido obstetra francés, que era sorprendente que la obstetricia fuera la rama de la medicina más alejada de la evidencia y al ver estos datos me hace total sentido la reflexión.
Finalmente quiero recordar que a propósito de la violencia gineco obstétrica, la iniciativa de legislar, ingresada en octubre del 2018 bajo el nombre de Ley Adriana, ha ido avanzando y hoy se encuentra en segundo trámite constitucional en la Comisión de Salud del Senado. El proceso ha sido largo, pues afecta e interpela intereses y creencias profundas (entre ellos los que aquí se reflexionan) especialmente de algunos estamentos profesionales, pero el proceso continúa y se espera pronto llegue a puerto.
¿Qué es lo que hace que sigamos normalizándolo y aceptando esta realidad sin cuestionar, o prefiriendo silenciar nuestra opinión para no entrar en conflicto?
Queda la pregunta planteada, y a ti… ¿te llama la atención?
[1] Revisa el informe completo aquí:
[2] El proceso de ovulación aporta al cuerpo los niveles necesarios de estrógeno y progesterona, las cuales son hormonas que tienen un papel que va más allá de la fertilidad. Estas afectan la densidad de tus huesos, así como tu salud cardíaca, metabolismo, calidad de sueño, salud mental, entre otros. Esto solo ocurre si tenemos un ciclo menstrual sano, que no ha sido impactado negativamente por los estilos de vida, el uso de fármacos y ciertas condiciones o patologías médicas