Por Stefany Vásquez Vergara
Educadora de párvulos. Asesora pedagógica Fundación Educacional Cristo Joven.
Cuando hablamos de primera infancia, niñez temprana, preescolares o párvulos ¿a qué etapa del desarrollo vital se está haciendo referencia? Es importante poder definir este punto, ya que, en algunos casos, desde la observación, identifico que siempre estamos tendiendo a acelerar los procesos de desarrollo, esperando que los niños y las niñas caminen a temprana edad, hablen de manera adecuada y gramaticalmente correcta lo más pronto posible y ojalá aprendan a regularse emocionalmente casi al inicio de sus vidas. Cuando nos referimos por ejemplo a niñez temprana, vamos a hacer referencia desde el nacimiento hasta los ocho años de vida (Unicef, 2022) en el caso de preescolares o párvulos nos vamos a centrar en una etapa marcada por el desarrollo educativo, más que en una etapa de desarrollo específica, y esta se encuentra enmarcada en Chile desde los ochenta y cuatro días de vida (este cálculo refiere a que las madres poseen doce semanas de descanso postnatal en Chile, lo que me parece una falta de respeto con las madres puérperas y los bebés que a tan temprana edad deben desistir de los cuidados de su madre) hasta los seis años de vida, donde se espera que puedan ingresar al mundo escolar.
Me gustaría invitarle a un pequeño ejercicio de imaginería, tómate solo un par de segundos para recordar alguna sensación o recuerdo de tu etapa parvularia, hayas asistido o no a un centro educativo. ¿A qué jugabas? ¿Qué te gustaba comer? ¿Dónde te gustaba ir? ¿Cuál era tu actividad favorita? ¿Con quién o quiénes te gustaba estar?
Quisiera que todos y todas solo tengan recuerdos amorosos, y no evocar tristezas, pero seamos realistas: la infancia es una de las etapas vitales en las que más vulneraciones se sufren. La tercer Encuesta Longitudinal de Primera Infancia (2017) expone que un 63% de los adultos consultados refieren haber realizado métodos de disciplina violento hacia niñas y niños. Unicef (2021) por otra parte expone que un 63% de niñas y niños sufre violencia física o psicológica por parte de sus padres o parientes. Pero solo quiero invitarte a que puedas quedarte con un hermoso momento, ¿lograste recordar algo?
Sé que esta tarea no es fácil. Los adultos recordamos muy poco de nuestros primeros años de vida, y esto no significa que tengamos algo malo con nuestra memoria, sino que nuestras memorias autobiográficas que hacen referencia a “recuerdo de un individuo de su propia historia personal […] se elaboran en forma narrativa y se almacenan formando parte de una historia vital” (Ortega & Ruetti, 2014) y esta se va desarrollando sistemáticamente desde los primeros días de vida, pero su presencia y práctica se hace evidente desde los tres años aproximadamente, y esto dependerá mucho de cómo nuestros cuidadores principales nos presentaban el mundo por medio de la narrativa con menor o mayor detalle de lo que realizábamos durante nuestros días (Albornoz & Pavez, 2021).
¿Será por esto que nos cuesta empatizar tanto con los niños y las niñas? No tengo la respuesta a esa interrogante, pero pienso que sería importante hacer este ejercicio, intentar recordar nuestros gustos durante la niñez, ya que de esta manera será menos complejo poder empatizar con los niños y las niñas. ¿Te dijeron alguna vez que no debías hablar mientras los adultos se encontraban conversando o que en la mesa se comía y no se hablaba? El minuto favorito para conversar de los niños y las niñas según lo que me han demostrado más de diecisiete años trabajando en jardines infantiles, es el momento de la alimentación, es aquí donde despliegan una serie de comentarios tanto de su vida cotidiana, como de las acciones realizadas durante el mismo día, generalmente evocando a sus familias. Es aquí donde me enteré, por ejemplo, que Rafael (tres años) fue a jugar fútbol a la multi cancha con su papá, o donde Ámbar (dos años) me cantó la última canción que aprendió. También caminando por el pasillo del jardín se acercó Ismael (tres años) para preguntarme si yo tenía un bebé, diciéndome posteriormente que su bebé (hermano) se encontraba en el hospital, que su papá lo había llevado porque estaba enfermo.
Lo que quiero destacar con este último párrafo, es la participación de las guaguas, niñas y niños en la vida cotidiana. La adultez nos lleva a cometer algunos errores en pensar el derecho a la participación de los niños y las niñas durante los primeros 6 años de vida, lo primero que debemos tener en cuenta es su etapa de desarrollo ¿Cuáles son las habilidades y conocimientos que poseen? ¿Cuánto tiempo de espera pueden tolerar? ¿Cuánto tiempo de concentración pueden sostener? Posteriormente debemos reconocer sus intereses. ¿Qué sentido tiene ir a caminar por el mall con niños y niñas entre 0 y 6 años? ¿Qué aprendizajes y experiencias cotidianas están observando en esos eternos recorridos donde la base de esa visita es el consumo? ¿Qué otros espacios cotidianos de la cuidada, comuna, villa o población podemos frecuentar con los niños y niñas? Hay una en especial que gozo cuando veo a los niños y las niñas frecuentar. Y esta refiere a las ferias libres.
Algún día recorriendo la feria, escuché una voz fina pero segura que decía a todo pulmón frente al camión pescadero: “A mí me gusta el pescado.” Al mirar veo a un niño de unos 5 años, parado en puntas de pies intentando sostener el equilibrio acompañado de su papá. Crucé los dedos para que alguien respondiera a esa importante declaración. El joven que fileteaba el pescado pareció no escuchar ensimismado en su tarea y también posiblemente la dificultad de ver, ya que estos carros suelen ser muy altos, pero el señor que se encontraba cobrando respondió: “¡Qué bueno amigo, es muy importante comer pescado!” Y comenzó a mostrarle los productos del mar que se encontraban a la venta. Este niño vivió un aprendizaje emergente que guardará para toda la vida, y lo que fue aún más significativo, fue que esto sucedió en plena Pandemia, donde no existía ningún tipo de permiso para que niños y niñas pudieran salir de casa, durante cinco meses de confinamiento no podían visitar a sus amigos, ir a sus centros educativos o visitar a sus familiares. Es así que por medio del movimiento de una serie de profesionales, madres, padres y organizaciones pro infancia, se exigió una franja horaria para que niños y niñas pudieran salir a jugar.
En la actualidad, de la mano de la crisis de seguridad que nos encontramos viviendo, vemos que la participación y la presencia de los niños y las niñas en los espacios de la ciudad es cada vez menos habitual. Escucharlos jugando en las calles o pasajes es casi una remembranza de décadas ya pasadas. La ciudad se ha vuelto cada vez más peligrosa y hostil para las niñeces. En realidad, esta problemática es más antigua de lo que pensamos, ya en el año 1996, el autor Francesco Tonucci publicaba en su libro La ciudad de los niños, un modo nuevo de pensar la ciudad, que la ciudad en realidad no está pensada para o por lo niños y las niñas, sino que centrada en “un ciudadano medio con las características de adulto, varón y trabajador, y que corresponde al elector pleno. Así la ciudad ha perdido para sí misma a los ciudadanos no adultos, no varones y no trabajadores, ciudadanos de segunda categoría, con menos derechos o sin derechos” (Tonucci, 1996). En esta misma línea, el fin de semana recién pasado se realizó el día del patrimonio cultural, donde muchas familias visitaron una serie de centros y edificios patrimoniales junto a niños y niñas. Estas son experiencias que deben realizarse con mucha más frecuencia, ya que tal como Francesco nos expone, la solución a esta problemática es poder cambiar el parámetro del adulto varón y trabajador, por los niños y las niñas, en referencia a que este nuevo modo de pensar la ciudad posibilita “aceptar la diversidad que el niño trae consigo como garantía de todas las diversidades” (Tonucci, 1996).
Garantizar la participación de la niñez temprana es una responsabilidad que todas y todos los adultos somos responsables como garantes de los derechos de las niñeces, si bien el principal responsable es el Estado, como ciudadanos debemos encontrar acciones cotidianas que permitan entregar espacios bellos que faciliten el desarrollo del juego en nuestros barrios, saludar a los niños y las niñas, y por supuesto, presentarnos ante ellos como adultos dignos de imitar, ya que los principales aprendizajes sociales se adquieren por medio de la imitación.
Referencias
Albornoz, M. T., & Pavez, M. E. (2021). Relatos de los niños desde una perspectiva de memoria reconstructiva. Escritos sobre psicología y sociedad / Universidad Central de Chile, 10(19), 110 – 134. doi:https://doi.org/10.54255/lim.vol10.num19.530
Centro de Estudios Justicia y Sociedad (CJS) y Dirección de Estudios Sociales (DESUC), Pontificia Universidad Católica de Chile (UC). (2021). VIOLENCIA CONTRA LA NIÑEZ Y ADOLESCENCIA EN CHILE, ESTUDIO DE CONOCIMIENTOS, ACTITUDES Y PRÁCTICAS.
Ortega, I., & Ruetti, E. (2014). La memoria del niño en etapa preescolar. Anuario de Investigaciones, XXI, 267 – 276.
Tonucci, F. (1996). La ciudad de los niños, un modo nuevo de pensar la ciudad. Losada.
Unicef. (Marzo de 2022). Derecho a la participación de niños, niñas y adolescentes . SERIE DE FORMACIÓN SOBRE EL ENFOQUE BASADO EN LOS DERECHOS DE LA NIÑEZ. Santiago , Chile.