Descentrados Chile

La comida entre el amor y el desamor: Un mundo desigual donde solo se alimentan bien unos pocos

Fotografía: napatcha

Por Shir Ruiz
Foro Red de Economías Transformadoras y Alternativas Colombia Lat.

Él se llama Francisco, un niño con apariencia saludable, no le gusta mucho ir a la escuela, pero sabe que ahí le darán desayuno y almuerzo y eso hace que cada día se levante y no falte a sus estudios.

Él y sus amigos entre gritos y risas salen corriendo de la escuela hacia los matorrales en busca de plantas de banano, tal vez, la única merienda que van a tener en la tarde y les ayudará a saciar el hambre de unas cuantas horas mientras regresa su padre o su madre con algo para tomar café y luego acostarse para soñar que al día siguiente puedan comer unas galleticas con un vaso de leche y no sean unos bananos los que quiten su hambre.

Francisco sabe que más tarde no habrá cena, por lo que guardó unos bananos para él y su hermanito menor y comer en la noche.

“Y hay tantas gentes egoístas
Y hay puños cerrados
Y corazones insensibles
Allí y acá hay niños con hambre
Mientras nuestros paladares se llenan de degustaciones”
(Trishagion)

Francisco no vive en Nigeria, ni en Yemen o Sudán del Sur, donde normalmente escuchamos o leemos que están entre los países donde los niveles de hambruna son muy elevados.

Él y su familia viven en un país de Latinoamérica donde el gobierno prefiere gastar millones en publicidad tratando de mejorar su imagen falsa, en vez de invertir en programas sociales donde propicien una mejor calidad de vida.

Recuerdo que una vez leí un artículo que decía: “Cuando vivir con hambre se transforma en costumbre”.

Entre el 2015 al 2018 el número de personas subalimentadas en el planeta ha aumentado de 785 millones a 822 millones, entonces, aquellas ideas ambiciosas de que para el 2030 pudieran disminuir los niveles de hambre en el mundo, pues parece que están amenazadas y en vez de mejorar más bien estamos retrocediendo y cada día son más los países que se suman a estas tristes cifras.

¿Hay soluciones claras? No, por lo menos no por parte de algunos gobiernos.

No me atrevería a generalizar, pero sí podría mencionar que hay un alto porcentaje de países donde cada vez las desigualdades socioeconómicas son más notables y preocupantes.

En Latinoamérica en el 2019 el hambre creció a un 7.4%, o sea, casi 48 millones de personas según estudios realizados. Y algunos gobiernos, cumbres, entre otros, siguen proyectándose en intentar disminuir el hambre para el 2030 (y no está mal sus esfuerzos y proyecciones), pero mientras tanto ¿Qué hacemos con los que hoy en día no tienen qué comer o solo pueden hacer una comida decente (si acaso) al día?, ¿Será que las personas con hambre se puedan aguantar al 2030 para que la situación mejore? ¡No lo creo!

¿Será que la historia del hambre se puede cambiar?

Cuando la fuerte recesión a finales del siglo XIX dejó en la calle a miles de personas, el discurso de la activista anarcofeminista Emma Goldman fue: “Pedid trabajo; si no os lo dan, pedid pan, y si no os dan ni pan ni trabajo, coged el pan”, discurso que la llevó a ser detenida en 1893 y en su biografía “Viviendo mi vida”, escribió que la liberación y la libertad iban acompañados de vida y alegría y sintió que renacía y que debía luchar por un cambio social, cosa que en la actualidad debería seguir siendo un estandarte de lucha donde no olvidemos que las circunstancias no son iguales para todos y todas.

Por otro lado, y es que hoy en día en tiempos electorales hasta por un pedazo de pan hacen que vendamos nuestro voto, y no, no podemos culpar al pueblo al intercambiar su voto por comida, por un pequeño diario, por un puesto laboral, por unas medicinas o por unos cuantos pesos, porque la dificultad de la vida con sus necesidades y desigualdades hace que la gente acepte lo que los políticos ofrecen.

Y esto no es de ahorita, la historia nos cuenta que hace más de 2500 años en Atenas, los políticos hicieron su primer trueque y hasta el día de hoy han venido perfeccionando esta forma rudimentaria de la compra de votos.

No podemos generalizar que esto sucede en todos lados o con todas las personas. Normalmente, este intercambio se da en condiciones específicas y prospera en circunstancias de vulnerabilidad donde se escoge este camino por ambas partes, ya que los partidos políticos al no conseguir construir una marca que convenza a los votantes de que pueden confiar en sus promesas electorales, optan por “comprar” bajo cualquier forma sus votos.

Una práctica ilegal ejercida bajo presión y muchas veces bajo amenazas, donde deberían existir leyes y consecuencias más fuertes a quienes las promueven y así acabar con las ilegalidades que desvirtúan la voluntad popular.

Y es que la realidad nos golpea de una forma y otra y mientras muchas familias botan la comida y se les pone mala en la nevera, otras familias hacen lo imposible por llevar alimento a sus hogares.

En una canción la banda de rock Queen en sus letras protesta sobre cómo podemos seguir día a día, cuando hay niños y niñas indefensos que mueren de hambre y dicen: ¿Es este el mundo que creamos? ¿Para qué lo hicimos (…) En algún lugar, un hombre rico se sienta en su trono, esperando que la vida pase…”

Nadie quiere ser pobre, mártir, inferior y mucho menos morir de hambre, la comida es un derecho, es cultura, es bienestar, es amor, es salud, es respeto, es igualdad, es un acto que nos amiga y acerca al otro y otra que son iguales y sienten como yo y mientras la hambruna siga aumentando y en muchos hogares no haya buen alimento diario,  no podemos hablar de igualdad y mucho menos hablar de amor.

“Llevar pan a cada hogar y que nadie se acueste con
hambre, puede parecer una utopía, pero será una lucha
de amor y respeto que nos hará caminar en busca de
un mundo mejor e igual para todos y todas”