Descentrados Chile

Chile según Uruguay: la construcción de relatos entre silencios y titulares vacíos

Fotografía. Getty Imagenes

Por Francisco Rivas
Vive en La Paloma, Rocha, Uruguay. Trabajó en radios y agencias de publicidad de Uruguay y Argentina. Realizó campañas políticas y publicitarias en Montevideo y Buenos Aires. Estudió Publicidad, Periodismo, Ciencias Políticas, Análisis Crítico del Discurso entre otras. Actualmente desde el tranquilo balneario en la costa atlántica se dedica a la Comunicación desde varias de sus aristas. Militante de izquierda no se identifica con ningún partido.

 Un avión con uruguayos se estrelló en los Andes. Pinochet. ¿Allende?
Silencio. Fútbol. Catástrofe natural. Memes de Arturo Vidal. Silencio. Estallido social. Silencio. Un candidato uruguayo puso de ejemplo a Chile como país a imitar en lo económico. Más silencio. Alguna noticia sobre los incendios de Valparaíso. Algo sobre Boric, poco. Nada más.

Así, la hegemonía mediática, económica y política, construyó durante 52 años, entre verdades a medias, omisiones y silencios, una imagen fragmentada de Chile.

Las empresas de noticias marcan la agenda informativa. Lo hacen con la información que entra y con la que sale. Del mismo modo que en Chile no se enteraron de eventos importantes, incluidos escándalos de corrupción en el Poder Ejecutivo uruguayo, nosotros no nos enteramos de hechos trascendentes de la política y sociedad chilenas, incluido el lawfare a Daniel Jadue (del que me enteré por un medio alternativo español).

Pero ¿por qué hay desinformación en la era de la información? En el momento de la humanidad en el que más fácil y rápido podemos comunicarnos. Si sentado en el inodoro puedo enviar un mensaje con imagen y audio de excelente calidad que llega en un segundo a la otra parte del mundo, ¿por qué no me enteré, por ejemplo, de la iniciativa de las farmacias populares? La respuesta es fácil: hegemonía mediática.

¿A qué llamo hegemonía? A conglomerados mediáticos que controlan la producción, difusión y recepción de información. Medios que seleccionan y priorizan ciertos contenidos, actores y enfoques, configurando así una narrativa alineada con intereses políticos y económicos específicos, generalmente conservadores y promercado. Definen qué temas se discuten y cómo se interpretan, ignoran y ridiculizan a voces disidentes y promueven un consenso que favorece al statu quo.

¿Qué sabemos en Uruguay sobre Chile?

Básicamente nada. Nos llega lo que no se puede evitar que llegue: elecciones, incendios, catástrofes naturales. Nos llegó el estallido social. Pero todo llega lavado, licuado, edulcorado. Todo es titulares sin contenido. Un estallido social que no viene de ningún lado y que no va a sitio alguno. Cosas que pasan sin contexto e intención. Como si las manifestaciones de miles en las calles fueran un evento climático, una lluvia torrencial que como viene se va.

En el imaginario colectivo la hegemonía mediática instaló la idea de que Chile es el paraíso neoliberal que fue posible gracias al “esfuerzo” de Pinochet. Con algún “daño colateral” que no se compara al beneficio: lo convirtió en el país más avanzado de Latinoamérica. Un ejemplo por seguir, un país que supo ordenar sus finanzas y su sociedad. Un país estable y seguro. “Fue un drástico despertar de un país considerado uno de los más estables de América Latina y con un alabado modelo económico”. Decía uno de los medios más importantes de Uruguay respecto al estallido social.

Pero también están los otros. Los menos. Los que pese a la desinformación saben que Chile tiene una de las izquierdas y movimientos sociales más fuertes del continente. Incluso lo sabían antes del estallido social. Lo sabían por Allende, por Jara, por Violeta. Aunque esos pocos, no inciden en el peso del relato “oficial” mediático.

El relato político y mediático

Ernesto Talvi, candidato presidencial en 2019, alumno obediente de la neoliberal Escuela de Chicago, dijo que: “Tenemos que aprender cosas buenas de los chilenos. El Partido Socialista de Ricardo Lagos salió a la conquista del mundo y abrió mercados para Chile, y queremos emular esa política de apertura para vender productos de Uruguay al mundo”.

También, el mismo año, Enrique Pées Boz, el asesor de otro presidenciable, en este caso del ex comandante en jefe del ejército Guido Manini Ríos, dijo que: “Pasaron partidos políticos de todos colores después de Pinochet: socialistas, más de derecha, más de izquierda. Todo fue modificado en más o en menos, pero nadie se animó a tocar la economía”.

Al respecto del lawfare a Jadue, una búsqueda en internet no arroja resultados en los medios locales. Solamente aparece uno del diario El País en el que se hace foco en supuestas diferencias entre Boric y Petro respecto a defender a “un comunista” preso, y que “no siempre tiene la culpa Pinochet”. No sabemos a razón de qué viene eso, pero así están las cosas con nuestros medios.

Claro que hay honrosas excepciones, siempre las hay. Pero son eso: excepciones. La Diaria, un medio independiente, autogestionado y cooperativo, que se financia con aportes de sus suscriptores, ofrece una mirada más amplia, “real” y honesta de las noticias. Aunque no siempre puede marcar la agenda informativa, para eso se necesitan muchos recursos, sí realiza notas e informes periodísticos en el mejor sentido del término.  En el estallido social, se animó a llamar a la desigualdad por su nombre, contextualizó, dejó los eufemismos de lado y habló de derechos humanos, de inequidad, de concentración de la riqueza.

¿Entonces?

En definitiva, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, el relato mediático es el mismo, la comunicación se mueve por bloques ideológicos y de poder, el dinero, las empresas de información, los dueños del poder, distribuyen noticias en todo occidente con titulares que se repiten, con un manual de estilo que todos conocemos: “guerra en Gaza”, en vez de genocidio; “comunista preso”, cuando hay un lawfare a un político de izquierda; “polémica”,  cuando la noticia deja mal parado a alguien de derecha y se intenta relativizar, lavar. “La polémica frase de Elon Musk”, titularon los medios de derecha cuando el multimillonario ultraderechista dijo que su hijo transexual para él había muerto por un virus progresista. Se me ocurren algunas palabras no eufemísticas en vez de “polémicas”: La Transfóbica, Discriminatoria, Peligrosa, Estigmatizante, Retrógrada, Desinformada, Violenta, Intolerante, Perjudicial, Desalmada, Cruel, Inhumana, Insensible frase de Elon Musk. Con cualquiera de esas quedaría mejor.

Lo mismo pasó con la muerte del genocida y golpista corrupto de Fujimori. La hegemonía mediática titulaba que el “controversial”, el “polémico”, el presidente “amado u odiado”, había fallecido. Como si haber esterilizado a más de 300.000 mujeres pobres e indígenas, la enorme mayoría de ellas sin su consentimiento, fuera algo “polémico”, que podría leerse de otra forma que no fuera como una atrocidad.

Pero no todo está perdido. Nos queda seguir con fuerza, estudiando, aprendiendo, compartiendo lo que aprendemos. Juntarnos, unir nuestras ganas de romper el cerco mediático con iniciativas como las que dan espacio a este texto que acabas de leer.