Descentrados Chile

Seguridad en Comunidades Escolares: ¿Infancia protegida?

Fotografía: spanta.pajaros

Por Profe X

Antes de partir, estimada/o lector, es importante mencionarle que en esta columna no encontrarán citas, a lo más algunas alusiones, porque las palabras que vienen a continuación están sustentadas en la experiencia, en la rigurosidad y a la vez el amor que tengo por la Educación, sin apellidos, porque la única educación es la Pública, así al menos debería ser.

Cuando hablamos de Seguridad debemos atender al significado, sentido y hasta origen de la palabra. Se podría decir que una buena definición del tema que nos convoca es, la ausencia de riesgos, en este sentido entonces la prevención de situaciones inseguras es clave. Debo reconocer que eso sería lo óptimo, sobre todo al pensar en nuestras comunidades escolares. Sabiendo, que el escenario post Pandémico en los establecimientos escolares tuvo consecuencias nefastas en nuestros niños, niñas y jóvenes, en sus familias y en la Comunidad Escolar en su totalidad. El retorno a la “nueva normalidad” no ha sido nada fácil para ninguno de los implicados.

Nuestras infancias son nuestro más preciado tesoro y nada nos haría más felices que tener la certeza de que desarrollan su jornada escolar en un espacio libre de cualquier tipo de riesgo. Pero, la fuerza de la realidad nos golpea muy duro. Tampoco todo es culpa de la Pandemia, lo sabemos, hay problemáticas que se arrastran por años. Sólo para algunos ejemplos de lo que afirmo:

1.Existe un registro de personas que -por delitos contra menores- deben estar en inhabilidad para trabajar con menores de edad, sin embargo, a pesar de que ese registro existe, muchas personas que derechamente no deben trabajar con menores logran de alguna manera no pasar por ese filtro.

2.Retomando el efecto Pandemia, esta, en sí misma, pone en riesgo la salud de los estudiantes. La Pandemia y los riesgos de contagios, hemos visto durante este año que ha quedado en evidencia que las escuelas han sido un espacio donde se producen contagios y no solamente de Covid-19. Se observó claramente el incremento marcado de otras enfermedades respiratorias, comunes durante el invierno, pero que esta vez, se acercaron peligrosamente el umbral de saturación de UCI pediátrica en nuestro país. Recordemos que se debió generar un receso de emergencia, una semana antes de que comenzaran las vacaciones de invierno y fue por esta razón. Sin ir más lejos, hoy que “nos sacamos las mascarillas”, aumentan los casos de Covid-19 y otras enfermedades respiratorias y mejor ni hablemos de las consecuencias aún desconocidas del uso por tiempo prolongado de mascarillas, de su tiempo en confinamiento, lo que significó para su salud mental y emocional, sobre todo cuando hablamos de las y los más pequeños. Este tipo de riesgos son imposibles de eliminar y además como explican los expertos permiten el desarrollo natural de nuestro sistema inmune. En estos casos debemos actuar en función de “riesgos controlados”.

3.Colegios en nuestro país -desde hace un tiempo, pero ahora se ha masificado- están instalando detectores de metales a la entrada de sus establecimientos. Y estos no sólo son tolerados por la comunidad educativa, sino que muchas veces son las mismas familias de los estudiantes quienes exigen medidas como esta o como cámaras de seguridad debido a casos de maltrato infantil.

4.Tenemos el microtráfico al interior de las comunidades educativas, ya instalado. Alumnos que amenazan a quien sea, no les importa si son profesores, directores, lo que está en un nivel ya difícil de controlar.

5.Escuelas que, durante el abandono que les provocó la Pandemia (y algunas desde mucho antes) tenían y continúan teniendo muchas de ellas, problemas serios de infraestructura o de condiciones sanitarias mínimas para que pueda recibir alumnos, como merecen, con dignidad.

6.A inicios de este año escolar, ya teníamos alumnos, familias y docentes agotados, muchos de ellos con su salud mental dañada (de la cual tampoco se hace cargo nadie en realidad). A pesar de las jornadas de autocuidado y de las diversas capacitaciones para abordar las problemáticas que nos trajo la nueva normalidad, la situación no ha mejorado.

7.Y dejo para el último la violencia, de todo tipo, entre estudiantes, entre estos y profesores, entre el equipo docente, entre estos y la administración o Dirección del establecimiento, entre apoderados, entre estos y los docentes y podría seguir, pero saben de lo que hablo.  Hasta los casos de acoso o maltrato laboral, de directores y directoras de escuelas hacia docentes han aumentado y parece ser algo que también se está comenzando a instalar como “normal”.

Ver estas problemáticas así de expuestas nos da un golpe de realidad que muchas veces no queremos ver, porque es complejo. Nunca habíamos pasado por una situación por la que pasamos y nadie nos enseñó a enfrentar algo siquiera parecido. Pero no nos nublemos, insisto, la Pandemia tal vez empeoró o dejó salir a la luz problemas latentes o invisibilizados por conveniencia. Todo lo hasta aquí planteado no sólo es un diagnóstico, simple por cierto, apenas la punta de lanza de todas las falencias de la educación chilena, esto también es una manera de decirles que las escuelas no están siendo espacios seguros para nuestras infancias y juventudes. Es una invitación a buscar las causas, ir a lo profundo de esta gran problemática, es una invitación a incorporarse, a ser parte más activa de los procesos de sus hijos e hijas, que si ven que las cosas no andan bien, se involucren para poder intentar otros métodos, para incorporar procesos que nos permitan modificar estas realidades que han transformado completamente el modo de relacionarnos, lamentablemente para mal.

Como vemos los riesgos de nuestros niños, niñas y adolescentes, no existen de manera aislada en los establecimientos educacionales, son temas sociales que se replican en nuestras escuelas. No es distinto el tema de la Violencia ni el Narcotráfico, si existen en la sociedad, tendremos consecuencias en nuestras escuelas.  Las escuelas lo intentan, pero es difícil lograr un nivel de control sobre las y los estudiantes como para evitar todas estas situaciones.

Respecto a intentar asegurar que los adultos responsables de nuestros Niños, Niñas y Adolescentes tengan idoneidad para estar con ellos, si bien hemos avanzado, sabemos que debemos poner todos los filtros posibles, lamentablemente el riesgo cero en este tipo de cosas no existe, es muy difícil determinar previamente el perfil de un o una agresor(a) sexual y por lo mismo nos obliga a seguir buscando los mejores filtros para minimizar al máximo este riesgo.

La pregunta a partir de todo esto es: ¿Cómo minimizar el riesgo? Lamentablemente no existe una respuesta simple a una pregunta tan compleja. Si tenemos adultos violentos que creen y educan a sus pupilos y pupilas para solucionar sus problemas con violencia, ¿realmente creen que un establecimiento educacional va a lograr revertirlo?  Los y las docentes muchas veces deben identificar situaciones disruptivas de la armonía necesaria de una comunidad escolar y ante esto, muchas veces quienes están al cuidado de las y los estudiantes también resultan ser uno de los factores que aumentan la agresividad. Lamentablemente es muy común escuchar comentarios de apoderados que les dicen a sus hijas o hijos “si te pegan, pega” o insultos hacia sus profesores. Para este tipo de problemas, también padres y apoderados deben alinearse con la ruta que ha desarrollado la escuela para el desarrollo de sus niños y niñas. A su vez, toda medida que se tome para esto debe ser discutida por la comunidad escolar en su totalidad o a través de sus representantes.

Entonces los cambios que necesitamos para darle la protección necesaria a nuestros tesoros más invaluables, no sólo para ustedes como sus hijos e hijas, sino para el país, ellos serán los que vivirán en la sociedad que entre todos construyamos, con las pautas, valores y los mínimos comunes que toda sociedad que se autodenomina democrática, debe tener. Esto no es menor, requiere de un trabajo mancomunado de toda nuestra sociedad, la escuela sola no podrá contener por mucho tiempo un desborde de violencia si cada familia no se compromete con otra forma de resolver problemas, con ser parte de la educación y formación de sus hijos e hijas.

Por último, les hago un llamado, que reflexionen a conciencia sobre todo lo aquí planteado, sabemos que necesariamente debemos construir espacios de formación armónicos, dialogantes, empáticos, honestos, colaborativos, respetuosos e inclusivos en cada de las comunidades educativas del país. Nuestras infancias, adolescencias y juventudes nos necesitan, es momento de cumplir con nuestro deber no sólo de protegerlos de cualquier riesgo, sino también de asegurar que alcancen su máximo desarrollo en un entorno saludable en el más amplio de los sentidos, pero por sobre todo debemos procurar que sean felices y esto, es tarea de cada una y uno de nosotros, la formación de la futura ciudadanía es responsabilidad de toda la sociedad.