Descentrados Chile

“Los sueños son el agua”

Fotografía: Photosmash

Por Shirley Ruiz
Artista, Costa Rica. 

Una calurosa mañana de marzo me encontraba en el centro de la capital en una marcha popular. Centenares de personas alzábamos nuestra voz y le exigíamos y le recordábamos al Estado que no olvidara nuestros derechos: ¡Derechos para todos y todas, todos los días!

Hablaba con mi hija -a quien desde los 12 años llevo a diferentes marchas- y mientras marchábamos le explicaba la importancia y el poder que tiene nuestra voz.

Recuerdo a Angela Davis, en su libro autobiográfico el día que ingresó a la cárcel del Condado de Marín, California: “Yo estaba acostumbrada a la bombilla de sesenta vatios de la celda de Nueva York, y ahora me herían los ojos aquellos brillantes fluorescentes”, Angela Davis, integrante de las Panteras Negras y el Partido Comunista de los Estados Unidos, era acusada de asesinato, secuestro y conspiración, un 22 de diciembre de 1970. Había sido condenada a muerte, pero la voz y presión nacional e internacional hicieron que la sentencia fuera retirada. Hoy ella se mantiene fiel a sus principios y continúa su lucha contra el racismo, la brutalidad policial, la opresión de la mujer, el yugo carcelario y la explotación capitalista.

Nadie discute que el mundo está en crisis, es una realidad y verdad evidente, pero ¿Qué pasa con el derecho a la seguridad pública?

Desde la construcción de la memoria histórica y la defensa de los territorios afectados por las políticas neoliberales extractivistas, cientos de colectivos en América Latina y pueblos en Abya Yala, somos parte de la construcción de un relato “otro” de la historia, insistimos en incluir nuestras experiencias y saberes, en una apuesta de largo aliento que busca no hablar más en los mismos términos del sistema sino en los propios.

El miedo hace parte de la cotidianeidad de las personas. Por ejemplo: enfrentamos crisis económicas, inseguridad en las calles, falta de derechos vitales como el agua, la alimentación y el vestir. Derechos que Angela Davis tenía muy claros y que se los querían quitar, por eso no dejó de luchar.

El capitalismo promueve y aprovecha las crisis y las tragedias para imponer a la gente las peores medidas, y para reprimir o evitar la movilización popular. Por otra parte, las crisis cíclicas graves tienen su propia solución: “guerras imperialistas”. La misma crisis permite que la desesperación de la clase trabajadora y los desempleados se convierta en movimientos fascistas que imponen la represión y la guerra.

El derecho a la seguridad ciudadana en un Estado Democrático de Derecho se reprime de tal modo que la crisis actual no sea sólo económica sino política, social, ideológica y ecológica y las garantías que el Estado debe brindar al pueblo cada vez son menos.

Las huelgas de masas (desde el 2019) nos han demostrado la carencia de seguridad pública. Se han hecho más visibles las crisis sociales y políticas que se viven en varios países de América Latina donde miles de millones de personas como “Angela Davis” tenemos que alzar nuestra voz porque necesitamos un cambio de sistema. Debemos repensar las maneras de comunicarnos y de tejer redes de confianza y afectos que nos permitan construir puentes, luchar bajo las ideas del anti-patriarcado y el anticolonialismo para forjar y fortalecer argumentos que se traigan abajo los términos del opresor.

En una de mis lecturas recuerdo que alguien dijo que “la vida, por ser anterior al derecho, ni siquiera debe concebirse como un derecho, sino como algo superior a él: es la esencia del ser humano que no admite otra condición sino la de su existencia plena y su supremacía sobre el derecho. Por esta razón la ONU recoge el Derecho a la Vida y a vivirla en paz. Y agrega que son los Estados los encargados de protegerla junto a la honra y a sus bienes.”

No se puede seguir soñando si no desoñamos inmediatamente esos sueños, es decir, que es como empezar a desandar el camino, iniciar la construcción del sueño desde sus cimientos.  Como dijo Galeano: “los sueños son el agua que permite que no se cuartee el desierto por donde caminamos”. Poner el sueño en el camino, mas no en la meta, soñar la vida y la paz en todo el mundo sin entrar en la negación del sueño, sino en la afirmación del mismo y ponernos en marcha hacia el objetivo real, – “Si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir”- exigirle al Estado el derecho a la Seguridad Pública es desoñar el quitarle el poder histórico de querer poner la vida por debajo de lo humano en calidad de no seres con derechos y soñar que estos derechos nos pertenecen.