Por Valentina Terra Polanco
Socióloga, Magíster en métodos de investigación social.
Encargada de Evaluación y Estudios del Centro de Innovación y Estudios, Corporación Crecer Mejor.
Integrante de la Red de Investigadoras Niñez (RIN)
Desde el surgimiento de los nuevos estudios de la niñez a fines de los noventa, se ha venido entendiendo a las niñas y los niños como actores sociales que juegan un rol activo en la sociedad, capaces de formar sus propias visiones y de participar en el mundo social (Vergara et al., 2015; Pavez y Sepúlveda, 2019). Esto ha implicado cambios significativos en nuestra forma de diseñar y llevar a cabo investigaciones con las niñeces que han desafiado el uso de métodos y enfoques tradicionales, invitando al uso de enfoques participativos y creativos centrados en las niñas y los niños.
Estos enfoques centrados en las niñeces buscan, fundamentalmente, contrarrestar las asimetrías de poder y estatus existentes, promoviendo su participación activa a lo largo del proceso de investigación, incluyéndolos en la producción de conocimiento y abriendo espacios para incorporar sus propias perspectivas y sentimientos (Freeman y Mathison 2009).
Esta mirada nos exige un rol activo que va mucho más allá del cumplimiento con una lista de requerimientos formales para contar con la aprobación de los Comités de Ética. Es un compromiso político que busca su inclusión y reconocimiento no solo dentro del espacio investigativo, sino que, sobre todo, en la sociedad.
Así, la ética en la investigación busca garantizar el respeto de la dignidad de las niñas y los niños, de sus derechos y bienestar en todo el proceso, independientemente del contexto (Graham et al., 2013). Para ello, más que seguir una receta establecida, resulta más fructífero ir haciéndonos preguntas en las diferentes etapas del proceso. Preguntas que solo son posibles de abordar a partir de la constante reflexión crítica, el diálogo interdisciplinar e intercultural, y el reconocimiento de las tensiones y dilemas éticos que se van produciendo con cada decisión que vamos tomando.
Aquí van algunas, partiendo por la más básica y conocida.
- ¿Cómo garantizamos que niñas y niños no se sientan presionados a participar?
El consentimiento informado es un acto explícito y un proceso continuo. Es clave para asegurarnos que las niñas y los niños sepan que están “siendo estudiados” y, de este modo, puedan decidir de forma voluntaria si quieren formar parte o no. Este consentimiento debemos solicitarlo al inicio de la investigación, reforzarlo en cada técnica a utilizar y también en la etapa de difusión de los resultados. Además, tenemos que explicar de forma clara sobre los objetivos del estudio, los alcances de su participación y que pueden dejar de participar en el momento que quieran, decisión que será respetada.
- ¿Estamos respondiendo a las diferentes competencias y modos de expresión de las niñas y los niños?
Tenemos que considerar las diferentes características, preferencias, habilidades y estilos de comunicación de las niñas y los niños. Privilegiar el uso de técnicas y metodologías que estén en sintonía con sus variadas formas de expresión y múltiples identidades sociales y culturales.
- ¿Tenemos las competencias y habilidades necesarias para llevar a cabo investigaciones con niñas y niños?
Es clave preguntarnos si contamos con las competencias, recursos, capacidades y experiencia necesaria para llevar a cabo procesos investigativos con niñas y niños. Si no es así, tenemos que formarnos y/o buscar el apoyo de otras personas antes de iniciarlos. Esto implica la habilidad de establecer una relación cercana, darles confianza, comprender el lenguaje verbal y no verbal y responder a las necesidades que pudieran revelar durante el proceso de investigación.
- ¿Estamos asegurando la confidencialidad y la privacidad de las niñas y niños?
Tenemos que respetar el derecho de niñas y niños a la vida privada, a que algunas veces puedan desear que cierta información permanezca en la esfera privada y no querer comunicarla. Cuando nos comparten información, tenemos que asegurarnos que se mantenga confidencial y anónima, no solo durante el proceso, sino que también una vez difundida y finalizada la investigación. Puede que, en ciertos casos, ellas y ellos deseen ser reconocidos. Ahí es muy importante asegurarnos de que no exista ningún riesgo o amenaza a su identificación. Todo esto nos demanda una actitud de permanente vigilancia y también de sensibilidad.
- ¿Cómo aseguramos que la investigación no tendrá efectos negativos y, además traerá beneficios?
Si pensamos que la investigación que vamos a llevar a cabo puede causar algún tipo de daño (físico o emocional) a las niñas y los niños, ésta no se debe llevar a cabo. Si nos encontramos en contextos culturales muy distintos, sirve mucho si nos asesoramos por locales y/o personas expertas para así poder comprender mejor los riesgos potenciales. Además, esta debiese tender a mejorar su bienestar y/o la situación de los derechos de las niñeces. Si no somos capaces de determinar con toda claridad los beneficios que les puede generar la investigación con su participación, debiésemos reconsiderar su realización.
- ¿Estamos garantizando la protección de todas las niñas y los niños?
Debemos tener presente el potencial del riesgo de las niñas y los niños a experimentar explotación, aprovechamiento o marginación en la interacción que establecen con personas adultas, y de la responsabilidad específica que tenemos en tanto garantes de sus derechos. Por ello, debemos tomar todos los resguardos para que la investigación sea un espacio seguro, donde no se sientan expuestos, y sea también un espacio de decisiones compartidas, donde puedan opinar e incidir, buscando un equilibrio adecuado entre participación y protección.
- ¿Estamos incluyendo por igual a todas las niñas y los niños?
La investigación debe ser inclusiva, sin discriminar por sexo, etnia, nacionalidad, edad, u otra característica particular. Debemos aplicar medidas específicas para abordar temas de inclusión y representación que apunten a incrementar las oportunidades de participación y así garantizar la incorporación efectiva de todos los grupos de niñas y niños, especialmente aquellos que se encuentran en situación de mayor discriminación, invisibilidad o exclusión.
- ¿Estamos adoptando una práctica reflexiva a lo largo de la investigación?
Investigar con niñas y niños nos exige adoptar un rol crítico y reflexivo, que nos permita estar constantemente atentas a nuestras prácticas y a las relaciones que establecemos con ellas y ellos. Esto nos exige llevar a cabo una reflexión continua sobre aquellos valores, supuestos, creencias y concepciones que puedan afectar su participación activa en el proceso de investigación, para así desarrollar estrategias, relaciones, procesos y metodologías que apunten a nivelar la desigualdad de poder.
¿Y tú? ¿Qué otra pregunta agregarías a la lista?
Referencias:
Freeman, M. y Mathison, S. (2009). Researching children’s experiences. New York: The Guilford Press.
Graham, A., Powell, M., Taylor, N., Anderson, D. y Fitzgerald, R. (2013). Investigación ética con niños. Florencia: Centro de Investigaciones de UNICEF – Innocenti.
Pavez, I. y Sepúlveda, N. (2019). Concepto de agencia en los estudios de infancia. Una revisión teórica. Sociedad e Infancias, 3, 193–210.
Vergara, A., Peña, M., Chávez, P. y Vergara, E. (2015). Los niños como sujetos sociales: El aporte de los Nuevos Estudios Sociales de la infancia y el Análisis Crítico del Discurso. Psicoperspectivas, 14(1), 55-65.