Por Mg. Carolina Muñoz Vergara
Coordinadora Salud Comunitaria Género y Diversidad.
Depto. Formación Transversal, Unidad Salud Pública. Facultad de Ciencias de la Salud
Universidad Central de Chile.
¿Cuántas parejas sexuales se considera que debe tener una persona para ser considerada promiscua?, y ¿Si la persona es una mujer, cambia ese número en tu mente? ¿Si a lo anterior le agregamos que es una mujer con hijos? y ¿Si está amamantando?
La promiscuidad es un término construido socialmente, depende muchas veces del contexto cultural y social en el que se desenvuelve la persona. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la promiscuidad tiene lugar cuando un sujeto tiene más de dos parejas sexuales en menos de seis meses (Guencheva, 2017). Sin lugar a duda, este término está totalmente obsoleto, ya que, si una persona adulta decide tener varias parejas sexuales, lo importante es que esto sea consensuado y además ambas se protejan de enfermedades de transmisión sexual. Sin embargo, aún con todo lo avanzado del movimiento feminista y de la libertad de derechos sexuales y reproductivos, aún este término lleva consigo connotaciones negativas y estigmatizantes, principalmente para las mujeres.
Dentro de las connotaciones negativas y patológicas que están en torno al término promiscuidad se encuentra, el asociarlo al deseo sexual hiperactivo, es decir, que este sea incontrolable por la persona y se deba dar satisfacción a esa pulsión en el momento que la siente, provocando alteraciones de su vida diaria. Lo anterior estaría más cercano a una psicopatología. Pero estos conceptos tampoco son decidores si no se toman en cuenta una serie de comportamientos y condiciones culturales o la entrega de placer y satisfacción a la persona. De esta manera, al hablar de la expresión de la sexualidad de una persona al igual que otras conductas, está muy relacionada con la cultura y por lo tanto es susceptible de sesgos personales y/o morales a la hora de ser estudiada. Por ello como profesionales de la salud al momento de escuchar el relato de una persona, no podemos solo considerar la cantidad de actividad sexual, tales como el tener 7 relaciones sexuales a la semana (Kinsey, Pomeroy y Martin, 1948) (Atwood y Gagnon, 1987) (Laumann, Gagnon, Michael y Michaels, 1994) o quince al mes (Långström y Hanson, 2006), no debe considerarse por sí mismo una conducta problemática, pues el tener más o menos relaciones sexuales no es en sí mismo problemático (Almazán Bocos, M.,2019).
En un estudio realizado en España en 2020 sobre “Lactancia materna, autonomía de la mujer y roles de los profesionales de la salud”, se pudo determinar que las respuestas demostraban que varios de los pensamientos eran similares a los que se tenían cincuenta años atrás, en los que, en primer lugar, el término promiscuidad está mal visto y criticado en la sociedad – aunque se intente disimular con falsas aprobaciones – y, en segundo lugar, el término no se emplea con las mismas implicaciones para hombres que para mujeres, siendo estas últimas las más perjudicadas por el mismo (Canton, C.) Tal y como afirma Millett (1995), “la lealtad solo es una obligación del componente femenino de la pareja, puesto que, el masculino tiene pleno derecho a la promiscuidad, que constituye para él casi un deber”.
Dentro de otro estudio realizado en México en 2014, sobre el deseo sexual en mujeres heterosexuales de 18 a 64 años, se asociaba a la motivación sexual el que las mujeres mostraran una personalidad sexual conquistadora abierta, atractiva, sensual y seductora, cuando éstas deseaban experimentar el enamoramiento hasta llegar a la conducta sexual y una baja asociación entre deseo sexual y la promiscuidad. Lo anterior también está asociado a que las mismas mujeres por factores culturales y de estereotipos de género se reprimen a si mismas el hecho de relacionar el placer solo con el acto sexual y lo terminan relacionando con enamoramiento y relaciones de pareja más estables (Palencia, 2014).
El hecho de que la promiscuidad tenga una connotación más bien negativa en la sociedad y la lactancia materna sea considerado un acto hermoso y puro en donde la madre debe entregarle la vida a ese nuevo ser a través de su leche, dándole casi una connotación de sacrificio por otro ser humano.
Dentro de este imaginario social encontramos que en la edad media se consideraba impuro mantener relaciones sexuales con una madre lactante, puesto que se pensaba que el semen podía contaminar la leche. Por ello, los maridos de las clases pudientes europeas pagaban una nodriza. De ese modo, podían tener acceso carnal a su mujer a las pocas semanas del parto y éstas tenían a menudo un hijo cada año durante toda su vida reproductiva. (Marcos I., 2022).
La relación de la lactancia y el placer tiene varias aristas. Una, que la lactancia materna es una opción, que debe ser tomada por la mujer y en relación a cómo se sienta al realizarla. Otro, es ese asilamiento que se realizaba a la mujer de su hijo con las nodrizas, subentendiendo que la mujer solo servía para dar placer al marido y dejando de lado que esa mujer también puede sentir placer al amamantar, siendo un tabú hasta el día de hoy. Lo anterior, es algo muy habitual si se mira desde el punto de vista mamífero el que esto dé placer, como una recompensa para que sea mantenido en el tiempo.
Cada día más mujeres tienen hijos, hijas, hijes, sin tener una pareja, por fertilización In-Vitro, porque decidió llevar el embarazo sin pareja, porque es adolescente, porque sin decidirlo la contraparte no participa del proceso de embarazo y crianza, separaciones, divorcios, etc. Por lo tanto, es común que lleguen a los centros de salud mujeres con pocos meses de posparto, amamantando, pero con la necesidad después de unos meses 2, 4, 5, 6, (que van a variar dependiendo de cada mujer y de cómo haya sido el parto si por cesárea o vaginal), comienzan a tener mayor deseo sexual, siendo ésta una necesidad humana que debe satisfacerse, ya que el ser humano es un ser integral y holístico. Asimismo, si a esa persona le da bienestar el tener relaciones sexuales, mejora su autopercepción, su autoconcepto, nuestro único deber como profesionales de la salud y en mi caso profesionales de enfermería, es indagar y conocer cuáles son las necesidades de esa mujer en cuanto a si debemos educar sobre enfermedades de transmisión sexual que tienen transmisión vertical (madre a hijo a través de leche materna) y cuáles son las medidas que debe tomar en cuanto a mecanismos de protección como el condón femenino, masculino, triangulo de látex, lámina vaginal etc.
Si detectamos como profesionales de la salud a través de escala de Edimburgo de depresión postparto (Chile Crece contigo, 2013), que existe alguna alteración en el estado de ánimo de la madre y que exista alteración del vínculo con su bebé es que debemos prestar apoyo, desde el conocimiento profesional tanto científico, como psicosocial del proceso de postparto, eliminando conductas de juzgar moralmente a las personas que acuden en nuestra ayuda para que les acompañemos en su proceso de aprendizaje y autocuidado.
Referencias
Atwood, J. D. y Gagnon, J. (1987). Masturbatory behavior in college youth. Journal of Sex Education and Therapy, 13, 35–42.
Almazán Bocos, M. (2019). Adicción al sexo, ¿mito o realidad? Disponible en:
https://repositorio.comillas.edu/xmlui/bitstream/handle/11531/31773/TFG-AlmazanBocos%2cMarina.pdf?sequence=1&isAllowed=y
Canton, C. Lactancia materna, autonomía de la mujer y roles de los profesionales de la salud: una aproximación desde perspectivas feministas (Master’s thesis, Buenos Aires: FLACSO. Sede Académica Argentina.).
Chile Crece Contigo, 2013. Escala de Edimburgo. Disponible en:
https://www.crececontigo.gob.cl/wp-content/uploads/2015/11/Escala-de-Depresion-Postparto-Edimburgo.pdf
Díez Gayán, R. (2018). Actitudes de las mujeres hacia la sexualidad y los derechos sexuales y reproductivos.
Gencheva,D.. (2017). La promiscuidad: Causas y Consecuencias. Marzo 29,2020, de esfera psicológica Disponible en:
https://esferapsicologosmadrid.com/blog/promiscuidad-causas-yconsecuencias/
Kinsey, A. C., Pomeroy, W. B. y Martin, C. E. (1948). Sexual behavior in the human male. Philadelphia: W.B. Saunders Company
Langström, N. y Hanson, R. K. (2006). High rates of sexual behavior in the general population: Correlates and predictors. Archives of Sexual Behavior, 35(1), 37-52.
Laumann, E. O., Gagnon, J. H., Michael, R. T. y Michaels, S. (1994). The social organization of sexuality: Sexual practices in the United States. Chicago: University of Chicago Press.
Marcos I., 2022 Lactancia materna y sexualidad. Disponible en https://albalactanciamaterna.org/lactancia/tema-7-lactancia-familia-y-sociedad/lactancia-materna-y-sexualidad/
Millet, K. (1995). Política sexual. Madrid, España: Instituto de la mujer.
Palencia, A. R., del Castillo Arreola, A., Solano, G. S., Aragón, S. R., & del Castillo, C. C. (2014). Predictores del deseo sexual en una muestra de mujeres mexicanas. Psicología Iberoamericana, 22(2), 36-45.