Descentrados Chile

Me siento bien…

Fotografía: Claudia Chavarría Sayes:
" El camino de desarrollar mis emociones".

Por Claudia Chavarría Sayes
Soy madre de una preadolescente de 10 años, soy hija de padres adultos mayores, soy hermana, soy tía, soy madrina, soy amiga. Trabajo hace 17 años como Psicóloga clínica Infanto Juvenil y Adulto. He acompañado y sigo acompañando a tantas personas en su caminar en el día a día, por lo que creo que una mejor salud emocional, ayuda a ver que el día no es tan gris…. si tengo claro que solo es un momento y que todo es para mejor…

Cuando pensamos en los niños, niñas y adolescentes post Pandemia COVID-19, inmediatamente podríamos pensar en cómo ha sido para ellos el regreso a la “Realidad”, una realidad cargada de emociones ambivalentes. Por un lado el deseo de volver a estar reunidos 24/7 con su familia; por otro lado el alivio de ya no estar reunidos 24/7 en familia…emociones de miedo, soledad, alegría, esperanza, alivio…todo este conjunto de vivencias tanto a nivel psíquico, como físico, hacen del ser humano en proceso de desarrollo, un individuo único; el cual ha tenido que sobrevivir a encuentros y desencuentros; más todavía si al volver a la realidad se han encontrado con sus pares, los cuales ya no son los mismos previo a la Pandemia.

Pero ¿Cómo nosotros los adultos podemos ayudarles a que potencien sus vivencias desde el lado más amable del aprendizaje post confinamiento? Esta pregunta en lo personal me hace pensar en la Inteligencia Emocional, la que en estos momentos se hace imperativo desarrollarla, fortalecerla y preservarla, ¿Por qué? se preguntarán. La inteligencia emocional es una de las tantas inteligencias múltiples señaladas por Gardner, que la define como la capacidad del ser humano para controlar los sentimientos y las emociones de sí mismo y de sus pares, de discernir entre ellos y tomar esa información para aplicarle en sus pensamientos y acciones, además relaciona la habilidad de percibir con exactitud, valorar y expresar las emociones; además, de conectarla con la forma de generar sentimientos facilitando pensamientos, entender emociones, conocimientos emocionales y regular emociones que promueven el crecimiento emocional e intelectual (Dueñas-Buey, 2002).

Aunque la crisis puede traer oportunidades como: crecimiento personal y cohesión familiar, las desventajas pueden ser mayores que los mismos beneficios. La ansiedad, la poca sociabilidad y la reducción de oportunidades para la relajación y la regulación del estrés son las principales preocupaciones.

Por lo que la inteligencia emocional, aparece como una destreza que ayudaría a nuestros niños, niñas y adolescentes a guiar sus pensamientos y a reflexionar sobre sus emociones ayudándoles a mejorar sus niveles de bienestar. En general, los resultados demuestran que las habilidades emocionales se relacionan con la felicidad, el funcionamiento social y el bienestar de los niños, niñas y adolescentes.

Una de las formas de desarrollar Inteligencia Emocional, es cuando un niño o niña, empieza a hablar, es importante decirle cosas relacionadas con sus emociones, “veo que te sientes triste porque extrañas (lo que sea que esté extrañando)”; “te sientes contento por, (por lo que sea que esté contando), “¿verdad?, yo también me siento como tú, ¡Que alegría!” ; Estos simples ejercicios, enseñan a los más pequeños a ponerle nombre a las emociones, se comparten nuestras propias emociones y ayudamos a que los niños asocien una emoción con una situación vivida, lo que favorece el desarrollo de la conciencia emocional y la empatía. Si bien los adolescentes ya tienen un patrón emocional, al cual recurren de manera menos expresiva, el hecho de fortalecer su propia inteligencia emocional, los ayuda a que vivan con menos angustia la necesidad de autoafirmarse, valorando sus capacidades y limitaciones, tomando sus propias decisiones, teniendo responsabilidades, sintiéndose aceptados por los demás.

Por eso a cualquier edad es primordial el desarrollo de la inteligencia emocional, ya que nos ayuda a conocernos mejor como personas y por ende a comprender mejor a los demás. Es así como nos vamos movilizando de una mejor manera en las situaciones que nos circundan, sobre todo si hay momentos en que las rutinas diarias son desplazadas por el displacer o situaciones que parecieran que no tienen solución. El hecho de visibilizar, acompañar y validar las emociones de estas personitas que están en pleno desarrollo se hace menos intenso, porque cuentan con adultos que los comprenden y apoyan en sus cambios.

Todo lo anterior subraya en la importancia de un enfoque integral, inter-sectorial, inter-generacional, los cuales toman en cuenta las necesidades de los niños, niñas y adolescentes, en las distintas etapas de su desarrollo, así como los roles y las relaciones que mantienen con sus adultos responsables y la comunidad que los rodea.

A nivel de las políticas, dicho enfoque se manifiesta, por un lado, en medidas focalizadas y en intervenciones generales, esto quiere decir que a mayor Inteligencia emocional o competencias emocionales desarrolladas, habrá una mejor sociedad, ¿para qué?, No para que nuestros niños y jóvenes sean personas exitosas y felices en la vida, la inteligencia  emocional no garantiza eso, porque muchas veces tendremos problemas en la vida, pero cuando se presenten tendremos la capacidad de poder tomar conciencia y contar con herramientas, habilidades y destrezas para enfrentar estos momentos no tan agradables y podremos dirigir y transitar de una forma más sana frente a ellos, por eso; si niños, niñas y adolescentes participan dentro de sus comunidades, se pueden construir sociedades más democráticas, tal como menciona Roger (1993), en su artículo “La participación de los niños: de una participación simbólica a una participación auténtica”: “La participación Infanto-juvenil los ubica como sujetos sociales con la capacidad de expresar sus opiniones y decisiones en los asuntos que les competen directamente en la familia, la escuela y la sociedad en general”.

De igual forma, la participación Infanto-juvenil, nunca debe concebirse como una simple participación de niños y jóvenes, sino como una participación en permanente relación con los adultos, y debe ser considerada como un proceso de aprendizaje mutuo tanto para los niños y jóvenes como para los adultos. Al mismo tiempo, es importante subrayar que la participación social es un derecho humano esencial de toda persona, y una sociedad puede considerarse democrática cuando todos sus ciudadanos y ciudadanas participan. La participación es uno de los componentes más importantes de la construcción la democracia y, a través de ella, se contribuye a asegurar el cumplimiento de otros derechos.

Referencias

Dueñas-Buey, (2002). Importancia de la inteligencia emocional: un nuevo reto para la orientación educativa. Educación XXI, núm. 5.

Hart, Roger A. (1993). La participación de los niños: de la participación simbólica a la participación autentica, Innocenti Essay, no. 4, Centro Internacional de Desarrollo Infantil, Florencia.