Por Juan Pablo Rioseco Díaz
Periodista. Universidad de Chile.
Para entrar de lleno, echemos un vistazo a la ruta del dinero que se mueve entre los países miembros de este “viejoven” Tratado. Los principales centros productivos, comerciales y financieros del acuerdo son Japón, Canadá y Australia. Le siguen México con sus aguacates, bebidas elaboradas y carnes de cerdo. Singapur, Malasia, Vietnam y Nueva Zelandia quienes se centran en proporcionar agro-elaborados y manufactura industrial. Desde este lado siguen Chile y Perú con su tradicional oferta de materias primas, principalmente cobre, oro, pescados, productos forestales y frutas. Y como guinda del pastel se agrega el misterioso sultanato de Brunei, una especie de sucursal de la Shell en el sudeste asiático –Videos de referencia-.
¿Auto chino o japonés?
Foto: finofilipino.org
Después de China y Estados Unidos, la isla de los samurái es el tercer mayor comprador de productos ‘chilenos’. La Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales indica en su Informe anual 2021, que de los 90 mil millones de dólares exportados, Japón compra siete de cada cien. China se lleva casi la mitad, Estados Unidos el quince por ciento. El ingrediente mayoritario del festín es el glorioso concentrado de cobre (64,4%). Desde Valparaíso hasta Tokio las naves mercantes mueven además miles de toneladas de salmón, pasta de celulosa y vinos embotellados.
En la otra orilla, donde nace el sol que vemos morir cada tarde, el crisantemo asiento imperial continúa encaramado sobre su madre isla ante episodios aún más intrigantes. En julio de 2022 un antiguo miembro de la marina japonesa asesinó con una escopeta casera en pleno discurso al ex Primer Ministro Shinzo Abe, el santo Mario Bros de la política isleña. La Pandemia, los tifones y los atascos logísticos, les han venido a mostrar el Iceberg de la deuda pública que produjo la burbuja financiera –supera el 240% de su PIB (datos del Ministerio de Finanzas del Japón)-. El creciente envejecimiento de la población ha llevado a la escasez de mano de obra. Los salarios y la demanda interna se mantienen estancadas hace dos décadas. El pueblo nipón pareciera estar guardándose los yenes bajo el tatami. Tanto así que, mientras en occidente nos rasgamos vestiduras para combatir el alza generalizada de precios, sus gobernantes -cuadrados en un partido único- celebran cada vez que la inflación aumenta. La costumbre en Japón es mantener congelados los precios tal como si en Chile el ‘Trululú a cien’ tuviese impronta de patrimonio de la nación. Los emprendedores japoneses aplican entonces lo que algunos economistas llaman reduflación, que es básicamente vender el paquete al mismo valor monetario pero con menos contenido adentro. “Cambiemos el nombre del producto a: Nitrógeno con Papas Fritas’, proponen con sarcasmo en la prensa. Por ejemplo en neage.jp hacen alusión al absurdo de reducir los gramos de snacks e inflar con gas el paquete para no bajarle el precio al comprador final.
Con inflación, deflación o reduflación, los comensales a bordo de todas maneras brindan admirados por el ‘milagro’ de oriente. La Organización Mundial de Comercio cifra en 650 mil millones la ventas que produjo Japón durante 2021. Las fábricas de automóviles, circuitos integrados y máquinas al detalle continúan bien aceitadas. La Toyota sigue liderando el globo en cantidad de vehículos vendidos; lo que permite a la compañía una ganancia anual de 24 mil millones de dólares. Dimensionemos los montos. Esto equivale a la construcción de 110 nuevos hospitales de alta complejidad en Chile.
A 17 mil kilómetros de distancia, en alguna oficina con vista a nuestro Apu Wamani Nevado El Plomo, los funcionarios de la automotora estatal china festejan por los diez mil Chery Tiggo que vendieron el año pasado a los parrilleros de la estrella solitaria. A septiembre de 2022 el modelo SUV ingeniado en las tierras de Mao sigue desplazando a las camionetas Mitsubushi y Toyota como el vehículo que más “prefieren” los chilenos. (Fuente: Asociación Nacional Automotriz y EMOL).
El potencial que implica contar con Chile se relaciona con el acceso a los puertos. Estos les abren ruta hacia el gran Brasil. Los intercambios comerciales del último decenio con el bloque MERCOSUR están siendo más barcos de venida que de ida (Ver informe Observatorio Asia Pacífico) Desde la pampa argentina, el chaco paraguayo, el acuífero guaraní, la Amazonía, viajan los minerales, carnes y cereales cifrados en ocho mil millones de dólares anuales. Los brasileños siguen optando por los modelos europeos fabricados en su monumental cordón industrial de Sao Paulo (Industria automotriz brasileña crece 11,6% en 2021). Resultado para los japoneses: Veinte por ciento menos de ventas de sus motorizados a los verdeamarelos durante el último año. Así con las tierras del Pikachú.
Australia y Canadá, “cosas de minas”
El entusiasmo devocional que muestran los políticos canadienses por el acuerdo transpacífico se explica en sus 6.457 pozos petroleros y las reservas encontradas en la región de Alberta (World Energy Trade). Esto proyecta al coloso norteamericano como potencia energética al menos del presente siglo. Si observamos el tablero completo del ajedrez, la jugada de Canadá es una apuesta lógica. Pero, ¿y a Chile qué? Un quinto de los buques comerciales que llegan desde el ‘mamut del norte’ portan carbón bituminoso. Este se usa para la producción de acero y el funcionamiento de las centrales termoeléctricas a carbón. La ingenuidad mercantil nos invita a suponer que con la aprobación del tratado la industria inmobiliaria, metalmecánica y minera podrían acceder a mejores precios del acero producido en nuestro territorio. Desde el Instituto Chileno del Acero informan que, tras el receso de 2020, el consumo de este material ha aumentado en casi 40 por ciento en dos años. Y esto nos trae de vuelta al condoricosas nacional.
La histórica siderúrgica de Huachipato es administrada hoy por la Compañía de Aceros del Pacífico -principal productora de aceros del Cono Sur-. En su 70° Aniversario diversas autoridades celebraron las 50 millones de toneladas producidas. “Esto equivalente a 600 edificios tipo Costanera Center”, explica en aquel evento su actual Gerente.
La CAP está hoy controlada principalmente por Invercap de Julio Ponce Lerou, y además cuenta con la participación de la -Oh sorpresa- japonesa Mitsubishi (Fuente: DF) ¡Plop!
Tomémonos el caldo con aliño bien picante. Las arenas bituminosas canadienses muy pronto podrían duplicar todo lo que contamina Chile en un año, (World Resources Institute) ¿Dónde están los ecologistas guardaparques con sombrero canadiense? Al menos la vieja rencilla entre ‘élites de izquierda y de derecha’ ahora se mueve al paradojal terreno del Siglo XXI: Cómo hacemos para que las ineludibles responsabilidades ecosistémicas sean ejercidas sin herir a las sensibles billeteras, a los insaciables estómagos parrilleros e influencers de la semana.
De vuelta a Vancouver enviamos nuestro glorioso concentrado de cobre –670 millones de dólares anuales-, los filetes de salmón atlántico producidos entre Chiloé y la Patagonia, las avellanas europeas cultivadas entre el Maule y Los Ríos, y los tableros aglomerados MDF de las forestales. Aunque de tan viejos los negocios parecen nuevos. Si al menos el cuento se tratara de un acuerdo CORFO-Toyota-CAP-Soquimich para producir automóviles eléctricos en Antofagasta, dado que por ahí sale el 38 por ciento de las exportaciones oceánicas (SUBREI 2021).
Con Australia el negocio es similar. Trescientos millones en exportaciones. De ida va el zinc y el cobre, de vuelta llegan las famosas briquetas de carbón bituminoso. Los oceánicos lideran la producción mundial de este mineral con compañías como Bloomfield, Centenial y la multipresencial BHP Billiton.
La reciprocidad comercial entre cóndores y canguros está marcada por los desafíos que enfrentan las compañías mineras en ambos países. La misma BHP lleva más de tres décadas operando el portentoso tajo abierto de Minera Escondida -¡El yacimiento de cobre más grande del mundo!-, ubicado en la Región de Atacama. Y aquí viene el actual punto de inflexión que sostienen los detractores al tratado.
Recordemos los tres glaciares que la Barrick Gold intentó “reducir” para extraer el preciado oro andino. A esto se sumó la destrucción de humedales altiplánicos por parte de la Kinross-Maricunga el 2015 cerca de Copiapó. También los irreversibles daños en Putaendo por parte de la Andes Copper, y la agresiva estrategia de la Trimetals Mining en el glaciar Argüelles del Cajón del Maipo. Todas corporaciones canadienses.
En cuanto a esto último, tras años de coordinación los habitantes de San José de Maipo, junto a activos montañistas del Valle Central, y otros más notables funcionarios, consiguieron frenar la destrucción del coloso andino. En agosto de 2021 la compañía Trimetals desistió continuar con las faenas. Justa pizca de Ley humana para los hielos que les dan de beber.
Hoy las intenciones del acuerdo vienen adosadas a la incertidumbre de los tribunales comerciales ad-hoc, que dejarían con las manos atadas al Estado de Chile en caso de demandas por parte de las empresas beneficiadas con el tratado. Esto frena aún más las reducidas opciones con las que cuentan las comunidades para defender las fuentes de vida; e incentiva a los inversionistas a continuar con la fantasía noventera del ‘chorreo’.
En el 2019 el Consejo de Defensa del Estado interpuso una Demanda por Daño ambiental irreparable a 13,832 hectáreas de llaretas y 2,16 hectáreas de vegas altoandinas cometido por la Barrick Gold. Con la firma del Tratado, ¿cómo quedaría la situación? En febrero de 2022 la Corte Suprema se manifestó acusando a Pascua Lama de incumplir el plan de cierre. (Fuente: Chile Sustentable)¿Y es que acaso no quieren progreso, dirán?
Tremenda vuelta para llegar donde mismo
Para qué nos vamos a contar los dientes entre piratas. Por cuarenta años Chile pavimentó una ruta que lo lleva a ostentar el título de la nación con más Tratados de Libre Comercio del mundo. Nuestros productos llegan al 62% de la población mundial. En dos décadas lo que exporta el ‘western fortestal’ se ha triplicado. El mercado para los salmones se ha sextuplicado. Las cerezas y los arándanos registran ventas sobre los 2.500 millones de dólares.
Para sus defensores, el Tratado Transpacífico asegura la reducción de aranceles en mercados hoy restringidos. Abriría puertas a las faenadoras de chancho en Japón –ver reunión ChilePork en Tokio-; a las carnes y lácteos en Canadá –los precios de la savia bovina están disparados en norteamérica. Bien por ellos, pero ¿a Chile qué?, ¿celulares con Internet a precio justo?, ¿protección de las semillas tradicionales?, ¿red de trenes y teleféricos?, ¿más capacidad para la Cuenta RUT?
Tres años después aún los honorables comensales se resisten a ver el Iceberg. ‘Vamos por el desarrollo progresista hermano’, se dicen. El esfuerzo por incorporar a las pequeñas y medianas empresas es como ese cafecito tibio que queda a mitad de taza, abandonado en el mesón del cóctel, y que luego es sorbeteado por los que se colaron al evento.
Con la travesía a cuestas, mientras los tripulantes se percatan de las escarchas inusuales, en el salón retoman su conversación sobre lo que ahora llaman cepepetepé. “¿Por qué se salió Estados Unidos?”, pregunta uno. “Esto se parece al cuento de los diez perritos”, suma otro. Los meseros comentan en el pasillo sobre la industria del porno. “Las PornTube, Brazzers, Digital Playground, son controladas desde Canadá”, dice uno. “Capaz que con el tepepé te contraten”, remata su colega. La jefa de máquinas advierte el frio, el ingeniero segundo camina sudoroso hasta el comedor. El chef de la embarcación observa cómo vibra el whisky en su vaso. Los comensales corren por las escaleras rumbo a cubierta. El cocinero pone en su teléfono la sinfonía ‘Cerca de ti oh, Dios’, la del violín del Titanic. Sus colegas ahora despachan los mesones por la borda. El agua salada va por la altura de los tobillos. En cubierta los comensales ahora se agarran de las corbatas unos a otros por alcanzar un asiento en los botes salvavidas. Al Chef le designan un puesto en las embarcaciones, pero este decide quedarse para apoyar con el lanzamiento de sillas y mesas hacia el gran océano.