Por Felipe Cuevas
En el breve ciclo de revuelta popular las y los protagonistas fueron las personas comunes y corrientes, que exigían respuestas a problemas históricos generando una crisis de “inseguridad social”: Educación, salud, pensiones, etc.
Hoy, 5 años después de aquel suceso, la agenda país está tomada por la seguridad pública y migración.
La derrota aplastante y dolorosa del 4 de septiembre generó, en parte de la izquierda y de fuerzas progresistas, hoy en el Gobierno actual, una reacción irreflexiva en base al discurso que comenzó a gestar la derecha luego de conocerse los resultados: Que al chileno le gusta el orden, que a la izquierda no le preocupa el crecimiento y la inversión o que el octubrismo no era más que una serie de actos vandálicos.
Y uno sabe que nuestro adversario político buscará instalar narrativas y agendas para sus fines. Lo que no puede suceder es abandonar tus principios y trabajar en base a los discursos y formas de operar que este busca instalar.
Mientras que otro sector de la izquierda que ante temas que le han sido históricamente complejos: la seguridad pública, la migración o el desarrollo económico, se quedan en la consigna moral, que uno puede empatizar, pero que no se aborda el problema desde el realismo ni se ofrece una salida concreta.
Por ello se cae en una trampa al creer que ante estos temas hay solo dos formas de abordarlos: El adoptar las medidas que no obedecen a nuestros principios (un falso pragmatismo) o continuar en el mero acto discursivo que no trae solución (Habría una tercera que es no pronunciarse, pero no viene al caso porque ello es hacer política por cero).
La política sincera y honesta consiste en trabajar para ofrecer una alternativa a estos problemas desde nuestros principios, a partir de la realidad concreta. Haremos un breve ejercicio desde esta vereda y pondremos un ejemplo con el tema migratorio.
La migración preocupa a la población al generar incertidumbre o derechamente miedo. Las olas migratorias hacen emerger conductas xenófobas, los motivos son diversos: desde diferencias culturales hasta sentir una amenaza por perder el trabajo.
La sinceridad parte en decir que la migración no depende de los deseos de los países de llegada. El ejemplo más claro es lo que ha ocurrido en Italia con Giorgia Meloni. La jefa de Estado ultraderechista, ícono de las políticas anti migrantes en Europa, a pesar de sus medidas ha tenido un incremento de más de un 50% desde que asumió su mandato. La causa de esto son los problemas endémicos de los países de origen (Túnez o Libia).
Esto es una muestra de que por muchas barreras legales o físicas que pongamos para evitar la migración, ésta no se va a detener. Las personas que migran son conscientes de estas barreras y buscarán pasarlas aun arriesgando sus vidas.
Y es que el tema es complejo porque hay fenómenos como la globalización, que los países deben gestionar, siendo los del sur Global los más afectados. Pero también debemos tener presente que los sectores más reaccionarios del mundo empresarial (quienes son la columna vertebral de la ultraderecha) se han aprovechado de la migración irregular, contratando a migrantes con pésimos salarios y condiciones laborales precarias, generando roces entre trabajadores nacionales y extranjeros.
Por una parte, tenemos a una izquierda de dos almas: una que adhiere al discurso de hacer distinción entre los migrantes regulares y los que no, mientras que otros que dicen que debemos ser un país de acogida mientras que la migración ha progresado geométricamente.
Para abordar el tema de raíz debemos trabajar desde dos preguntas. La primera es ¿Cómo nos vamos a relacionar con los migrantes que viven en el país? y la segunda es ¿Qué podemos hacer para abordar los flujos migratorios?
Ante lo primero lo que se ofrece es abordar la migración desde el mundo del trabajo teniendo como política la mejora de las condiciones laborales. Porque esto protege tanto al trabajador nacional como al extranjero al poder tener acceso a prestaciones de seguridad social y vivir en condiciones dignas. La mejora en las condiciones de vida permite tener un cambio en la mirada hacia el otro, mejorando la convivencia cívica.
Para responder la segunda respuesta, es trabajar desde una política internacionalista. La cooperación entre los países latinoamericanos es vital para solucionar los problemas de los países de origen, siempre con respeto a la soberanía y autodeterminación de los pueblos, como nos enseña la doctrina Estrada. Se habla mucho de que la migración trae delincuencia consigo. Lo primero que deberíamos hacer en materia de cooperación internacional es acordar con los países de la región cómo abordar las bandas de crimen organizado y narcotráfico más allá de gobiernos de turno. Hoy a las y los chilenos les interesa que se solucione el problema independiente de con quién haya que tratar.
Que se geste un nuevo momento constituyente es complejo. Se avizora un camino largo y debemos ponernos a trabajar para construir un pueblo digno y soberano.