Descentrados Chile

Religión y política: con Dios y con el Diablo

Fotografía: Pinterest

Por Shirley Ruiz

Artista, Costa Rica 

«Sométase toda persona a las autoridades que gobiernan; 

porque no hay autoridad sino de Dios, y las que existen, 

por Dios están constituidas» Romanos 13:1

 

Durante décadas la religión se dejó llevar por una deriva estalinista, en la que el militante no era más que una mera pieza de un engranaje superior cuya misión era hacer la revolución. Esta deriva hizo que en el papel los revolucionarios se vieran luchando hacia afuera en favor de los nobles principios de la humanidad, pero hacia el interior de la organización el militante era despojado de valores como la solidaridad en términos humanos. La solidaridad sigue entendiéndose en términos netamente políticos, abstractos, ajena a la suerte de los militantes.

Estos fundamentalistas cristianos, católicos y judíos suelen tener mucho en común. Suelen ser los negacionistas de la crisis climática, los más nacionalistas, los más colonialistas, los menos interesados en los derechos de las mujeres, los más intolerantes frente a la enorme diversidad que sigue generando la humanidad en cada una de sus experiencias y expresiones.

En América Latina la relación entre este tipo de sectores religiosos y los proyectos ultraconservadores es evidente. Son países donde este tipo de proyectos autoritarios se encuentran en el poder. La falacia secular es una de esas grandes columnas que, junto a la columna patriarcal y colonial, deben ser removidas del paradigma moderno si se quiere hacer una transformación de fondo.

El discurso de odio llevado a cabo en los púlpitos de los templos se convierte en acción y se materializa a diario en noticias de atentados contra quienes denuncian sus faltas.

Frases como: “Dios castigará a quienes hablan contra los ungidos”, hacen que el fanatismo de sus seguidores rechace las denuncias de violaciones, acoso, robos, genocidios y otras que se levanten en contra de sus líderes y más bien los victimizan y defienden argumentando que son mentiras y ataques a conveniencia de sus adversarios para dañar sus carreras políticas y sus vidas.

¿Cuál sería la reacción del Gobierno costarricense si ocurrieran depredaciones e incendios en las mezquitas o en los templos de las iglesias evangélicas? Estamos seguros de que sería muy diferente a lo que ocurre con los movimientos por ejemplo de “Palestina Libre”, mientras un marchante es atropellado en una manifestación, por otro lado, el estado apura el TLC con el gobierno genocida de Israel.

Ejemplo negativo de injerencia religiosa en la política partidaria fue la facción “Cristianos Alemanes” de las Iglesias Protestantes en la Alemania Nazi, apoyando a Hitler y adaptando la teología cristiana para alinearse con el antisemitismo y el nacional socialismo, erosionando los valores religiosos fundamentales y haciéndose cómplice en crímenes de lesa humanidad.

Durante la misma Segunda Guerra Mundial, la Iglesia Católica en Croacia apoyó al régimen fascista de los Ustaše que gobernaba el Estado Independiente de Croacia, llevando a cabo atrocidades contra serbios, judíos y romaníes.

Cuando intentamos comprender la hipocresía y la doble moral que manifiestan muchos líderes religiosos y el puritanismo en lo que respecta al derecho internacional y los Derechos Humanos, esto se puede explicar por tres factores entrelazados: colonialidad, racismo y teología. Racismo y supremacía, por supuesto, y teología imperial. Los tres elementos funcionan juntos. Trabajan de la mano en el contexto por ejemplo de Palestina. 

En nuestro país, las protestas y marchas lideradas por organizaciones feministas han sido numerosas y masivas en distintas latitudes. Aun así, tenemos a un presidente que fue ex ministro de Hacienda por tan solo 184 días después de que se le pidiera su renuncia porque entre varias acusaciones también le jugaba en contra su historial sobre acoso a mujeres, desde otra vereda, tenemos diputados con discursos machistas y otros acusados de violación, como es el caso de Fabricio Alvarado,  pero el discurso es: “Las feminazis siguen de majaderas” y los religiosos y seguidores lo defienden argumentando que  “La gente no tiene temor de Dios en tratar de ensuciar la imagen de un hombre íntegro”

En la famosa novela de Robert Louis StevensonEl extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde, muchos de nuestros funcionarios políticos parecen vivir la misma psicopatología, objeto de la trama de esta obra literaria. En la mañana roba y en la tarde oficia la misa o el culto. En el día enseña en una escuela y en la noche participa en un robo. Temprano lleva a sus hijos al colegio y los despide con consejos sublimes, y camino a la oficina fragua la manera de maquillar ciertos contratos para quedarse con una buena tajada del presupuesto público. Ejemplo, el diputado Alexander Barrantes, en la mañana está en el plenario y en la noche dándose golpes y ofreciendo dinero para salir libre de la alcoholemia y otros cargos.

Pero ante estas situaciones los acusados se rehúsan a renunciar a su inmunidad argumentando “sus derechos”, pero si la coherencia y la conciencia estuvieran en paz, podrían renunciar a la inmunidad para que puedan ser procesados como cualquier ciudadano y demostrar su inocencia. Pero prefieren apoyarse entre ellos y decir un montón de argumentos atacando a otros para convencer a sus seguidores de que se comenten injusticias hacia ellos.

¿Puede alguien ponerse y quitarse un ropaje y seguir por la vida sin sentirse afectado por el daño que va dejando a su paso?

¿Cómo mirar a los ojos a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestros abuelos, a nuestros maestros, sintiendo el aguijón de la conciencia por un proceder inadecuado contra los otros, contra nuestra humanidad?

¿Cómo dormir tranquilos cuando se apoya un estado genocida o se defiende a personas que han sido acusadas de ladrones o violadores?

Lo religioso ha estado presente entonces, de una u otra manera, a lo largo de los diferentes conflictos. ¿Una argumentación religiosa qué tanta pesa a la hora de definir escenarios jurídicos, políticos?

La creencia bajo la modalidad de la fe en estos tiempos borda entre la irresponsabilidad informativa, la falta de medidas y el genocidio de las capas de la sociedad subalternadas históricamente, en el que la religión juega un papel protagónico. Y esto no parece cambiar.