Por Shirley Ruiz
Artista, Costa Rica
¿Cómo podemos llegar a Marte? Pregunta aquella niña de tercer grado con las pupilas dilatadas, mirando fijamente a su maestra en la clase de ciencias. La maestra respira profundo y dice: Saquen el libro de Scott Foresman y abramos la página 74. Vamos a ver qué nos responden los extraterrestres, pues ellos viven en Marte y nos pueden enseñar el camino.
La maestra hace la lectura de la página 74 y dice a sus alumnos: ahora saquen una hoja en blanco y vamos a hacer una carta a los extraterrestres… eso sí -dice la maestra- ellos no hablan nuestro idioma, por lo que debemos hacer la carta con dibujos.
Aquellos estudiantes muy emocionados empezaron a dejar volar la imaginación, de tal forma que les ayudara a crear una nueva forma de hacer una carta que los extraterrestres entendieran y -así- lograr obtener la respuesta que buscaban.
Al terminar las cartas, la maestra las echó en un sobre, lo cerró con cinta y dijo: Las respuestas se las van a dar en la noche mientras duermen y mañana de regreso a clases vamos a escuchar qué les dijeron.
El científico Rodolfo Llinás es un crítico incansable de la escuela tradicional. Considera que la educación no está conectada con el entorno en que se desarrolla la labor educativa porque cercena la creatividad de las personas en formación.
¿Educación para qué?
La educación en Latinoamérica se encuentra ante retos impredecibles, un modelo educativo que lucha por detener la uniformidad cultural que impide el pensamiento propio, autónomo y creativo. Se esfuerza por mantener vivo un modelo educativo que no muerda el anzuelo de desigualdad y la destrucción ambiental oculta detrás de la utopía tecnológica.
La solución no está en entregarle a cada estudiante una tableta electrónica sino en cambiar a fondo; la educación debe ser un proyecto de transformación cultural que encaje en su propio contexto, proyectada hacia la comunidad y dedicada a buscar soluciones a los problemas concretos de su entorno.
Una educación que rescate y enaltezca el conocimiento propio y que lo combine de manera creativa con los avances universales, para darle la vuelta a un modelo de desarrollo depredador, que amenaza la vida sobre el planeta.
“No es posible una educación sin el rostro de los otros”
Durante y después de la Pandemia, el sistema educativo ha sido metido en una encrucijada. Entró a prueba y perdió. Salieron a flote los vacíos y es empujada a la urgencia de revolucionar los elementos que se entrecruzan en la acción educativa.
Uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) dice: “Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”. Esto nos lleva a pensar en varias preguntas: ¿Qué tipo de ser humano y de sociedad tenemos y queremos formar? ¿Cómo deben ser la escuela y el docente de hoy para reconocer y aportar a la solución de las problemáticas del territorio? ¿Cuál es actualmente la función primordial del conocimiento en las condiciones sociales y culturales nuestras?
Por ejemplo, en Singapur los programas están diseñados atendiendo la diversidad de intereses: “…los Integrated Programmes, dirigidos a estudiantes que desean realizar estudios universitarios; o los Specialised Programmes, enfocados a aquellos que destacan en un área de conocimiento específica como artes o deportes”.
Entonces -sigo con las preguntas- ¿Por qué no rediseñar planes de estudio en relación con las particularidades y las problemáticas de los territorios? ¿Por qué no alivianar el camino escogido por los estudiantes, permitiéndoles tomar las áreas cercanas a la disciplina, al emprendimiento o a la carrera elegida, ofreciendo planes de estudio con áreas que correspondan a los diversos intereses y proyectos de vida de nuestros jóvenes?
Tenemos una educación propia de las democracias, está en las decisiones de las mayorías y en el reconocimiento de las minorías. Pero, ante la ausencia de lectura crítica, de una intención deliberada para hacerse un criterio propio, estamos ante el riesgo de que el impacto mediático, el reino de las mentiras y los fantasmas de papelitos, puedan más que los vientos de cambio.
Otro es el mundo cuando se pueden abrir tantas ventanas en la aventura de una buena educación. Otro es el mundo cuando se pueden abrir tantas puertas y maravillarse con el conocimiento de las culturas que enriquecen la vida humana. Otro es el mundo cuando la calidad de la educación y las oportunidades llegan en palabras de Galeano “a los nadie” a esos que el estado sólo cuenta a la hora de votar y cuando ya no le sirven van muriendo la vida, jodidos, rejodidos.
Necesitamos un sistema educativo donde nuestros niños y niñas sean acompañados (desde edades tempranas) en esclarecer y reconocer sus fortalezas, sus aptitudes, sus dones o su vocación. Potenciar a tiempo las habilidades que les permitirán dar forma a sus sueños. La educación latinoamericana debe ajustarse a las demandas del mundo de hoy, ajustar los planes de estudio para que nuestros jóvenes puedan dedicarse, con el mayor entusiasmo, a sus proyectos de vida.
Pareciera que estamos “construyendo castillos en el aire”, que las respuestas están lejos y en otros mundos. Paulo Freire nos habla de la “Utopía de otros mundos posibles”, de tres principios fundamentales: 1) los aprendices deben ser participantes activos en el programa de aprendizaje, 2) la experiencia debe resultar significativa para el aprendiz, 3) el aprendizaje debe estar orientado en sentido crítico.
Sí hay otros caminos posibles, sí hay otras respuestas. El camino empieza por ver claramente quiénes somos, acabar con la ceguera cultural histórica que nos des afirma y poder repensarnos colectivamente en armonía con nuestro entorno y sus necesidades. Tal vez, después de despertar, seremos como aquella niña de tercer grado en la que su maestra no cercenó su imaginación y la motivó a buscar un diálogo entre lo desconocido y su ilusión de descubrir ¿cómo llegar a Marte?