Por Alicia Fuentes Rebolledo
Psicóloga, Magíster en intervención psicojurídica y forense y en investigación en Psicología. Actualmente cursando el Doctorado en Psicología (Universidad Alberto Hurtado), desarrollando estudios sobre justicia participativa y amigable para niños, niñas y adolescentes que han sufrido vulneraciones a sus derechos.
Quisiera partir estas líneas evidenciando una característica propia y muy decidora del abuso sexual infantil: la develación durante la infancia es lo menos común, lo más infrecuente. Es decir, lo menos probable es que un niño o una niña, durante su infancia, pueda superar diversas barreras que le dificulta el contar a un otro sobre esta vulneración.
La develación de un abuso sexual por parte de un niño, niña o adolescente es un momento de extrema fragilidad. Implica que debe contar con un adulto/a en el que sienta confianza y conexión, además de un contexto de contención, para poder poner en palabras aquello que el cuerpo y la mente sufren en manos de quien lo abusa, quien generalmente será alguien de confianza e incluso, de su propia familia. Lamentablemente, muchos niños y niñas anticipan que no les darán credibilidad a sus palabras y prefieren callar. Otros/as buscan alguna prueba que les permita dar sustento a sus palabras, como una grabación, algo muy acorde al extendido uso de dispositivos móviles y de espacios digitales.
Sumemos a lo anterior, que el mundo adulto no siempre está preparado para escuchar una develación, ya que sufre también el impacto del abuso sexual, como una onda expansiva que también los arrasa. Por eso, insisto, la develación de parte de un niño, niña o adolescente debería tener el rótulo “frágil” y ser tratada de manera sumamente delicada y protegida por los adultos y por el sistema judicial que luego alberga la denuncia y la responsabilidad de la investigación y juzgamiento de estos delitos.
Vinka Jackson, psicóloga chilena y sobreviviente de abuso sexual infantil, impulsora junto a la Fundación Derecho al tiempo de la ley de imprescriptibilidad de los delitos sexuales, plantea la necesidad de reconocer el tiempo que una víctima requiere para poder contar el abuso, para poder externalizar aquello que ha quedado silenciado a partir de diversas estrategias que el abusador/a ha propiciado y para poder finalmente enfrentar un sistema judicial que – pese a los avances que en los últimos años ha realizado – no siempre tiene un enfoque de cuidado hacia las víctimas de este tipo de delitos.
En su libro “Derecho al tiempo”, Vinka Jackson (2024) reflexiona sobre el tiempo de la niñez, el cuidado que requiere desde el mundo adulto para esperar sus procesos, alegres y dolorosos, para acompañar sus experiencias y para contener aquellas heridas provocadas justamente en espacios y en vínculos donde niños, niñas y adolescentes debieron ser amados, cuidados y protegidos. Sus palabras son, finalmente, un llamado a constituir el cuidado como un imperativo ético de nuestra sociedad.
El abuso sexual infantil es una problemática global que afecta a millones de niños, niñas y adolescentes en todo el mundo. Las cifras son claras – más de 40 mil denuncias en el último año, de acuerdo con el reporte estadístico de la Fundación Amparo y Justicia – y lamentablemente son una alerta que pareciera nunca dejar de sonar, aunque nos acostumbremos a su sonido.
Este tipo de abuso no solo causa daños físicos, sino también profundos traumas psicológicos que pueden perdurar toda la vida (Pereda, 2010, 2011). Por esta razón, la prevención del abuso sexual infantil debe ser una prioridad para las familias, las escuelas y las comunidades en general. En esta columna, exploraremos la importancia de la prevención, las estrategias efectivas y el papel crucial de la educación en la protección de nuestros niños y niñas.
El abuso sexual infantil puede tener consecuencias devastadoras para las víctimas, incluyendo trastornos de ansiedad, depresión, problemas de conducta y dificultades en el rendimiento académico (Finkelhor, 1994). Además, las víctimas de abuso sexual infantil tienen un mayor riesgo de desarrollar problemas de salud mental a largo plazo, como el trastorno de estrés postraumático y otros problemas de salud mental graves (Kendall-Tackett, Williams, & Finkelhor, 1993). Por lo tanto, es imperativo que se implementen medidas preventivas para proteger a los niños, niñas y adolescentes de este tipo de vulneraciones.
La prevención del abuso sexual infantil comienza con la educación. Es fundamental que los niños, niñas y adolescentes reciban información adecuada sobre sus cuerpos y sobre lo que constituye un comportamiento inapropiado por parte de los adultos y otros niños (Brassard, Germain, & Hart, 1987), todo ello en consonancia con su desarrollo y sus características específicas. Programas educativos en las escuelas que enseñan a los niños a reconocer y reportar el abuso pueden ser extremadamente efectivos para prevenir e identificar este tipo de delitos (Wurtele & Kenny, 2010).
Los padres, madres y cuidadores también juegan un papel vital en la prevención del abuso sexual infantil. Es esencial que las y los adultos hablen abiertamente con sus hijos e hijas sobre el tema del abuso sexual y que establezcan un ambiente de confianza donde los niños se sientan seguros al reportar cualquier comportamiento sospechoso (Collin-Vézina, Daigneault, & Hébert, 2013). Además, las figuras adultas deben estar atentos a las señales de abuso y estar dispuestos a intervenir si sospechan que algo no está bien. Pero para eso, deben también recibir herramientas que les permitan enfrentar un fenómeno de tan alto impacto emocional y familiar, como el abuso sexual infantil.
Las instituciones y organizaciones que trabajan con niños, niñas y adolescentes también tienen la responsabilidad de implementar políticas y procedimientos para prevenir el abuso. Esto incluye la realización de verificaciones de antecedentes para el personal y los voluntarios, así como la capacitación continua sobre la prevención del abuso (Berliner & Elliott, 2002). Las organizaciones deben crear un ambiente seguro y protector donde los niños puedan desarrollarse sin temor al abuso. En palabras de Vinka Jackson, a quien cito nuevamente, se debe incluir la ética del cuidado en todos los espacios en los que se encuentren niños, niñas y adolescentes.
Es crucial que la sociedad en su conjunto se comprometa a combatir el abuso sexual infantil. Esto implica no solo apoyar a las víctimas, sino también trabajar activamente para prevenir el abuso a través de campañas de concienciación y educación pública. Sin duda, es importante que el abuso sexual infantil, así como otras formas de vulneración de derechos, sean parte de las conversaciones de las familias, que sea un fenómeno que se mire de frente y no de soslayo y como un tema tabú, como ha sido durante largas décadas.
La prevención del abuso sexual infantil es una responsabilidad compartida que requiere el compromiso y la acción de toda la sociedad. A través de la educación, la comunicación abierta y la implementación de políticas preventivas, podemos brindar apoyo y protección a niños, niñas y adolescentes. Ese es el llamado final de esta columna, pasar a la acción cotidiana y ciudadana, a dolerse por el padecer de las víctimas de estos delitos y fomentar espacios protectores que permitan la develación, ese frágil proceso que puede ser el punto de partida para generar un entorno de protección y cuidado.
Referencias
– Berliner, L., & Elliott, D. M. (2002). Sexual abuse of children. In J. E. B. Myers (Ed.), The APSAC handbook on child maltreatment. Thousand Oaks, CA: Sage.
– Brassard, M. R., Germain, R., & Hart, S. N. (1987). Protecting students from harm: A guide for teachers on child abuse prevention. New York: Guilford Press.
– Collin-Vézina, D., Daigneault, I., & Hébert, M. (2013). Lessons learned from child sexual abuse research: Prevalence, outcomes, and preventive strategies. Child and Adolescent Psychiatry and Mental Health, 7(1), 22.
– Finkelhor, D. (1994). The international epidemiology of child sexual abuse. Child Abuse & Neglect, 18(5), 409-417.
– Fundación Amparo y Justicia (2024). Estudio Niños, niñas y adolescentes víctimas de delitos sexuales – Ingreso de denuncias y respuestas del sistema de justicia penal.
– Jackson, V. (2024). Derecho al tiempo. Debate: Santiago.
– Kendall-Tackett, K. A., Williams, L. M., & Finkelhor, D. (1993). Impact of sexual abuse on children: A review and synthesis of recent empirical studies. Psychological Bulletin, 113(1), 164.
– Pereda, N. (2010). Actualización de las consecuencias físicas del abuso sexual infantil. Revista Pediatría de Atención Primaria Vol. XII. N.o 46(12) 273-85.
– Pereda, N. & Gallardo-Pujol, D. (2011). Revisión sistemática de las consecuencias neurobiológicas del abuso sexual infantil. Gaceta Sanitaria 2011;25(3):233–239.
– Wurtele, S. K., & Kenny, M. C. (2010). Partnering with parents to prevent childhood sexual abuse. Child Abuse Review: Journal of the British Association for the Study and Prevention of Child Abuse and Neglect, 19(2), 130-152.