Descentrados Chile

Hacia una transformación radical de la relación con niñes y jóvenes

Fotografía: Canva Pro

Por Ana Vergara del Solar
Universidad de Santiago

En las sociedades modernas occidentales, nuestra comprensión del mundo y nuestras prácticas se han organizado en torno a la noción de desarrollo y de progreso.  A partir de ello, al mirar hacia afuera, se ha devaluado otras sociedades, que no corresponden a los modelos hegemónicos. Al mirar hacia adentro, a la vez, se ha desvalorizado e intentando controlar la vida cotidiana de varios sujetos, entre ellos a les niñes y jóvenes. Siempre desde una óptica binaria, ellos aparecen constituidos a partir de la falta, de aquello que no son todavía o que nunca llegarán a ser; es decir, racionales, criteriosos, competentes, responsables, autocontrolados. Sus palabras no son palabras, sino ruido, sus actos no son actos, sino disrupciones.

Como afirma Mario Rufer (2016) para el caso de los pueblos indígenas, les niñes también parecen existir como fósiles, es decir, como resabios de estadios anteriores de una humanidad aún no civilizada del todo y que arrastra el pasado, no el presente. A la vez, son concebidos como vulnerables y dependientes, en contraste con aquellos que han logrado independizarse de los otros y su influencia. La sociedad y los otros parecen ser, entonces, algo de lo que debo distanciarme y deshacerme si quiero expresar mis potencialidades y mi ética personal. En el encuentro entre el feminismo y las miradas críticas sobre la infancia hemos percibido, también, que esta concepción del ser humano es profundamente individualista, a la vez que desconoce nuestra fragilidad intrínseca y la interdependencia práctica y emocional en que vivimos, seamos niñes, jóvenes o adultos.

En ese escenario, transformar nuestra relación con les niñes y jóvenes hace necesario cambiar de modos profundos nuestras concepciones de sujeto y nuestras relaciones. No se trata solo de cuestionar la imagen social de les niñes y jóvenes, sino aquella idea ilusoria de que existimos como adultos completamente distintos de ellos, plenamente racionales e independientes, capaces de ejercer la ciudadanía plena y, por tanto, apropiarnos de los derechos que les son negados a los demás. La lucha por los derechos de infancia no se desenvuelve en un ámbito especializado, sino en aquel que se orienta a una modificación radical de las bases de sustentación de nuestras sociedades y de nuestra subjetividad.

De ese modo, los adultos debemos explorar, con ellos, formas de relación que aún nos son desconocidas y que nos atemorizan. Es fácil reproducir una y otra vez una relación pedagógica, en que ellos están ahí para aprender de nosotros. Es fácil renunciar a aprender y tender a explicar todo lo que hacen les niñes y jóvenes a partir de su misma condición, es decir, su lugar en la evolución humana, olvidando nuestras historias relacionales y ubicándolos en un lugar de no-sentido. ¿Cómo lo hacemos entonces? Abriendo también esa escucha hacia nosotros mismos, para imaginar que podemos estar en el mundo sin establecer dominio, sin ocultar nuestra fragilidad y nuestras dudas, sin explotarnos a nosotros mismos, a nuestro cuerpo, a los otros, a la naturaleza, sin instrumentalizar al mundo y a los demás. Arriesgando, dando lugar a la experiencia y sus sorpresas, confiando en que en un encuentro humano profunda y auténticamente igualitario encontraremos las pistas que nos facilitarán transformar, en conjunto, el mundo indigno en que vivimos todos en uno que nos sea habitable.

Referencias:

Rufer, M. (2016) Curso sobre pensamiento decolonial. Aula Virtual de ClACSO.